Mientras para Colombia, al menos por ahora, solo fue una advertencia durante su impasse con los Estados Unidos por los inmigrantes irregulares deportados, al presidente Donald Trump no le tembló la mano para imponerles aranceles a sus tres socios principales: Canadá, China y México. Con ello desató una guerra comercial que amenaza con extenderse y tendrá consecuencias aún incalculables para la economía global.
El fin de semana el Mandatario estadounidense concretó las medidas que había anunciado desde campaña. Pasando por encima del Tratado de Libre Comercio firmado en 1994 y modernizado en 2019 por los tres países norteamericanos, impuso aranceles del 25% a todos los productos importados por sus vecinos y socios, medida que también adoptó para China, la segunda potencia económica global y su enemiga acérrima.
Se trata de un mercado de US$ 1,3 billones, que representa el 40% de las importaciones de los Estados Unidos. Para México y Canadá, que envían el 77% y el 84% de sus exportaciones hacia EE.UU., es un golpe directo a sus economías, que no se verá compensado, al menos en el corto plazo, con la decisión de devolverle las restricciones arancelarias, en igual porcentaje, a su hasta ahora principal socio. El impacto para China, a quien ya le había aplicado similar medida en su primer mandato, no se espera tan severo.
El mensaje que envía Trump es para todo el mundo, incluidos Europa y el resto de América Latina, que por ahora actúan de manera sigilosa frente a lo que pueda venir a continuación. Es, sin duda, la demostración más vehemente de desconocimiento del derecho comercial internacional y de un orden global que ha permitido la integración en tiempos modernos.
Los estadounidenses, en general, acusarán el ramalazo de las decisiones de quien eligieron para gobernar su nación durante los próximos años. Se espera una subida de precios en el corto y mediano plazo de la gasolina y la electricidad, por el petróleo y la energía que se importan desde Canadá, así como de los productos agrícolas que llegan de México o la tecnología proveniente de China.
Si a ello se suma la escasez de mano de obra, que se ha agudizado en los Estados Unidos debido a la persecución federal a los migrantes irregulares e incluso de quienes tienen permisos temporales de trabajo o residencia, las probabilidades de desabastecimiento e hiperinflación son aún más altas. Pasará un tiempo antes de que el propósito del presidente Trump de impulsar la producción nacional, a través de imponer mayores gravámenes a las importaciones, muestre resultados.
Las agresivas políticas del presidente Donald Trump, dictadas en los primeros quince días de su segundo mandato, le están midiendo el pulso al mundo, desafiando a gobiernos que tradicionalmente han sido amigos y aliados. Puede ser la provocación inicial para demostrar su poder ante la comunidad internacional, así como una declaración interna de que no le temblará la mano para ‘Hacer a América grande otra vez’.
Habrá que esperar a ver si es el punto de partida para negociar mayores beneficios para su nación o si la realidad económica, política y social que sentirá pronto Estados Unidos, no le llevará a replantear sus decisiones.