Ecuador ha sido un buen vecino y son muchas las cosas que nos unen y las similitudes que tenemos. Si bien limitamos con varios países, los más relevantes para nosotros son Venezuela y Ecuador. Con el primero sabemos lo compleja que ha sido la relación y lo difícil que seguirá siendo mientras no puedan superar lo que les ha traído el chavismo.
Solo pensar en el fenómeno migratorio que hemos tenido que asimilar, las amenazas que ha supuesto la acogida a los grupos guerrilleros colombianos y la caída que hemos tenido en nuestras exportaciones a ese país, nos da una idea de lo que puede significar un vecino en problemas.
Resulta entonces muy preocupante ver los problemas por los que está atravesando Ecuador. Un país que hemos visto siempre como un lugar pacífico, donde somos bien recibidos y que debería ser siempre un aliado en el manejo de problemas comunes, enfrenta hoy retos muy complejos. Dificultades que no surgieron de manera espontánea, sino que se vienen gestando desde hace varios años y que están llegando, por estos días, a una situación insostenible. Solo basta recordar las posiciones populistas y demagógicas de Correa dando acogida a las Farc, expulsando a los americanos de la base de Manta, que ayudaba al control de narcotráfico, y el debilitamiento progresivo de la gobernabilidad que llevó a la llamada “muerte cruzada” que sacó a Guillermo Lasso del poder y a la conformación de un nuevo congreso. Finalmente, la elección de Noboa para terminar el período de Lasso, lo que no ayuda, pues hay un factor de interinidad que no se puede soslayar.
Esta debilidad institucional, su posición geográfica y la presencia de carteles extranjeros, junto con la dolarización que facilita el negocio, ha resultado en un crecimiento desbordado de la criminalidad, asociada especialmente al narcotráfico. No nos queda más que recordar los tiempos de los carteles colombianos, cuando los delincuentes trataron de doblegar al Estado por la vía del terrorismo y la corrupción. Solo la decisión de Barco, el sacrificio de innumerables servidores de la justicia y del periodismo, y un esfuerzo gigantesco por depurar a las fuerzas armadas y de policía, junto con la ayuda internacional y elementos como el Plan Colombia, hicieron posible frenar las ambiciones desmedidas de estos delincuentes. Ese freno a los grandes capos ayudó a construir las bases para esfuerzos posteriores de control a la guerrilla y adelantar los procesos de negociación y dejación de armas.
Ojalá en Ecuador se aprenda de la dura experiencia colombiana y no caigan en soluciones simplistas, que solo perpetúan los problemas. Las medidas de corto plazo pueden ayudar, pero es el fortalecimiento de sus instituciones (la presidencia, la justicia, las fuerzas armadas y de policía, etc.) lo que permitirá superar esta situación y este es el reto que tiene la clase dirigente política y empresarial. De otra forma vamos a tener un vecino muy emproblemado y no estaremos exentos de recibir, de distintas formas, esta mala influencia. Y ojalá a Petro no se le ocurra invitar a esos delincuentes a participar en su “Paz Total”.