A medida que avanza la cumbre COP26 en Glasgow aparecen más promesas y declaraciones de los gobernantes que allí han llegado para hablar del cambio climático, de los riesgos que está enfrentando el planeta y para escuchar los llamados sobre la necesidad de actuar antes de que sea tarde. Sin embargo, las respuestas vuelven a ser abundantes en convencionalismos que no se corresponden con la gravedad de lo que está sucediendo.
Incluso, aún no está suficientemente claro hasta dónde ha llegado la amenaza que causa la emisión de los gases que se convierten en una especie de sello en la atmósfera y desencadenan el cambio climático. Lo que sí parece incontrovertible es el daño que causa la emisión de gases producidos a partir del carbón y de los demás combustibles fósiles, y la imperiosa necesidad de acelerar la transición hacia las nuevas tecnologías que permitan reducir la contaminación usando fuentes de energía que no contaminen.
Pero todo parece un esfuerzo vano, indicando que se mantienen los intereses de cada Estado por encima de la necesidad de proteger a la humanidad de lo que parece ser una tragedia inexorable si no se frena el calentamiento global. De hecho, a la cumbre de Glasgow no asistió el presidente de China que emite una tercera parte de la contaminación, tratando de aprovechar al máximo las ventajas que le ofrece el carbón en términos de costos, sin importar que sus enormes ciudades son las primeras en padecer sus perniciosos efectos.
Los representantes de Xi Jinpping llevaron a Glasgow una propuesta calificada de ‘modesta, inconcreta y con plazos más largos’, lo cual significa que no asumen compromiso alguno con lo que califican como una imposición de Occidente. Y sin el aporte de China, no se cumplirá ningún objetivo. En otros términos, es la ecología utilizada con intención política para imponer la creciente hegemonía del país asiático, basada en su necesidad de mantener un crecimiento económico a cualquier precio.
Pero también es notoria la precariedad de las propuestas presentadas por las grandes potencias, encabezadas por los Estados Unidos que regresa al escenario multilateral luego de los cuatro años de Donald Trump, su ‘América primero’ y el nacionalismo que se opone a la necesidad de adoptar medidas conjuntas para defender el planeta. Y así como también faltó Rusia, es notorio el divorcio de Europa y Gran Bretaña y su necesidad de tener energía a como de lugar para mantener su crecimiento.
Como todas las cumbres, de la COP26 saldrá una declaración plena de promesas, compromisos y ofertas a los países que se comprometan a defender la Amazonía o a controlar sus emisiones. Pero como sucede siempre, las promesas se quedarán escritas y se producirán los incumplimientos mientras los problemas crecen al ritmo de las economías más poderosas.
Hoy, y en medio de la cumbre que pretende limitar la emisión de gases con efecto invernadero, los precios del petróleo y el carbón están en auge, producto del aumento de la demanda. Es la contradicción que debe resolverse para evitar lo que se anuncia como una crisis de características insospechadas.