La mezcla de los temores desatados por el coronavirus, y las diferencias entre Arabia Saudita y Rusia por el manejo de la producción de petróleo para enfrentar la emergencia producida por la baja en el consumo, produjeron el pasado lunes un sismo que estremeció los mercados de valores en todo el mundo. Si bien ayer se produjo una reacción positiva, la incertidumbre es la nota que marca el futuro de la economía mundial.
Antes de iniciarse la semana, el mundo venía padeciendo la contracción que significa el frenazo que China, la segunda economía más grande del planeta, debió aplicar en sus actividades para enfrentar la aparición del peligroso virus y su veloz contagio. Luego, con el esparcimiento de la enfermedad y la alarma que produce el desconocimiento de sus características y la dificultad para enfrentarla, la parálisis alcanzó a Europa, ya llegó a América y está tocando las puertas de África.
Esa contracción llevó a la reunión de los países exportadores de petróleo a plantear la reducción de los volúmenes que producen para tratar de contener la caída de su precio, que hasta la semana pasada llegaba a US$ 55 dólares el barril. Lo que no contaban era con el rechazo de Rusia, alegando la necesidad de no perder sus mercados y de generar los ingresos que se requerían, toda vez que producir un barril les cuesta US$ 40.
La respuesta de Arabia Saudita a esa negativa fue contundente: aumentar su producción en cerca del 25%, dejar caer el precio hasta donde sea necesario, y esperar a que Rusia reaccione. El resultado de esa combinación entre la contracción de la demanda y la guerra de los productores fue el hundimiento de las bolsas de valores, la incertidumbre en los mercados y la alarma en países que, como Colombia, dependen del petróleo y de los buenos precios.
Por fortuna, la reacción de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón lograron ayer recuperar en parte las pérdidas registradas el día anterior y mejorar el precio del petróleo. No obstante, es imposible despejar las dudas y pasar la borrasca hasta tanto no se resuelvan sus causas. Es decir, hasta que el mundo no logre superar el miedo y las dudas sembradas por el Covid-19, y que China recupere o por lo menos anuncie la superación de una crisis que empezó cuando su gobierno declaró un virtual toque de queda para enfrentar el enemigo desconocido.
Hoy, el país asiático da muestras de que comienza a superar el problema y en el resto del mundo aparece el esfuerzo por franquear la crisis de confianza que se ha insinuado. Pero queda mucho trecho por recorrer, tanto para enfrentar el coronavirus como para pasar el bache que sorprendió a la economía y la sombra de la recesión que parece asomarse si no hay una reacción.
Para Colombia, las circunstancias obligan a tomar decisiones con cautela y firmeza que eviten el descuadernamiento de las finanzas públicas, detengan la tendencia al consumo de productos importados y el gasto público sin control y el endeudamiento para financiarlo. Es un campanazo de alerta que debe llevar a adoptar medidas para impedir que se produzcan males mayores.