Tal como lo anunció en su campaña, el Presidente Donald Trump cambió la política de Estados Unidos hacia Cuba. Además de borrar de un tajo uno de los legados de Barack Obama sobre las relaciones con el resto de América, el acosado mandatario trata de conseguir aliados en los congresistas que representan el exilio recalcitrante de los cubanos en ese país.
La disculpa parece ser la cruzada de Trump para destruir la herencia de su antecesor. Pero eso es lo de menos: lo verdaderamente importante es que le devolvió a la dictadura castrista la que ha sido su razón para justificar el mantenimiento de la represión y del comunismo en la tierra de José Martí.
En un discurso encendido, Trump cumplió su promesa a los exiliados anticastristas de la Florida, lo que en su momento fue determinante para ganar su apoyo y lograr la presidencia. Al argumentar que la flexibilización del embargo “no ha ayudado al pueblo y sólo ha enriquecido al régimen cubano”, expresó sus exigencias al gobierno de Raúl Castro para retomar el diálogo: liberación de todos los presos políticos, la convocatoria de elecciones libres y el respeto al derecho a la libertad de expresión y reunión.
Por supuesto, el castrismo no perdió la oportunidad, y en un comunicado regresó al rechazo grandilocuente del “injerencismo imperialista”, al mejor estilo de Nicolás Maduro, además de acusar a Trump de causar daño al pueblo cubano y a sus libertades. Es decir, en la medida que anula casi todo lo acordado encontraron el argumento para continuar asfixiando a Cuba y su necesidad de abrirse al mundo para llegar a ser una nación moderna y no el gueto de hoy.
No obstante el endurecimiento, Trump no echó todo para atrás. Seguirán funcionando las embajadas que reabrieron sus puertas tras más de 50 años de ruptura de las relaciones. Los vuelos comerciales ni los cruceros fueron prohibidos, y las remesas desde Estados Unidos hacia Cuba seguirán llegando, como tampoco regresará la estrategia de ‘pies secos, pies mojados’ que permitía a los cubanos entrar sin visa al país norteamericano.
¿Cuál será el escenario después de esta decisión? Las posibilidades de normalizar las relaciones se alejaron. Lo único cierto es que se ha satisfecho a la línea dura del exilio, lo que le ha dado un poco de respiro a Trump, en medio de la compleja situación interna que enfrenta, pero como solución no hay ningún aporte.
En los meses venideros Trump reforzará el embargo, limitará los viajes a La Habana y restringirá las aperturas comerciales, aupado por un exilio exultante, mientras la mayoría de los cubanos en los Estados Unidos ya no quieren esa política. Y el régimen comunista cubano seguirá aislado, apelando a su antigua forma de sembrar miedo a sus ciudadanos y justificando la represión con una inminente invasión del imperio.
Lo que sigue será una andanada de frases altisonantes de lado y lado que nos devolverán al congelamiento de unas relaciones que tuvieron una esperanza hace quince meses. Se habrá perdido entonces la posibilidad de cambiar la dictadura en Cuba por medio de la apertura.