El nombramiento de Salvatore Mancuso como gestor de paz por el gobierno de Gustavo Petro generó sorpresa y reservas entre los colombianos. No son claras las razones para que se le diera esa categoría al exjefe paramilitar, que hoy se encuentra en una cárcel de los Estados Unidos y tiene condenas pendientes por pagar en el país. Para tranquilidad de la sociedad deberán explicarse las condiciones y el alcance que tendrá dicha decisión.
De las declaraciones del Presidente de la República se infiere que lo que se busca, en el marco de la paz total, es obtener la mayor colaboración de Mancuso para conocer la verdad sobre los crímenes cometidos por las organizaciones paramilitares bajo su mando durante uno de los periodos más amargos y atroces de la violencia en Colombia. Así mismo, se espera saber si en ellos hubo participación de agentes del Estado, esclarecer el paradero aún incierto de cientos de víctimas y obtener la reparación que estas o sus familias se merecen de parte de quienes fueron los autores de los delitos en su contra.
No hay duda de que existen aún lagunas oscuras que se necesitan aclarar para que la Nación y quienes resultaron damnificados por el accionar de los violentos, puedan sanar sus heridas y en muchos casos recuperar su paz o seguir con sus vidas. Ese es parte del trabajo que adelanta la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, en la que fue aceptado el señor Salvatore Mancuso y donde ya ha rendido indagatorias.
Las audiencias públicas en las que ha participado el exparamilitar de manera virtual desde la cárcel de los Estados Unidos donde aún se encuentra detenido, luego de pagar la condena que se le impuso y a la espera de su deportación a Colombia, han permitido conocer parte de esa verdad. La información entregada ha sido básica para saber sobre los alcances de sus crímenes o encontrar los restos de decenas de personas asesinadas y desaparecidas por el señor Mancuso y sus secuaces.
Si todo ello ya se está presentando ante la JEP, el órgano creado para conocer y juzgar los crímenes de una época violenta del país, la cuestión es por qué ahora se nombra a Mancuso como gestor de paz, una figura que no se ha explicado con la suficiente amplitud, se aplica sin distingo a delincuentes o a criminales de cualquier calaña, y genera inquietudes e incertidumbres entre los colombianos.
Salvatore Mancuso, como lo han dejado en firme diferentes instancias de la Justicia, tiene condenas que deberá pagar cuando regrese al país. Es de esperar que la condición que le ha otorgado el Gobierno Nacional, y que él ha aceptado gustoso según se infiere de la extensa carta de respuesta en la que aseguró estar listo para “cumplir” su tarea, no signifique que evadirá sus sentencias o que se le otorgarán beneficios que aún desconoce el país.
La paz total es el anhelo de la nación, pero no se puede prestar para que queden impunes quienes han cometido crímenes y tanto daño le han hecho a Colombia.