El día sin carro y sin moto es un acto simbólico mediante el cual se pretende crear conciencia sobre la necesidad de reducir la contaminación en Cali. La pregunta es hasta dónde puede llegarse a sabiendas del daño que le ocasionará a miles de caleños.
La vida en la capital vallecaucana transcurre entre su compromiso con la naturaleza reflejado en los árboles y las zonas verdes que posee en su zona urbana, y la contaminación de toda clase que le producen los quinientos mil vehículos y más de seiscientas mil motos que a diario transitan por sus calles. Esa dicotomía hace más que necesario promover en sus habitantes la responsabilidad que les corresponde con su medio ambiente.
Esa invasión de vehículos, que además del desorden producen ruido y emisión de gases en niveles a veces peligrosos, pudo haberse resuelto en gran parte si se hubiera fortalecido el sistema de transporte masivo, la alternativa que se decidió hace casi veinte años para transformar la vida urbana y la comunicación de toda la ciudad. Sin embargo, el MÍO atraviesa hoy una crisis que lo tiene al borde de la parálisis, reduciendo el número de buses que los operadores ponen en circulación. Más aún, cuando las asonadas del pasado 28 de abril de 2021 casi destruyen el sistema.
El resultado es que los caleños han tenido que resolver sus necesidades de transporte mediante la compra de motos y automóviles, los cuales se multiplican cada día. Son ellos, los millones de caleños que se quedan sin medio de transporte, quienes pagarán las consecuencias del día sin carro y sin moto.
Así, una propuesta que convoca a la responsabilidad ciudadana con el medio ambiente puede convertirse en enemigo de esos ciudadanos al impedirles el transporte que requieren para trabajar, desplazarse a sus hogares y realizar sus actividades. Y se debe tener en cuenta la cantidad de trabajadores informales que buscan a diario el sustento de sus familias en las calles, quienes serían perjudicados por la decisión de suspender la circulación de miles de personas.
En anteriores ocasiones, el día sin carro fue un llamado a la conciencia ecológica. Hoy debe reconocerse que causará dificultades, convirtiéndolo en un dolor de cabeza al poner su cumplimiento por encima de sus necesidades.
Por eso es necesario pedir a las autoridades municipales que reflexionen sobre lo que en la práctica significa no tener un sistema de transporte público adecuado y prohibir a los caleños el uso de sus medios de locomoción. Y si persisten en mantener la veda a la circulación de automóviles y motos el próximo 22 de septiembre debe resolver las preguntas que hoy están haciéndose muchos habitantes de Cali: ¿Cómo podrán desempeñar sus labores? ¿Está el MÍO en condiciones de prestar un servicio adecuado a la necesidad de ese día?
La administración municipal está en la obligación de dar una respuesta oportuna y sin especulaciones, garantizando a quienes lo necesitan el transporte en toda la ciudad. Y, ante todo, debe escuchar los reclamos de los sectores que con justa causa se oponen a la medida, tomando la decisión que más convenga a la ciudadanía.