La democracia en el Perú está en proceso de sufrir otro golpe más: la separación de su cargo por “incapacidad moral” de su presidente, Pedro Castillo. De prosperar, serían ya siete presidentes destituidos o afectados por acusaciones de corrupción en la última década.

Lo de Castillo ha sido una lamentable demostración de desgobierno, combinado al parecer por hechos que atentan contra la ética y el patrimonio de los peruanos. En ocho meses el profesor de primaria ha constituido cuatro gabinetes que han debido renunciar ante su incompetencia, los escándalos de corrupción y la evidente incapacidad de muchos de sus ministros para desempeñar sus funciones, todo ello cubierto con el manto de la revolución que debía simbolizar el primer mandatario.

Son ocho meses en los cuales los peruanos han debido presenciar el desfile patético de funcionarios sin capacidad o calidades morales para cumplir con su obligación de gobernar un país. Ahora, el asunto ha llegado a acusaciones contra el propio presidente de la República, a quien acusan de cometer actos indelicados, de favorecer negocios o de tratar de desarticular el comando de las fuerzas militares y de policía. Así mismo, de establecer un gabinete en la sombra que ejercía por encima de los ministros titulares, lo cual ha sido reconocido por él.

Tan grave es la descomposición del gobierno de quien se suponía representaba a los peruanos marginados y a las provincias discriminadas por el Estado, que 76 de los 120 congresistas que conforman el Legislativo votaron para que el próximo 28 de marzo se decida la moción de vacancia presidencial promovida por la oposición. Es decir, Castillo ha logrado lo que las elecciones no pudieron, formar un bloque que rechaza sus actuaciones y ya no encuentra otra forma que separarlo del cargo para detener una crisis institucional sin parangón en la historia de su nación.

Y nada parece detener la destitución, que ya dejó de ser un movimiento de la oposición para transformarse en movimiento que consigue adeptos entre los dirigentes y la opinión pública. El pasado lunes, el presidente Castillo se presentó ante el Legislativo para defender su gobierno y mostrar las realizaciones de su gobierno. Fue un pobre ejercicio de lectura de un discurso que, según los medios de comunicación, contiene decenas de frases incluidas en el documento leído en su posesión por el actual jefe de gabinete. Incluso, el intento por disolver el Congreso y llamar a elecciones, la forma de evadir la destitución, le fracasó ante la falta de apoyo político.

El próximo 28 de marzo se celebrará la sesión para decidir sobre la vacancia presidencial por incapacidad moral del presidente Morales, lo que profundizará la incertidumbre institucional en la cual está sumido uno de los países más importantes de América. Al parecer, será difícil conseguir los 87 votos que se requieren para destituir al mandatario, lo que no podrá ocultar el fracaso en que se ha convertido la elección de quien se suponía destinado a cambiar la política, el gobierno y los fundamentos de la democracia en el Perú.