No basta con admitir el descontrol que se vive en el centro de Cali por cuenta de la rumba, el consumo de licor y los desmanes en los espacios públicos, como lo hizo el alcalde Jorge Iván Ospina. Restablecer el orden y la autoridad es imperativo para rescatar ese sector neurálgico de la ciudad.
La alegría y su predisposición para la rumba son características que identifican a la capital del Valle y en general a los caleños. Es la cultura que se ha forjado e impulsado con los años, en torno a la cual se ha desarrollado una economía local cada vez más fuerte, que si bien es positiva para Cali y su gente debe estar regulada y bajo control.
Todo lo contrario de lo que ha sucedido en el Centro, donde las restricciones obligadas por la pandemia del Covid-19 llevaron a buscar espacios al aire libre para que esos encuentros alrededor de la rumba, de las reuniones sociales, de las demostraciones de alegría se pudieran dar. Superada la emergencia sanitaria, esa apertura no solo se mantuvo, también se amplió mientras la indisciplina ciudadana se impuso sin que las autoridades locales reaccionaran de forma oportuna.
De una calle dispuesta para ese fin se pasó a varias cuadras, se permitió la restricción del paso vehicular en ciertos horarios y días, al igual que se estableció un cobro para quienes debieran transitar por el sector. Ahora entró en esa misma dinámica el Bulevar del Río, también en el corazón de Cali, un corredor peatonal pensado para el disfrute de la familia, así como para ser epicentro de eventos culturales, gastronómicos y artísticos.
El problema no es solo la rumba. Son por igual el consumo de licor y de estupefacientes, el caos que se forma en el espacio público, los líos para la movilidad y la inseguridad que se extiende por el Centro de Cali. Todo ello frente a unas autoridades que parecieran haberse vuelto complacientes frente al irrespeto de las normas que permiten vivir en sociedad y mantener el orden ciudadano.
Como sucede en muchas ciudades del mundo, convertir el Centro en un lugar de encuentro cultural, atractivo para propios y visitantes, con una amplia oferta gastronómica, de bares y locales nocturnos, puede ser una alternativa positiva que amplía la posibilidad de atraer un mayor turismo. Su éxito está en que se haga de manera regulada, bajo medidas que se cumplen, brindado garantías de seguridad y bajo la vigilancia de las autoridades locales.
Lo que hoy sucede en Cali nada tiene qué ver con ello. Por esa razón hay que exigir al Alcalde y a los funcionarios responsables que no solo reconozcan lo que pasa sino que adopten las medidas que permitan restablecer el orden en el espacio público y devolverle la tranquilidad al centro de la ciudad, como lo demandan los vecinos del sector y la ciudadanía en general. Que no se confunda la alegría de los caleños y su forma de demostrarla con una patente para el descontrol.