“Mi sueño es que no haya armas, no haya drogas, en las manos de un niño o de un joven, sino un instrumento musical, siempre”. La frase es de Francisco Castillo, un músico venezolano, que llegó hace cinco años a Cali y que echó raíces en esta tierra, para seguir forjando talentos, para transformar vidas a través de la música; para que sean las melodías las que combatan la xenofobia.
El jueves, al final de la tarde, estaba feliz. Su esfuerzo, eso en lo que cree profundamente, estaba siendo reconocido. El Semillero Orquestal Binacional Sin Fronteras, que forma niños caleños y venezolanos en la biblioteca del Estadio Pascual Guerrero, fue una de las 35 iniciativas ganadoras del ‘Premio Cívico por una ciudad mejor’. “La nuestra es una iniciativa que nace de músicos migrantes y el premio cívico es una oportunidad que tenemos de dar a conocer el trabajo que hacemos para combatir la xenofobia y para demostrar que la migración es una oportunidad para todos. Gracias por el apoyo”.
Lonis Murillo es educadora, su trabajo social está en Altos de Menga, en la ladera de la Comuna 18. Irradia una energía bella. Su voz, su mirada, hablan de lo que lleva por dentro. Y su proyecto, ‘Educación para la vida’, que brinda apoyo a niñas y niños con sus tareas y aprendizajes escolares, también resultó ganador. “El Premio Cívico ha sido muy importante en nuestro proceso porque nos ha permitido seguir creciendo y, aún más, ahora que somos ganadores, vamos a llevar nuestro proceso a otro nivel, en los espacios académicos que tenemos en la comunidad”.
El trabajo de Karen Soles es distinto y a la vez tan poderoso como los antes mencionados. Su organización impacta la vida de adultos en situación de discapacidad cognitiva. Ya se había postulado un año atrás, más no ganó. Pero aprendió tanto que hoy lo agradece, con el reconocimiento en su mano. “Me parece increíble ganar el premio cívico. Es importante, porque así como nuestra iniciativa la hicimos inspirada en nuestro corazón y recurso, esta oportunidad nos ha ayudado a escalar y mejorar. Gracias a Compromiso Valle y a todas las empresas que hacen parte de este programa”, dice.
Este año, el Premio Cívico entrega $350 millones a las 35 iniciativas ganadoras, en capital semilla y en especie, para que sigan avanzando. Recibieron 288 postulaciones. La primera versión de Cali se realizó en 2006 y desde el 2013 funciona en dos ciclos. El primer año, el reconocimiento, y el segundo, fortalecimiento institucional. Hay un grupo de jurados que visita los proyectos y hay 15 organizaciones regionales que lo hacen posible, así como cuatro aliados nacionales. Un cimiento de liderazgo sólido, que sin duda cosecha, impacta y recoge frutos.
Moisés Eduardo Zamora Mesú es el director musical de Tambores de Siloé. Un ‘teso’ que lleva años poniéndole el alma y llenando de música el pesebre caleño. Hace poco viajó con los chicos de tambores a España, donde las melodías de las ‘marimbotellas’, el ‘Bernáfono’, la ‘Silococaja’ y el ‘Silococombo’, como se llaman sus instrumentos de materiales reciclables, pusieron en alto el nombre de Cali, de Colombia. Su sonrisa, su sabor, su energía es auténtica. “Nos ganamos este premio tan bonito, que es muy importante para nosotros, porque podemos abrir más grupos y llegar a más niños a través de la música. Invertir en ellos para que sean mejores músicos, mejores personas. Eso es Tambores de Siloé. Muchas gracias, ¡vamos es con toda!”.
Ante estas voces poderosas y llenas de fe en lo que hacen, ¿qué más se puede decir? Larga vida al ‘Premio cívico por una ciudad mejor’ y a toda esa gente bella que le pone el alma a esta Cali, donde hay tanto talento y tanta vida haciendo que germine la esperanza.
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