¿Qué nos pasa a los colombianos para que actuemos con entusiasmo y alegría la mejor salida para recuperar la unidad, la dignidad que nos lleve a vivir en libertad y en una verdadera paz? Al presentar el mensaje de la jornada mundial 58 para la paz, el prefecto del dicasterio para la dignidad y desarrollo humano del Vaticano, decía: “Si desarmamos el corazón, seremos capaces de actuar en el bien y en favor de la unidad”. Esto no significa que debemos esperar que Dios nos remplace a nosotros y no seamos nosotros los que asumamos las responsabilidades ante las injusticias que encadenan nuestra existencia, por eso es que debemos escuchar la voz de Dios con atención, que se está escuchando desde hace mucho tiempo en el grito desesperado de nuestras gentes.

Perdónanos nuestras ofensas y concédenos la paz; si ese es el propósito central del mensaje, el cual no será posible si en nuestro corazón no se abre la posibilidad de reconciliarnos con el otro, con nuestro hermano, sin considerarlo un enemigo porque piensa diferente a mí, siendo que vive en la misma casa en la cual yo también existo, Colombia, mi patria, o el mundo entero, la creación, que nos la da el señor no con la intención de que la posean y usufructúen unos pocos, sino para que el hombre se sirva de ella se realice con dignidad, y pueda por una buena administración de los bienes comunes la realización humana e integral de los hombres, de todos los hombres. Debido a lo anterior, es por lo que fundamenta este logro en tres pilares fundamentales hoy en día que son: la condenación de la deuda externa, la abolición de la pena de muerte y en un fondo mundial para la eliminación definitiva del hambre.

Por eso, el papa, además del mensaje de la jornada 58 para la paz, declara el año 2025, un ‘Año Jubilar’, acogiendo la tradición bíblica narrada en el libro del Levítico 25,10 y ss, cuando sonaba el Yopel, el cuerno, el pueblo se abría a la esperanza de la justicia de Dios, porque entendía que se condenaban las deudas y se reiniciaba el camino y las posibilidades de una vida nueva, así se recoge en este año 2025 la tradición bíblica de que tanto el que era rico, como el que había empobrecido, no venían a este mundo para oprimir ni a ser oprimidos, somos hermanos, hijos de un mismo padre, nacidos para ser libres, según la voluntad del señor.

Nos dice el saludo de la paz del año 2025, que cada uno de nosotros debe entender de que de algún modo es responsable de la devastación a que ha sido sometida nuestra cosa común, y pensemos que el sufrimiento y la angustia de los que sufren, sus heridas tanto físicas, morales, sociales, espirituales, los causantes somos nosotros mismos. Es el momento del cambio, no perdamos esta oportunidad de la esperanza, acojamos con grandeza, como lo hizo el libertador, el llamado a un acuerdo nacional, deponiendo eso sí cualquier interés personal, mezquino, egoísta, para que unidos transformemos la cultura de temor, violencia, egoísmo en una recuperación del sentido de humanidad, dejemos de mirar las apariencias y llevados por los egoísmos no miremos en el otro un enemigo, sino un hermano, dejemos actuar la ternura, la piedad, que se abra el corazón del hombre al otro, para que lo esencial que es invisible a los ojos, nos permita dar paso a la ternura y a la piedad de tal manera que al mirarnos a los ojos, penetremos en la intimidad del ser que se refugia en el corazón y así poder entender que el otro no es mi enemigo, sino mi hermano, que piensa distinto y que nos dejemos atraer por la fuerza interior del corazón para reconciliarnos, y en verdadera libertad lograr la armonía que construya una paz verdadera y duradera.