En el día de hoy vamos a tratar de dar una idea acerca de los dos sistemas deportivos que prevalecen en el mundo moderno, que de alguna forma obedecen a los enfoques socioeconómicos de ambas regiones. El gringo, un sistema en el que se logra, con una visión mercantilista, una fuertísima comercialización; y el europeo que, a través de sus centenas de miles de clubes y voluntarios, pretende el bienestar social a través de la instrumentalización del deporte.
El modelo europeo se estructura administrativa y competitivamente en una pirámide a cuya base se le pone gran interés en la convicción de que con esto se garantiza su sostén, lo cual es evidente cuando se indaga por las cantidades de clubes (que son los que constituyen la mencionada base) en algunas naciones como Países Bajos, Alemania, y que se cifran en 90 o 100 mil y que pueden aglutinar hasta el 30% o más de la población, lo que nos habilita para especular acerca del poder asociativo del deporte y la deriva democrática que esta concepción genera.
Estos clubes que representan diferentes disciplinas deportivas, se agrupan, a su vez, en federaciones nacionales (algunos países cuentan con ligas regionales al estilo de Colombia y España) por cada deporte para culminar la pirámide en un organismo que regenta el deporte en la disciplina correspondiente para la región europea y en el vértice el organismo supremo, la federación mundial. Es al interior de las jerarquías de esta pirámide donde se establece un sistema de promociones y descensos para deportistas y equipos que constituyen la esencia del sistema.
Por el lado del modelo gringo, nos encontramos con un sistema horizontal, sin promociones o descensos, cuyos miembros más que clubes son marcas representadas en franquicias las cuales podrían trasladarse de su lugar geográfico si así lo desearan, y en los casos de la existencia de ligas menores, estas suministran talento a las grandes.
Uno de los temas más interesantes de este modelo es la vinculación del sistema educativo tanto de los colegios como de las universidades, lo que evita la deserción de jóvenes talentos y como es obvio la continuidad de su educación. Existe a su vez un sistema de topes salariales para retribuir a los deportistas que permite cierta equidad y uniones sindicales que defienden los intereses de los jugadores, así como una libre comercialización de estos sin requerir su anuencia a diferencia del sistema europeo en el que el deportista debe ser consultado.
Si alguien preguntara por el mejor sistema entre ambos, tendríamos que contestar poniendo de presente las bondades de los dos, y subrayar el hecho de que son producto de sus culturas, las tradiciones y el pensamiento de sus ciudadanos.
En lo personal, me llama mucho la atención el tejido asociativo del deporte europeo, por la incidencia de este en el bienestar de sus sociedades, a través de un gran esfuerzo de los voluntarios que conformas sus clubes y federaciones. Para el caso, unas cifras de Alemania: 30 millones de deportistas afiliados a unos 100 mil clubes, y más del 90% de estos ofrecen actividades sociales, festivales y celebraciones. ¡Impresionante!