La reducción de los homicidios en Cali en el último año es positiva, pero como afirma el general Oviedo, comandante de la Policía Metropolitana: “Hay que trabajar mucho más”, (El País, 3 de enero/2025). En particular, preocupa que la tasa de homicidios por 100.000 habitantes de la ciudad en 2024 sea 41,4, mientras que para todo el país, con una situación acentuada de conflicto violento, la cifra sea 25,3. Más aún, es más preocupante que la significativa diferencia entre la tasa de la ciudad y la del país se haya mantenido, desde hace un poco más de treinta años, sin que sea un tema suficientemente reflexionado, ni por los académicos, ni por los ‘analistas’ allegados a los medios de comunicación.
En la feria del libro pude adquirir el texto del sociólogo argentino Marcelo Bergman: “El Negocio del Crimen”, (FCE, 2023), en el que se refiere a la ‘paradoja latinoamericana’, según la cual se ha reducido la pobreza, la desigualdad y los ingresos de las personas han aumentado, mientras que la región latinoamericana ha pasado por un deterioro constante de la seguridad. En su consideración: “…el delito ha aumentado porque se convirtió en una empresa lucrativa para muchos ciudadanos, empresarios y funcionarios públicos que cosecharon los beneficios de una creciente demanda de bienes ilícitos abastecidos por redes criminales”, (Op. cit, p: 14). Para Bergman, el crimen en América Latina se encuentra entre los más altos del mundo. Así, para el año 2017, la tasa de homicidios llegó, en promedio, a 24. Los delitos contra a propiedad habrían aumentado más rápidamente que los delitos violentos contra personas. La importancia de su argumentación está en la rica sustentación empírica de su análisis. Sobresale la tendencia distinta del caso colombiano, en comparación con otros países latinoamericanos. La tasa de homicidios de Colombia ha sido descendente, desde 1993 cuando fue de 74,4 y el año 2024 cuando alcanzó de 25,3. En el caso de Cali, la tasa también ha sido descendente, desde 1994 cuando fue de 121, y 2024 cuando llegó a 41,4. Hay entonces una importante tendencia al descenso de los homicidios, pero también una muy marcada y sostenida diferencia entre las cifras de la ciudad de Cali y el país. En ambos casos, son cifras altas, comparativamente con otros países y ciudades latinoamericanas.
El caso de Colombia y de Cali requiere mejores explicaciones teniendo en cuenta sus trayectorias históricas y la afectación de múltiples variables que no son exclusivamente del resorte de la política pública coyuntural de un gobernante. Marcelo Bergman sugiere mirar el problema de la criminalidad y la violencia, desde el lado de ‘la demanda’. Es necesario ir más allá de los rasgos de las víctimas y los victimarios y sus condiciones socioeconómicas para escudriñar si hay ‘oportunidades’ para hacer riqueza que se relacionan estrechamente con contextos donde prima la ilegalidad, la violencia y diferentes formas de organización. Infiero que en estos contextos de oportunidad para hacer riqueza conviven los más distintos sectores sociales, estatales y privados que para hacer posible su enriquecimiento, cohonestan o promueven la ilegalidad y la violencia. La conexión de fondo no es entonces entre pobreza y violencia, sino entre formas de hacer riqueza, conductas y organizaciones ilegales y uso de la violencia. La violencia se explica así de otra manera, por la existencia de formas de organización que la promueven y utilizan, frente a un Estado que tiene una débil capacidad de disuasión y sectores dominantes de ciudadanos que se favorecen funcionalmente de la situación. Esta es una vena para la investigación criminal en Colombia y en ciudades como Cali.