¿Está la humanidad a las puertas de una tercera guerra mundial? Lo que hasta hace poco tiempo no era más que una simple pregunta retórica, es hoy una posibilidad latente que preocupa a académicos, expertos en geopolítica y líderes de todo el planeta. La respuesta, por ahora, es que no, pues hoy existen circunstancias radicalmente distintas a las que motivaron las dos grandes guerras del Siglo XX.
Sin embargo, no son pocas las voces que señalan que ese tercer conflicto podría estar ya en marcha. Esta vez se trataría, dicen, no de una confrontación global entre bloques de naciones aliadas, sino de la suma de una amplia y diversa gama de conflictos regionales.
Y los hechos de las últimas horas en Medio Oriente refuerzan esa hipótesis. Porque la muerte de Hassan Nasrallah, el máximo líder del grupo chiita Hezbolá, quien falleció el pasado viernes en uno de los más violentos ataques lanzados por Israel contra Líbano, abre la puerta a un posible conflicto de gran escala en esa zona del mundo.
Es uno de los más duros golpes que haya propinado Israel a sus enemigos del mundo árabe. Nasrallah era un héroe mítico que durante tres décadas transformó a Hezbolá, llevándolo de ser una milicia armada a la más importante estructura política libanesa. Fue él quien construyó un ejército paraestatal de más de 100.000 combatientes, con una aterradora capacidad de fuego.
Dos preguntas claves están sobre la mesa. La primera es si Israel dará el paso a una invasión terrestre al Líbano. La segunda es si Irán tomará retaliaciones contra Israel por el golpe a su aliado libanés.
En medio de este complejo panorama, el mundo observa cómo los esfuerzos de la diplomacia son cada vez más estériles. Ninguna de las acciones puestas en marcha para detener el conflicto que se desató tras el ataque del grupo pro palestino Hamás a Israel, en octubre del año pasado, ha dado resultados. La guerra en la franja de Gaza deja más de 40.000 muertos y ya no se sabe si el centenar de rehenes israelíes en manos de esa organización siguen vivos.
Esta semana, en el marco de la infructuosa Asamblea General de la ONU, Estados Unidos, Francia, la Unión Europea, Australia, Canadá, Japón y varios países árabes pidieron, a través de una carta, un cese al fuego de 21 días en la frontera entre Líbano e Israel para intentar “alcanzar una solución”. Pero Israel ignoró el pedido y dijo estar dispuesto a llevar el conflicto “hasta la victoria”. Así las cosas, los intentos globales de mediación para evitar una nueva guerra general en Medio Oriente parecen condenados al fracaso.
A todo lo anterior se suman la prolongada guerra en Ucrania, las crecientes tensiones entre Rusia y Occidente, la decisión de la Otán de reforzar su capacidad militar, la apuesta de China por consolidar su poderío global y la incertidumbre por las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Con lo cual, el mundo vive su mayor momento de tensión en este siglo. Y solo resta confiar en que la humanidad haya aprendido de sus graves errores en el Siglo XX.