Las elecciones del domingo anterior en Argentina sorprendieron. En su mayoría, los sufragantes decidieron darle el voto de confianza a quien es el mayor responsable de que la inflación hoy ronde el 138%, mientras el favorito de las encuestas quedó en segundo lugar a una distancia considerable. Habrá segunda vuelta, que se disputará dentro de cuatro semanas entre dos corrientes extremas, tan solo unidas por el populismo que representan cada una a su manera.
Contra cualquier pronóstico, Sergio Massa, el ministro de Economía del actual gobierno y representante del peronismo más rancio, fue el vencedor en primera vuelta con el 36,6% de los votos, a escasos tres puntos de evitar el balotaje y convertirse de un solo tirón en el nuevo mandatario. Lo que pocos esperaban era el desinfle en las urnas del polémico Javier Milei, a quien todos daban como el gran ganador con amplísima ventaja y apenas le alcanzó para obtener el 30%.
Si bien en un primer análisis poco se entiende que el hombre responsable de llevar a tres dígitos la inflación en Argentina, la segunda en Suramérica y apenas superada por la venezolana, y de no hacer lo suficiente para reducir la pobreza extrema que hoy afecta al 40% de la población, resultara favorecido en los escrutinios y con tan amplia ventaja.
Sin duda, la estrategia del gobierno de destinar en los últimos meses de la contienda electoral un mayor número de recursos a programas asistencialistas, pudo influir en ello. O también el temor de los argentinos de ir hacia un abismo aún más desconocido o impredecible, representado en Milei, con su liberalismo extremo y su figura caricaturesca, comparada con la Donald Trump.
Surtida la primera cita con las urnas, ahora se viene la más intensa de las campañas, en la que cada candidato tratará de obtener a como dé lugar el favor de la tercera fuerza, la de la centroderechista y macrista Patricia Bullrich.
No será tan fácil que los seguidores de la excandidata se decanten por alguno de los dos y más complejo aún será verlos apoyar a la izquierda peronista y continuista de Massa, o a quien representa la orilla contraria con sus promesas de dolarizar la economía, acabar con el Banco Central y de paso con todos los subsidios estatales. Poco le ayudará en ese propósito a Milei haber usado una como imagen de su campaña.
Sea quien sea a quien elijan el próximo 19 de noviembre, cuando se realice la segunda vuelta, a los argentinos les espera un presidente populista, que tendrá la difícil tarea de sacar de una de las peores crisis económicas y sociales al país austral. Son dos décadas, desde la desastrosa recesión del 2001, recordada por lo que se llamó el corralito o la restricción para retirar el dinero de los bancos, en las que Argentina no ha logrado levantar cabeza.
Ni el kirchnerismo de Fernando y Cristina, ni la derecha de Mauricio Macri, ni la izquierda hoy con Alberto Fernández a la cabeza, han cumplido en estos 22 años el propósito de devolverle la estabilidad a su nación. El dilema es quién entre Massa y Milei está en capacidad de cambiar el rumbo argentino y regresarles la tranquilidad a sus 46 millones de habitantes.