Si todo avanza como está anunciado, mañana deberá instalarse en Tibú, Norte de Santander, la mesa de diálogos entre el Gobierno Nacional y las disidencias de las Farc, al mando de ‘Iván Mordisco’.

Ese sería el principio del proceso de negociación con una de las organizaciones ilegales que más daño le ha causado en tiempos recientes a Colombia, en particular a regiones como Cauca, Nariño y el Valle. No está claro, sin embargo, que exista la voluntad real de ponerle fin a ese conflicto armado y dejar de lado los negocios ilícitos que lo sostienen.

Cuando el pasado 19 de septiembre se informó desde el municipio de Suárez, Cauca, el acuerdo alcanzado entre las partes para darle inicio a las conversaciones con el Estado Central Mayor de las Farc y decretar, a la par, un cese al fuego durante los siguientes diez meses, la esperanza renació. En especial en aquellas zonas del suroccidente colombiano donde más se ha sentido la violencia impartida por ese grupo criminal, que no se acogió a la paz negociada en La Habana con el grupo guerrillero al que perteneció.

No pasarían más de 24 horas antes de que el terrorismo irrumpiera y devolviera a la realidad de la guerra a varias poblaciones del norte del Cauca y del sur del Valle, provocara dos muertos, dejara al menos una decena de heridos así como afectaciones materiales importantes. La respuesta del gobierno, en cabeza del presidente Gustavo Petro, no podía ser otra que arreciar la lucha contra las disidencias y contra el negocio del narcotráfico que manejan, que se extiende por el cañón del Micay y se trepa por la Cordillera Occidental para salir al Pacífico.

Quedó claro entonces, que mientras se persista en atacar a la población, emboscar a la Fuerza Pública y mantener las actividades ilícitas, el Estado está en la obligación de combatir a esa organización armada ilegal o a cualquiera similar. También se hizo evidente que hay una fractura, o al menos diferencias, en la línea de mando del Estado Mayor Central, en particular entre los frentes que operan en el Cauca y en el Valle, que no parecieran estar dispuestos a acogerse a los diálogos.

Ahora, conocidas las más recientes declaraciones de alias Iván Mordisco, queda también la duda de que haya una verdadera intención de iniciar mañana un proceso de negociación que conduzca a la paz total por la que tanto aboga el presidente Petro.

A los reclamos por la no firma aún del decreto de cese al fuego, se suman las declaraciones de ayer del jefe de las disidencias, en las que arremete contra el Primer Mandatario, a quien acusa de buscar el diálogo “dando plomo”, lo critica por considerarlos narcotraficantes, mientras le recalca que llegó al poder gracias a las mafias.

Está por verse, entonces, si hoy se concreta el inicio de las conversaciones con el Estado Mayor Central de las Farc, a la par que se detienen las acciones armadas de todos sus frentes. O si, por el contrario, queda la silla vacía, como otrora ha ocurrido, en la mesa de diálogos que se instalará en Tibú, mientras se sigue sometiendo al horror de la guerra, del terrorismo y del narcotráfico a los colombianos.