Devastación, temperaturas extremas y decisiones políticas que desconocen la realidad del cambio climático marcaron la agenda ambiental en este 2017. Los acontecimientos ocurridos a lo largo del año no dejan duda del impacto que sufre el Planeta, así como de la incapacidad para enderezar el camino.
Harvey, Irma y María son nombres que no olvidarán ni Estados Unidos ni las islas del Caribe, no sólo por la fuerzas de estos huracanes que provocaron la mayor catástrofe a su paso. El que hayan ocurrido con pocos días de diferencia entre uno y otro dificultó la recuperación de las zonas afectadas a la vez que evidenció una verdad que se hace recurrente con el paso del tiempo: el cambio del clima, el calentamiento global y el daño ambiental están haciendo más frecuentes y letales los fenómenos naturales.
Estados Unidos padeció esa realidad en estos doce meses. Además de los huracanes, esa nación ha sido afectada por múltiples incendios que han obligado a evacuar poblaciones, a la vez que han dejado estelas de muerte, miles de hectáreas arrasadas y cientos de propiedades destruidas. También ha visto cómo las temperaturas suben a niveles inconcebibles durante el invierno o se forman tornados devastadores fuera de temporada.
Quince eventos naturales desastrosos, que dejaron 300 personas fallecidas y le costaron US$25.000 millones fue lo que vivió EE.UU. en el 2017. Pero ni esa realidad evitó que el presidente Donald Trump tomara la decisión de retirar a su país del Acuerdo de París con el que 195 naciones se comprometieron a emprender acciones para detener el cambio climático. Tampoco le bastó a la hora de reversar decisiones ambientales tomadas por su antecesor, como ampliar las zonas de exploración petrolera en reservas naturales.
Ningún continente se salvó del impacto de la naturaleza, con casos insólitos como el del huracán que golpeó las costas de Gran Bretaña. Inundaciones en Asia, el verano más caliente de la historia reciente en Europa, terremotos en México y Chile y así una larga lista que parece crecer por cada año que pasa.
Colombia tampoco fue inmune a los daños ambientales ni a las catástrofes naturales. Mocoa hundida en el lodo luego de la avalancha provocada por el desbordamiento de los ríos que rodean a la capital del Putumayo, es imagen fresca en la memoria de los colombianos. Cuatrocientas personas fallecieron, miles lo perdieron todo y la recuperación avanza con lentitud.
Situaciones similares se vivieron en el resto del territorio nacional, mientras que el aumento de bosques talados, la incapacidad de frenar la minería ilegal y reversazos como el fallo judicial que echó para atrás la delimitación del páramo Santurbán fueron algunos de los acontecimientos del año.
En el caso del Valle hubo noticias positivas como la recuperación del 82% de las 3.500 hectáreas de bosques deforestadas en la región, así como el aumento del área de protección de la cuenca del río Pance. Pese a los avances que se han hecho, aún hay pendientes por cumplir en el Parque Nacional Natural Farallones para garantizar su conservación.
El 2018 representará un reto para todo el mundo en materia ambiental. Las acciones que se emprendan o lo que se deje de hacer marcará la posibilidad de detener el avance del cambio climático y darle una oportunidad al futuro de la Tierra y de sus habitantes.