Los colombianos están entre los más madrugadores del mundo, el país tiene una de las jornadas semanales más largas de trabajo y, sin embargo, se raja en productividad. Qué se debe hacer para mejorar ese factor, cómo apoyar a las empresas para que produzcan más y qué incentivos se les deben dar a los trabajadores, en particular a quienes están en la informalidad, son los cuestionamientos que deberían resolver reformas como la laboral, ahora en curso en el Congreso.
Las estadísticas no mienten. Colombia ocupa el último puesto en productividad entre los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Ocde. El aporte del país a la economía nacional por cada hora trabajada es de apenas US$17,7, cifra que resulta irrisoria si se compara con la de Irlanda, primera de la lista, que le pone US$139,2 a su economía en ese mismo periodo.
Las razones se pueden explicar en la falta de preparación de sus trabajadores, los bajos niveles de educación y la informalidad laboral que es, así mismo, una de las más altas del mundo. En el primer trimestre de este año la cifra de personas ocupadas en Colombia alcanzó los 22,8 millones, de los cuales el 58,4% son informales, dato que llega al 80% cuando se habla de labores en el campo.
Con la claridad sobre la existencia real de esas brechas, sería lógico que la transformación de las políticas labores apuntaran a beneficiar a los trabajadores y así mismo a incentivar el fortalecimiento de las empresas generadoras de puestos de trabajo para que mejoren su productividad. La informalidad es, sin duda, contraria a ese propósito y es ahí donde se deben concentrar los grandes esfuerzos, en atraer hacia la formalidad a quienes hoy no lo están, sean empresas o trabajadores independientes.
Tienen razón expertos como la presidenta del Consejo Nacional de Competitividad, Ana Fernanda Maiguascha, cuando manifiestan su preocupación por la reforma laboral que se tramita actualmente en el Congreso de la República en la que, según explicó en conversación con este diario, “no vemos elementos que resuelvan el problema de participación, de desempleo y de informalidad”.
La educación y formación laboral son otros de los aspectos que se deben abordar con decisión si se pretenden mejorar los índices de productividad en el país y salir de ese foso en el que la Ocde ha ubicado a Colombia, por debajo de naciones como México, Chile o Sudáfrica, y al extremo contrario de Irlanda, Luxemburgo y Noruega que encabezan la medición. Sin entrar en la formación escolar, que debería apuntar a la educación vocacional para que los jóvenes salgan preparados para desempeñar un oficio, el país necesita más y mejor técnicos y tecnólogos listos para competir en el mundo laboral.
Sin descuidar las mejores garantías para los trabajadores formales, las reformas que se hagan deben dirigirse a cerrar esas brechas que hacen de Colombia el país menos competitivo, en el que por más que se madrugue, no se produce más.