Entre el 1 de enero y el 15 de agosto de este año el hurto a locales comerciales en Cali se redujo en un 26% frente al mismo periodo del 2023, según las estadísticas oficiales de la Policía Metropolitana. De 1.763 casos el año pasado se pasó a 1.304 este año. Aunque hubo 459 hurtos menos, siguen siendo demasiados.
Y los videos de delincuentes armados que asaltan a los clientes de restaurantes, almacenes, cafés u otro tipo de negocios, son todavía una constante en las redes sociales.
Todo ello, las cifras y las denuncias de víctimas de robos, reflejan una realidad incuestionable: Cali está librando una dura batalla contra la criminalidad, y sus estadísticas vienen mejorando, pero queda mucho por hacer para devolverle la tranquilidad a los ciudadanos.
Por esa simple razón, la ciudad no puede permitirse ahora divisiones de criterio ni discusiones públicas que debiliten a la autoridad y fortalezcan a los delincuentes. Y eso es lo que ha ocurrido en las últimas horas, a raíz de los operativos que se desarrollaron en diferentes sectores durante la celebración de la fiesta de Amor y Amistad.
En años anteriores la ciudad siempre se salió de control en esa y otras fechas complejas, y en las redes sociales se denunció la incapacidad de la Alcaldía y la Policía para contener la anarquía reinante. Entonces, resulta incomprensible y absurdo que ahora se les cuestione porque este año hicieron, justamente, lo que en el pasado se reclamaba como necesario.
Por supuesto, los comerciantes de los negocios nocturnos tienen derecho a pedir que en el futuro los operativos tengan en cuenta sus necesidades y se hagan de la manera más adecuada. Lo que no es sano para Cali, ni para su gremio, es que terminen señalando a la Policía y a la Alcaldía como causantes de su ruina económica.
Los problemas que padecen el sector gastronómico y el de bares son causados por muchos factores, de diversa índole, y justamente la inseguridad que se intenta combatir es solo uno de ellos. El verdadero enemigo del comercio organizado no son los policías, ni los funcionarios que intentan imponer el orden, sino los delincuentes.
Si algo vienen reclamando los caleños es recuperar su tranquilidad. Poder salir a caminar a un parque, sentarse en un restaurante sin el temor a ser asaltados o regresar sanos después de la rumba es un anhelo que implica mayor presencia de la Policía en el territorio y más controles a vehículos y motocicletas en las vías. Pedir que esos controles se hagan en zonas donde no hay negocios, es un contrasentido.
La única manera posible de lograr que las estadísticas de hurto continúen descendiendo en Cali, para que los consumidores puedan desplazarse con tranquilidad y las actividades productivas se dinamicen, es respaldar el esfuerzo que están haciendo las autoridades.
A estas últimas, por supuesto, también les corresponde escuchar a quienes se quejan para perfeccionar sus acciones de control. Lo que no podemos admitir, bajo ninguna circunstancia, es que los criminales nos vean divididos.