El trabajo de un líder es sacar lo mejor que llevan las personas. El líder es el dinamizador, el catalizador, el que inspira, moviliza y empodera al equipo para ejecutar la estrategia y llegar a los objetivos con éxito. Para lograrlo, mucho tiene que ver con lo que él mismo transmite como persona.
Sin embargo, en muchos casos se ha entendido mal este papel. Se ha confundido con autoridad, con control, con la capacidad de imponer y con la exigencia de trabajar sin descanso. En otros, la imagen del líder se ha deshumanizado y hasta estigmatizado, considerando que siempre debe ser fuerte e inquebrantable. Pero liderar tiene que ver menos con un ejercicio autoritario y más, con un acto educativo, no en el sentido de transmitir conocimientos o de adoctrinar, sino en el de su etimología más profunda, el del término ‘educere’, que significa ‘sacar a la luz’, ‘sacar de dentro’ y se entiende como un proceso de adentro hacia afuera.
Hoy en día un verdadero líder debe tener un alto grado de inteligencia emocional y un manejo de habilidades sociales y blandas, para fomentar el trabajo cooperativo y colaborativo, mejorar el ambiente laboral, atender las necesidades de su equipo de trabajo, y basar su papel en la integridad y la ética; no es perfecto y no es el centro total de la atención. Igualmente, reconoce que no tiene la capacidad, ni busca tener todas las respuestas, sino que trabaja en hacer las preguntas adecuadas. No es el que señala el camino, sino el que camina junto a su equipo.
El buen líder tiene éxito en revelar el potencial guardado de las personas con las que trabaja, haciendo que se descubran, encuentren su propio camino y se conviertan en su mejor versión. Y en ese proceso, este líder también crece, pues liderar no es solo transformar a otros, sino transformarse a uno mismo.
Un buen líder hoy debe ser auténtico, y reconocer las propias fortalezas y debilidades, entendiendo que el liderazgo no es perfección, sino evolución. No se trata de ser el que nunca se equivoca, sino el que aprende cada día, el que se cuestiona y el que crece junto con su equipo; el que genera un entorno donde las personas se sientan seguras para arriesgarse, aprender e innovar. Todo esto debe mezclarse con una altísima vocación de servicio a los demás.
Adicionalmente, para ejercer un buen liderazgo debemos tener una buena capacidad de análisis, saber leer el entorno externo e interno, saber escuchar y comunicar adecuadamente, tener capacidad de escogencia, reconocer aquello que puede controlar, trabajarlo y avanzar. Por último, y no menos importante, saber implementar y dar resultados.
De acuerdo con Daniel Goleman, la inteligencia emocional es la clave y el alma del liderazgo. No basta con tener la mejor formación, ser brillante o tener grandes ideas. Sin autoconciencia, capacidad de escucharse a sí mismo, de relacionarse socialmente y de gestionar emociones propias y ajenas, no hay liderazgo posible.
En resumen, al final en la vida lo verdaderamente importante es ser buenas personas, ser bondadosos, porque cuando uno lo es, seguro terminará siendo un buen líder. Es siempre intentar cada día ser la mejor versión de uno mismo. Víctor Kuppers decía en un video que vi hace poco, que la vida es simple: no se trata de hacer todo de manera extraordinaria, es hacer de manera extraordinaria las cosas ordinarias que a diario vivimos.
Al igual que un educador que ‘saca a la luz’ el talento de sus alumnos, el líder actual facilita el crecimiento personal y profesional de sus colaboradores, impulsándolos a convertirse en su mejor versión, transformando a los individuos, revolucionando las organizaciones, y generando un impacto positivo en la sociedad. @Juanes_angel