De un salto, Verónica se levantó de la camilla de masajes y comenzó a correr por los pasillos del frío y feo palacio: “Nerú, dile al fotógrafo que vamos tarde, salimos ya para Roma, ¿dónde están el maquillador y mi mejor amiga?”. Esta vez la misión era ni más ni menos que poner al Papa como intercesor para la paz total, “a ver si dejan de molestar a Gustavo con los tales panamericanos”, dijo en tono serio.

El masajista convocó al séquito ‘primerdamal’ y la caravana partió hacia Catam. Una llamada interrumpió a la alegre comitiva, era Gustavo: “¡Devuélvase ya para el palacio! ¿Qué es ese papayazo que van a dar? No le den más de comer a la oposición”, dijo mientras abordaba el avión en Davos, Suiza, “yo anunciando la sexta extinción de la humanidad y ustedes a molestar a su Santidad, déjeme eso que le voy a pedir prestado el Vaticano para los diálogos con los elenos”, dijo mientras bebía un adictivo vaso plástico con café vietnamita que le dieron en la Casa Colombia de Davos.

Mil millones de razones tenía Verónica para regañar a Gustavo, pero esta vez prefirió hacer caso y dejó a Roma para después, la nómina millonaria que la acompañaba no ocultó su desilusión, tantas fotos por tomar, tantos vestidos por usar, esa caja gigante con maquillaje y la imagen de Colombia que no la tendría a ella como su rostro oficial.

“Gordo y no le da pena con el Papa que los elenos vayan y le instalen un campamento en la Plaza de San Pedro, ya los cubanos no saben qué hacer para sacarlos, llevan allá diez años, dizque comen mucho y con esa situación de Cuba…”, exclamó Verónica mientras Fady, el estilista, la maquillaba.

“La política internacional es lo mío, ya tengo de un cacho lo de Palestina, posesioné al presidente de Guatemala, le estoy cuadrando caja a Venezuela y no tarda en arreglarse lo de Argentina y Perú, déjeme al Papa que ya lo tengo charlado”, replicó Gustavo.

Algo decepcionada, pero siempre empoderada Verónica ordenó que la caravana ‘primerdamal’ siguiera rumbo hacia el aeropuerto, cómo así que la iban a dejar con las maletas hechas y al equipo asesor ilusionado. Ni Francia había viajado tanto “es una lástima que la FAC no tenga tarjeta de millas acumuladas; Londres, Oslo, Tokio, El Vaticano, New York, hoy desde Roma mañana desde cualquier lugar del mundo”, proclamó mentalmente y llamó a otra de sus amigas asesoras: “Cambio de planes, alístame a la niña que nos vamos para Orlando, qué estrés, algo bueno debe tener el capitalismo que tanta gente va por allá y me da pena con ustedes, pero siguiendo la política de austeridad de Gustavo, allá si les toca pagar sus gastos”, le dijo a su equipo y remató “y puedo estar de incógnito, sin tanto perendengue encima, allá nadie me va a reconocer. Orlando no es como en las rancherías guajiras, donde todos están pendientes de lo que uno lleva puesto”.