El nombramiento de Diosdado Cabello como ministro del Interior de Venezuela, un día antes de la marcha convocada por la oposición en ese país, deja claro que Nicolás Maduro y el chavismo no cederán a la presión nacional e internacional para que reconozcan el evidente fraude en los resultados de los comicios presidenciales. Creer que abandonarán el poder y se hará una transición tranquila es una utopía.

Cabello es el hombre más radical del régimen. A este exteniente del ejército, compañero y escudero fiel de Hugo Chávez, muchos lo consideran como el terror de aquellos que se han opuesto desde hace 25 años a la que hoy solo puede considerarse como una dictadura.

En cualquier posición que haya ocupado, ya sea como vicepresidente de la nación, ministro, cabeza del partido de gobierno, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente o diputado, cargo que ostentaba hasta ayer, ha sido la voz pendenciera del régimen. Su encargo ha sido también el de perseguir y acabar con la prensa libre y democrática en la vecina nación, como sucedió con el diario El Nacional, al que expropió, entre muchos otros.

A Diosdado Cabello se le acusa, además, de corrupción -le dicen ‘el pulpo’ por tener tentáculos en todas partes-, narcotráfico y ordenar crímenes. Al menos seis países, incluida la Unión Europea, lo han sancionado o prohibido el ingreso, mientras Estados Unidos emitió en 2020 una orden de captura por tráfico de drogas y narcoterrorismo. De tal tamaño es el prontuario de quien desde ayer es el Ministro del Interior de Venezuela.

No parece coincidencia que Maduro lo nombre en ese cargo un día antes de la nueva marcha convocada por María Corina Machado, líder opositora, para exigir que se respeten los resultados de las elecciones presidenciales celebradas el 28 de julio pasado, ganadas ampliamente por Edmundo González, según las actas conocidas. Con todas las ramas del poder público coaccionadas, como el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo, y sin ninguna prueba, Maduro fue investido de nuevo como mandatario.

Los reclamos de la oposición han sido respondidos con violencia y más persecución. Van 2400 detenidos, el último de ellos el abogado y consejero de María Corina secuestrado ayer, según las denuncias, por fuerzas del Estado; así como 27 muertos y 200 heridos. Es la lucha a sangre y fuego a la que ha llamado Cabello desde el mismo día de los comicios para defender la permanencia del chavismo en el poder.

Ahora que a Diosdado se le entrega mayor poder al ponerlo en cabeza de la cartera del Interior, responsable así mismo del orden público nacional, es de suponer que la persecución se intensificará. El mensaje a la comunidad internacional también es claro: el régimen no tiene la mínima intención de llegar a un acuerdo para que haya una transición de gobierno y se reconozca así la voluntad de las mayorías venezolanas.

El panorama es incierto para el vecino país y se torna cada vez más peligroso para quienes lideran la oposición. El mundo tiene que mantenerse vigilante sobre lo que pasa en Venezuela y no cejar en su empeño de devolverle a esa nación la democracia y con ello la tranquilidad a sus 40 millones de habitantes, ocho millones de ellos en el exilio.