Los hospitales de Cali y el Valle son el reflejo de la crisis que vive la red pública de salud en el país. Mientras las deudas que mantienen las EPS no aminoran, a diario se generan nuevos retrasos en los pagos, con lo cual se pone al borde del colapso la prestación de un servicio esencial. Garantizar la estabilidad del sistema hospitalario nacional debería ser prioridad en cualquier reforma al sector que se pretenda adelantar.

En la semana que termina se realizaron plantones y protestas en varios hospitales del departamento, entre ellos el San Juan de Dios -el más antiguo de Cali con 270 años de historia y que está a un paso del desahucio- y el Hospital Universitario del Valle. Hay retrasos en los pagos a los trabajadores, incumplimientos a los proveedores y por consiguiente escasez de insumos, como sucede en el primero.

A los problemas económicos ya existentes se ha sumado la intervención de la Superintendencia de Salud a dos de las EPS con mayor número de usuarios en la región, Emssanar y Asmet Salud. El proceso administrativo ha afectado el cumplimiento de las obligaciones financieras y hay inquietud en algunos centros de la red hospitalaria por su futuro, toda vez que entre las dos entidades aportan cerca del 50% de los pacientes, y por tanto de los ingresos de instituciones como sucede en el HUV.

La dimensión de lo que acontece es de la mayor gravedad. Como lo informó la doctora María Cristina Lesmes, secretaria de Salud del Valle, la deuda actual de las EPS con las clínicas y hospitales del departamento se acerca al billón de pesos, lo que explica la crisis en la que han entrado esos centros de atención médica. La cifra hace parte de los $14 billones que, de acuerdo con el gremio hospitalario, les deben las Empresas Prestadoras de Salud, las Administradoras de Riesgos Laborales, ARL, y el mismo Estado.

Frente a esa situación se debe demandar la actuación decidida de la Nación para que la crisis, tanto en el Valle como en el resto del país, no se profundice. Sería perjudicial que se llegue a un punto de no retorno, que destruya lo logrado en materia de cobertura y atención.

Sin desconocer que el sistema de salud actual necesita cambios urgentes, en particular para garantizar un derecho fundamental en aquellos territorios apartados y vulnerables en donde no existe atención permanente, la reforma que hace trámite en el Congreso debe apuntar a salvar y fortalecer la red hospitalaria que sí funciona y bien.

La solución no está en acabar con lo que se ha construido en las últimas décadas en Colombia en materia de salud, en arriesgar los progresos logrados hasta ahora, ni mucho menos en cambiar lo que existe para regresar al pasado. Está en encontrar salidas que permitan atender problemas como los de la inmensa deuda que se tiene con los hospitales del Valle del Cauca, que si no se solventa cuanto antes, puede llevar al colapso de la prestación del servicio en el departamento y perjudicar a millones de usuarios.