Tal como ocurre con los cielos colombianos en estos primeros días de la actual temporada invernal, la economía colombiana está ensombrecida por grandes nubarrones que presagian mal tiempo. Las desalentadoras cifras que dio a conocer esta semana el Dane sobre el comportamiento del Producto Interno Bruto, PIB, en el primer trimestre del año, así lo evidencian.

En ese período la economía colombiana apenas logró crecer un 0,7%, sin ni siquiera alcanzar el 1% que proyectaban los analistas y observadores más escépticos. Aunque no puede afirmarse que el país está en una recesión -porque esta se configura solo cuando el PIB decrece durante dos trimestres consecutivos-, lo cierto es que sigue caminando al filo de ese abismo. En efecto, con el nuevo dato se completan ya cuatro trimestres seguidos en los que la economía ha presentado variaciones anuales cercanas a cero.

Y los nubarrones del paisaje económico se oscurecen aún más cuando se desagregan las cifras del PIB. Seis de las doce grandes ramas de la economía que mide el Dane tuvieron registros negativos de producción en el primer trimestre. La industria sigue siendo la de peor desempeño, con una contracción de casi 6%. El comercio no logra despegar en ventas. La construcción, a pesar de un ligero repunte, está casi paralizada en el segmento de infraestructura.

Puesto que estas actividades son las grandes generadoras de puestos de trabajo en el país, resulta apenas lógico que Colombia siga ‘nadando’ en un mar de desempleo, superior al 11%. Dos factores preocupantes están asociados a estas malas noticias: por un lado, la caída en la inversión, que tuvo un desplome de 13,4% en el trimestre. Y por otro, la debilidad del consumo de los hogares, que apenas creció 0,6% en el mismo período.

Si bien la inflación ha venido en descenso, aún se mantiene en un nivel alto, de 7,16% hasta el mes de abril. Y a ello se suma la lenta reducción de las tasas de interés, que apenas han bajado hasta 11,75%. Ambos factores siguen siendo una talanquera para que la actividad económica recupere dinamismo.

Así las cosas, resulta asombroso que el Gobierno Nacional siga manteniendo oídos sordos ante el creciente coro de voces que reclaman un plan de choque estratégico para reactivar la economía. Después de la contundente expresión de descontento popular que se dio en las calles el 21 de abril, el presidente Gustavo Petro anunció que pondría en marcha medidas para corregir el rumbo. Pero, como es ya característico en este gobierno, los anuncios fueron confusos y terminaron en nada.

El Presidente sigue empeñado en impulsar reformas orientadas a estatizar la mayor cantidad posible de actividades, mientras el aparato productivo nacional se deteriora y se frena entre los vientos de incertidumbre que crean su comportamiento errático y conflictivo. Los nubarrones que se han posado sobre la economía pueden ser el aviso de un temporal muy fuerte. Y el país no está preparado para enfrentarlo.