La postulación de Cali como sede de la próxima Conferencia de las Partes sobre Biodiversidad, COP 16, debe ser impulsada desde todos los estamentos, públicos, privados y sociales. La ciudad cuenta con un patrimonio natural que merece ser resaltado en una de las cumbres medioambientales con mayor trascendencia internacional, a la vez que ofrece las condiciones óptimas para recibir eventos de talla mundial.
Esta sería una oportunidad única para la capital del Valle, que debe tener resonancia en el Gobierno Nacional encargado de escoger la sede o sedes de la COP 16 que se realizará entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre de 2024 en el país.
La discusión sobre las tareas de la humanidad para garantizar la conservación de su diversidad biológica, tendría en Cali un escenario ideal. Es la ciudad más importante del Pacífico colombiano, una de las pocas en el mundo que tiene el privilegio de ser atravesada por siete ríos y donde se encuentra una de las mayores reservas naturales del país, el Parque Nacional Farallones.
Es en ese imponente vigía que se levanta al centro de la Cordillera Occidental, con una extensión de 196.429 hectáreas y que alcanza los 4000 metros de altura, donde está la mayor riqueza de Cali y para los caleños. Ahí nacen 30 ríos que bajan para bañar y abastecer de agua a varios departamentos del suroccidente colombiano.
A lo largo de los siglos se han formado trece ecosistemas únicos, con cientos de especies de fauna y flora, buena parte de ellas endémicas. Y es el hogar donde residen casi todas las 600 clases de aves -el 30% del total nacional- que se han observado en la ciudad.
Esos son motivos de peso para que a la ciudad se le honre siendo la anfitriona de la COP 16. Pero hay otras razones aún más profundas, como la posibilidad de poner en el radar la riqueza natural de la ciudad y generar, a través de ese gran encuentro mundial por la biodiversidad, la conciencia ambiental que necesitan recuperar y fortalecer los caleños.
Imposible negar que, como pasa en la mayoría del mundo, a la sociedad local se le olvida por momentos la urgencia de proteger el que, sin duda, es su patrimonio más importante, para el presente y para el futuro.
La cumbre por la biodiversidad puede ser la motivación que se necesita para volver la mirada hacia esos siete ríos que a veces pasan desapercibidos e incluso moribundos. Es la oportunidad, además, para que las autoridades municipales, las del Valle y las nacionales que tienen el deber de proteger los Farallones, cumplan en verdad con su cometido, erradiquen los males que, como la minería ilegal o las invasiones, atentan contra el Parque Nacional y garanticen su conservación.
A esas razones, indiscutibles, se deben sumar las características que hacen de Cali una buena anfitriona, cálida y alegre, acogedora, que sabe recibir bien a sus visitantes, como lo ha demostrado en los eventos internacionales que recibe con frecuencia. Por todo ello, se merece ser escogida como la sede de la Conferencia de las Partes sobre Biodiversidad, un honor que le corresponde y que sabrá honrar.