El consenso sobre la urgencia de reducir el uso de los combustibles fósiles quedó reafirmado en la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático, COP 28, realizada en Dubái. La cuestión ahora es cómo se garantizará el cumplimiento de los compromisos pactados, que ello se haga en los tiempos límite establecidos y que el acuerdo no se quede, como ha pasado hasta ahora, solo en el papel.
Al finalizar el martes anterior la que se considera la cumbre medioambiental más importante para el mundo, no faltaron las voces optimistas que calificaron como “histórico” el documento acordado por los representantes de las 200 naciones participantes.
Es verdad que por primera vez una conferencia sobre el clima concluye con un llamamiento a abordar la causa principal del que es sin duda el problema con mayor repercusión sobre la humanidad. También, es importante que se lograra incluir en el acuerdo el “principio del fin de los combustibles fósiles”, a la vez que se ratificara el 2050 como el año en el cual esa reducción neta deberá llegar a cero. Ahora hay que preguntar cómo se logrará y quiénes abanderarán la causa.
En el texto suscrito queda claro que si bien se deben agilizar las medidas en lo que queda de esta década para conseguir los objetivos, el abandono de los combustibles fósiles se tiene que hacer “de manera justa, ordenada y equitativa”. Eso quiere decir que está bien acelerar, pero que no es corriendo sin control como se llegará a esa meta.
La transición hacia energía limpias es lo primero que se debe abordar, como bien lo plantea la declaración de Dubái. Sin “triplicar la capacidad mundial de energías renovables y duplicar la tasa media anual mundial de mejora de la eficiencia energética de aquí al 2030″, lo que exige inversiones considerables, no existen mayores posibilidades de dejar atrás el uso del petróleo, el gas o del carbón. Ese es el contundente mensaje que se les envía a los gobiernos, que son los garantes del cumplimiento de lo pactado.
El otro asunto prioritario es el apoyo internacional “continuo y reforzado” a los países en desarrollo para que ellos también alcancen los objetivos planteados. Ya se sabe que las ‘bolsas’ de recursos económicos en las que se han comprometido las naciones más desarrolladas, que a su vez son las más contaminantes en el mundo, se han quedado en promesas de aportes, y sin esos dineros cualquier acción se verá frustrada.
No queda duda que es esta la ocasión en la que mayores avances se han registrado en una Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático. Así mismo que el documento suscrito recoge las inquietudes y necesidades urgentes planteadas en otras cumbres y en el Acuerdo de París de 2015. No quiere decir, sin embargo, que ahora sí existan las garantías de cumplimiento, ni mucho menos que los objetivos se cumplan en los tiempos establecidos.
Los pasos que se están dando son lentos y mientras tanto los plazos que tiene la humanidad se agotan.