Si lo que pretendía Emmanuel Macron era “clarificar” la vida política de Francia al disolver la Cámara de Diputados, para obligar así a unas elecciones legislativas adelantadas, el futuro de la nación gala quedó más enredado luego de la segunda vuelta votada ayer domingo. El triunfo del ultraderechismo en la primera jornada fue efímero, la izquierda se pudo recuperar y además se impuso, mientras el oficialismo recobró algo de fuerza pese a perder parte importante de sus escaños.
El trabajo mediático que se inició hace 15 días desde diferentes frentes de la opinión pública para evitar que el partido de extrema derecha Reunión Nacional, RN, liderado por Marine Le Pen, repitiera la victoria obtenida en la primera vuelta de los comicios legislativos, dio sus resultados.
En un giro que parecía imposible, el movimiento de izquierdas La Francia Insumisa, de Jean-Luc Melenchón, del cual hacen parte entre otros colectivos socialistas y ecologistas, se alzó con la mayoría de los escaños, entre 172 y 192. Por su parte el Partido Juntos, del presidente Macron, quedó detrás con entre 150 y 170 puestos, lo que significará quedarse sin al menos 100 escaños de los que hoy tiene, y al RN le tocó conformarse con un tercer lugar que le alcanzará para no más de 150 asientos en la Cámara de Diputados, aun cuando ello le significa obtener un 30% más de los que hasta la fecha tenía.
Ninguno de los partidos o movimientos obtuvo las mayorías absolutas, lo que implica que deberán sentarse a negociar en las próximas semanas para definir cómo será la gobernabilidad a futuro. De los acuerdos a los que se lleguen también dependerá la continuidad de Emmanuel Macron y de la conformación de su gobierno. Las posibles fracturas dentro de la izquierda triunfadora, pueden no hacer fácil el proceso.
Ayer, luego de conocerse los resultados iniciales, el Presidente francés recibió la renuncia de su Primer Ministro, quien fue el encargado de manejar la campaña del partido oficialista. De aceptarla, se tendrá que abrir de inmediato el diálogo para designar a su reemplazo y conformar un nuevo gabinete, lo que llevará a una inactividad de facto del Ejecutivo, en la que no podrá tomar decisiones mientras se resuelve la situación.
Si bien una vez ratificados los resultados es previsible que haya un periodo de incertidumbre, es de esperar que se empiece a despejar el camino que abrió Macron hace un mes cuando decidió disolver la Cámara de Diputados y convocar a nuevas elecciones legislativas. Queda claro, por ejemplo, que los franceses aún no están dispuestos a un regreso de la ultraderecha y que son capaces, como lo hicieron en pocos días, de movilizar a la opinión pública para darle la vuelta a los resultados iniciales. La votación en segunda vuelta alcanzó una participación histórica del 67,1%, en buena parte jalonada por ese temor.
El Presidente galo no la tiene fácil. La pérdida de casi un centenar de escaños es el resultado de la inconformidad hacia su gestión, lo cual se ha visto de forma clara con las huelgas organizadas desde diferentes sectores de la sociedad por desacuerdos con muchas de sus decisiones. Ahora, se enfrenta a la posibilidad de cogobernar con un primer ministro que no sea de sus entrañas, incluido uno de la izquierda extrema crítica de su gestión. Lejos se está de “clarificar” la vida política de Francia, como lo pretendió.