Washington está conmocionada por las celebraciones del triunfo del equipo de béisbol, los Nationals y el primer voto a favor en la Cámara de Representantes que decidió avanzar con el ‘impeachment’ a Donald Trump.

Falta poco más de un año para las próximas elecciones y el panorama es confuso. Lo que sí es evidente es que el proceso de juicio parlamentario al Presidente puesto en marcha por la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi entró en una etapa definitiva.

Con la votación del 31 de octubre se sentaron las normas para un juicio en la Cámara con audiencias públicas y la posibilidad de una defensa formal de los abogados de Trump. El voto, en el que los republicanos cerraron filas en torno a Trump, refleja un país dividido.

No ha sido una semana fácil para Trump, no obstante el éxito de la operación militar que resultó en la baja del jefe del Estado Islámico, sus índices de aprobación bajan. El Presidente mantiene una base fuerte de seguidores, pero en una de sus pocas salidas en público, justamente a un partido de béisbol, fue abucheado por el estadio entero, lo que demuestra el rechazo que genera.

Ahora, las declaraciones del respetado Teniente Coronel Alexander Vindman, y al día siguiente las de su exjefe, la autoridad sobre Ucrania en la Casa Blanca, confirman que Donald Trump intentó condicionar ayuda económica a ese país a cambio de inteligencia sobre los negocios de un hijo de su rival Joe Biden. El siguiente testigo podría ser John Bolton, el Consejero de Seguridad Nacional despedido el mes pasado podría traer una bomba con revancha incluida.

Vienen semanas de audiencias, delaciones de su círculo más cercano, y procesos de lo que el Presidente llama “la mayor cacería de brujas de la historia americana”. Televisar el juicio generará desconfianza en el mandatario y erosionará su apoyo. La apuesta demócrata es que un bajón en popularidad de Trump por el hallazgo de pruebas en su contra obligarán a los Senadores republicanos a votar en consciencia para destituirlo.

Pero podría pasar lo contrario al mostrar a Trump como víctima de una guerra partidista. Es claro que el ‘impeachment’ es un proceso de carácter político, por lo cual parece poco probable que las mayorías republicanas abandonen a su Presidente, ad portas de unas elecciones.

Después de las audiencias, la Cámara votará, y si avanza el ‘impeachment’ el balón pasaría al Senado, donde la mayoría Republicana tendría el sartén por el mango en la decisión de expulsar o exculpar a su presidente.

El desenlace es incierto. El choque de trenes que llevó a juzgar la conducta del Presidente de los Estados Unidos es la radiografía de un país desgastado por la guerra entre los partidos tradicionales, con su credibilidad internacional desdibujada y que ejerce una influencia cada vez menor en la política mundial.

Aunque la economía se mantiene fuerte, Donald Trump es el símbolo de esa decadencia y los testimonios recientes ofrecen pruebas de sus actos cuestionables y preocupantes. Pero no es el único responsable de lo que está sucediendo en la política de los Estados Unidos.