Para la madrugada de este viernes estaba previsto que el huracán Beryl tocara tierra en México. Si las predicciones meteorológicas se cumplieron, lo debió hacer ya debilitado, convertido en una tormenta tropical de categoría 2 que poco tenía que ver con el poderoso ciclón que produjo en la última semana una estela de muerte y destrozos a su paso por el Caribe.
Es la formación más potente de la que se tenga registro en un inicio de la temporada ciclónica. Un huracán categoría 5 como en el que se convirtió Beryl en los primeros días de julio, preocupa por lo tempranero a los científicos, quienes alertan de nuevo sobre las consecuencias del cambio climático, que está provocando un mayor calentamiento de los océanos.
Lo que empezó como una tormenta más bien leve en el Atlántico, tomó fuerza rápidamente hasta convertirse en un huracán que alcanzó el máximo nivel al entrar a las Antillas Menores y continuar hacia Jamaica para ponerse rumbo a México, donde deberá desaparecer en los próximos días. El balance hasta la noche de ayer era de nueve personas muertas y costosos daños materiales, mientras provocó fuertes lluvias y mar de leva en las costas de Venezuela y Colombia.
Beryl no es el huracán más asolador que se haya formado en mares del continente americano en los años recientes. Pero sí se sale de los patrones por ser el que llega a la cima de la escala de potencia apenas comenzando la temporada, que va de finales de mayo a finales de noviembre. Se prevé que en el Pacífico se les dé nombre a entre 15 y 18 tormentas tropicales, un número que puede llegar a 23 en el Océano Atlántico. De ellas, entre 3 y 9 alcanzarían la categoría 5 en la escala Saffir-Simpson que mide estos fenómenos naturales.
Los expertos científicos coinciden en que si bien la aparición de estos fenómenos naturales, en su mayoría con comportamientos impredecibles, hacen parte de los ciclos normales del planeta, desde hace 40 años su mayor recurrencia y potencia está relacionada de manera íntima con el calentamiento global.
Si las aguas marinas del trópico y el subtrópico están más calientes, liberan mayor cantidad de energía cuando se evaporan, lo que a su vez crea una caída en la presión atmosférica que provoca fuertes vientos. Así nacen y cobran fuerza los huracanes. Por eso se hace una relación directa entre el cambio climático y el aumento de la temperatura en los océanos desde 1950, que ha crecido en un promedio de entre 0,2 y 0,6 grados centígrados cada diez años, con temporadas con más ciclones, cada vez más fuertes, que causan daños más letales por donde pasan.
Es una realidad que no se puede negar y que difícilmente cambiará en el futuro próximo. Mientras el mundo siga sin dimensionar los estragos que le ocasiona a la Tierra, mientras no se apliquen las políticas ambientales y los acuerdos climáticos firmados, y no se comprenda que solo hay este planeta para que la vida permanezca, fenómenos como el huracán Beryl se multiplicarán año tras año y sus consecuencias serán cada vez más nefastas para la humanidad.