Colombia celebra por estos días el trigésimo aniversario de la Constitución Política de 1991 y lo hace precisamente en un momento de crisis social, en donde es la juventud la que ha levantado su voz para reclamar en las calles los cambios que se requieren.
Una ‘chispa’ similar fue la que se encendió en 1990 y que permitió que en el país se abriera paso la Séptima Papeleta, un movimiento político y social que fue gestado desde el pensamiento de estudiantes de universidades públicas y privadas de todo el país, que no veían un futuro promisorio ante la compleja situación de orden público motivada por el narcotráfico y el paramilitarismo, que empezaba a consolidarse y que ya había acabado con la vida de cuatro candidatos presidenciales: Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Jaime Pardo Leal.
Aunque no es común ver a los estudiantes públicos unirse con los privados, la grave situación nacional lo ameritó. Fabio Villa, uno de los promotores y líderes del movimiento, quien llegó a ser delegatario meses después en la Constituyente, asegura que “mientras estudiantes de las públicas hacíamos los tropeles en la Calle 45, en la Calle 26, los estudiantes de las privadas convocaron a mediados del 89 una gran marcha que llamaron la ‘Marcha del silencio’. Ese fue nuestro punto de encuentro”.
Y es que esa visión de ‘no futuro’ que se sentía desde mediados de los ochenta en Colombia, por cuenta de la brutalidad de los carteles de la droga, fue la que llevó a que los estudiantes se identificaran en un mismo propósito, según lo explica la directora de la Misión de Observación Electoral (MOE), Alejandra Barrios, otra de las protagonistas de la Séptima Papeleta hace tres décadas.
“Llegamos a decir que no se tenía una salida, pero que en nosotros debía encontrarse una salida, y coincidimos que era una gran reforma constitucional, pero no en el Congreso, en donde no se había aprobado, sino que debía ser el fruto de un gran diálogo nacional. Un acuerdo ciudadano por la vida”, señala Barrios.
La iniciativa de la Séptima Papeleta contaba con el respaldo del expresidente Alfonso López Michelsen. En las urnas hubo incluso papeletas escritas a mano.
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Luego de hallar puntos comunes, explica Villa, el paso a seguir fue arrancar una serie de encuentros en las diferentes universidades. “Fuimos al Rosario, a la Nacional, la Distrital, la Javeriana, a la Pedagógica, a todas. Allí empezamos a construir un documento que se fue alimentando con los aportes de todos los sectores”, narra.
Con ese impulso empezaron a viajar por diferentes ciudades del país para sumar más apoyos a la propuesta de llegar a una constituyente. Además de Barrios, las correrías estuvieron protagonizadas por líderes estudiantiles del momento, como la actual alcaldesa Claudia López, Guillermo Barrera y Catalina Botero, entre otros.
“No fuimos clasistas y no mirábamos de dónde éramos”, subraya Villa, quien también hizo parte de los encuentros nacionales estudiantiles.
Un protagonista más que tuvo el movimiento de la Séptima Papeleta fue el exprocurador Fernando Carrillo, quien participó de la iniciativa a pesar de que para la época ya era abogado y profesor en la Javeriana.
“El hecho más importante para destacar es el consenso político y constitucional que se logró hace 30 años, un consenso que nadie se esperaba y que fue una senda social con la cual se han logrado grandes cosas, pero también hay grandes asignaturas aún pendientes”, subraya.
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Clamor popular
Hay cosas que hoy en día para los más jóvenes son difíciles de imaginar. Como cuenta Fabio Villa, los viajes nacionales los hacían en bus y se hospedaban en las casas de los otros representantes universitarios que los recibían en las ciudades.
Recuerda que la gestión “tocaba a punta de teléfono fijo, los celulares no existían, íbamos a los medios de comunicación y nos reuníamos con los directores, incluso tuvimos citas con el presidente Virgilio Barco, como también con los candidatos presidenciales y los partidos políticos”.
Ya el año 1989 iba cerrando con la consolidación del proyecto estudiantil, que se logró poco a poco, replicando la idea en diferentes sectores del país. Barrios y Villa señalan que fue clave el haber acordado incluir una papeleta de más en las siguientes votaciones, para preguntarle a la ciudadanía sobre la necesidad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente para renovar la vieja Carta de 1886.
De hecho, recuerdan los exlíderes, el nombre de la Séptima Papeleta se adoptó de forma lógica: el que incluirían en las elecciones de 1990 sería el séptimo tarjetón que depositarían los colombianos en las urnas, en la jornada en la que votarían por Senado, Cámara de Representantes, alcaldes, Asamblea Departamental, concejos municipales y juntas administradoras locales (JAL).
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Sin embargo, como recuerda en una columna de El Espectador el académico y escritor Óscar Alarcón, “la Registraduría no efectuó la impresión de esa papeleta y además advirtió que no era posible adelantar el conteo, pues no existía norma legal que la autorizara, aun cuando señaló que su inclusión en las urnas no anulaba el voto”.
Alarcón recuerda que, pese a ello, “los periódicos publicaron el texto para que el ciudadano lo recortara y lo introdujera en la urna. Hubo mucho entusiasmo manifiesto, pero el aspecto logístico fracasó porque los universitarios promotores de la propuesta no tenían la experiencia que le sobra a la clase política”.
“Voto por Colombia. Sí a una asamblea constituyente”. Ese era el texto que acompañaba la papeleta que, pese a no ser aprobada por ninguna ley o autoridad electoral, sí recibió el respaldo de las fuerzas políticas y sociales: como los periódicos, también los partidos, los empresarios e incluso los mismos estudiantes imprimieron papeletas para depositar en las urnas el 11 de marzo.
En efecto, se estima que más de dos millones de papeletas aparecieron en las urnas, marcando la esperanza de un nuevo país y enviando el mensaje político de que la ciudadanía pedía un cambio constitucional. Ante ello, el presidente Barco dispuso el Decreto 927 de 1990, con el que facultó a la Organización Electoral para contabilizar los votos que se depositaran en las presidenciales del 27 de mayo de 1990.
“Luego la decisión del constituyente primario se tomó no con una Séptima Papeleta sino con una segunda, porque en esta oportunidad se votaba para Presidente de la República y para la Constituyente. Por esa convocatoria votaron a favor 5.236.863 (personas) y 230.080 lo hicieron en contra”, escribe Alarcón sobre este hito histórico.
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A pesar de este triunfo político, la dicha de los universitarios no fue total. Ya con el proceso consolidado para convocar la Asamblea Constituyente, el único punto en el que no pudieron ponerse de acuerdo fue lograr tener una lista única para la elección, por eso al final tuvieron que buscar cupo en varios partidos políticos.
Se podría decir entonces que la Séptima Papeleta culminó como movimiento con la realización de las votaciones para elegir a los 70 constituyentes, quienes durante los primeros cinco meses de 1991 trabajaron en el articulado de la nueva Constitución.
De quienes lideraron el proceso de la Séptima Papeleta ganaron un cupo en la Asamblea Fernando Carrillo, quien llegó con un movimiento denominado ‘Podemos Salvar a Colombia’ y con el apoyo del Partido Liberal. El otro fue Fabián Villa, quien estuvo en la plancha de la Alianza Democrática M-19.
La Colombia de hoy
Algunos de los promotores de la Séptima Papeleta opinaron sobre lo que se vive hoy en el país. El exprocurador Fernando Carrillo sostiene que la crisis actual es una posibilidad inmensa de lograr los cambios sociales que quedaron pendientes de la Constitución de 1991. “El mensaje a los estudiantes, 30 años después, es que tenemos que revivir el espíritu de la Constitución, que fue basada en un Estado Social de Derecho, de la lucha contra la desigualdad. Se debe lograr, por las vías pacíficas”.
A su turno, Alejandra Barrios se mostró optimista frente al reclamo de la juventud. “Sigo teniendo fe en ese proceso, vienen unas elecciones de consejos de juventud, veo algo parecido en esas elecciones a nuestro proceso de 1990. Los jóvenes nos están hablando desde la calle, desde muchos lados, lo que espero es que en algún momento se haga ese clic del 90 y volteen a mirar la importancia de la juventud”.