El anuncio hecho por el alcalde Alejandro Eder, sobre el plan para empezar a recuperar a Corfecali, es una buena noticia para los caleños. Porque el mismo permitirá empezar a aliviar la crisis que enfrentan centenares de artistas, así como un importante grupo de empresas, con los que la entidad tiene millonarias deudas.
Sin embargo, esta positiva noticia no debe hacernos olvidar que, hasta ahora, nadie ha sido responsabilizado por las cuestionables acciones de la pasada Administración que llevaron a esa entidad a la quiebra.
El caso de Corfecali es el ejemplo más visible y grotesco, entre muchos otros, de la nefasta herencia que el pésimo gobierno de Jorge Iván Ospina le dejó a nuestra ciudad. Porque en menos de cuatro años esta corporación de carácter mixto, que era una auténtica ‘joya de la corona’, quedó convertida en ‘cenizas’.
El ex alcalde Ospina recibió una entidad fortalecida en lo financiero, lo administrativo y lo operativo, con excedentes por casi $6.000 millones y convertida en uno de los operadores de eventos más exitosos de Colombia. Y la entregó con deudas por más de $17.000 millones, un patrimonio negativo de $9.000 millones y sin ninguna posibilidad de operar en el mercado, ante su ruinosa situación financiera.
Ese desastre se empezó a configurar durante la denominada Feria de Cali Virtual del año 2020, cuando el ex gerente de Corfecali Alexánder Zuluaga orquestó y ejecutó, con amigos cercanos y empresarios inescrupulosos, un cuestionado plan de contratación que hoy está bajo investigación de los entes de control. Posteriormente, la lánguida gestión de su sucesor, Argemiro Cortés, sometida a presiones provenientes de la misma Alcaldía, terminó por sepultar a la Corporación.
Lo que los caleños se siguen preguntando es por qué en este caso, como en tantos otros derivados del gobierno Ospina, la acción de la Procuraduría, la Contraloría y la Fiscalía sigue brillando por su ineficiencia. Mientras tanto, los responsables del daño descomunal que se le hizo a Corfecali continúan en sus andanzas, unos ya por fuera del país, otros maquinando nuevas formas de intervenir en las actividades culturales de la ciudad para beneficio propio y algunos pontificando vergonzosamente desde las redes sociales sobre cómo gobernar a Cali.
La decisión del alcalde Eder, de inyectarle $15.000 millones a la Corporación para que empiece a pagar sus deudas, es un paso en la dirección correcta. También lo es la idea de cederle la propiedad del Orquideorama, donde funciona su sede, para que fortalezca su patrimonio. Pero estas acciones resultarán insuficientes si los demás socios de la entidad, varios de ellos del sector privado, no siguen el ejemplo de hacer aportes extraordinarios para capitalizarla.
Por mandato legal, Corfecali es la única entidad responsable de organizar la Feria de Cali. Y es evidente que, ante su deplorable situación, este año la entidad no ha podido adelantar esa gestión, que demanda al menos diez meses de arduo trabajo. Es conveniente, entonces, que el Alcalde también dé instrucciones de acelerar ese proceso, o en diciembre próximo la ciudad estará contando un nuevo capítulo de esta larga y dolorosa crisis.