Un muñeco de trapo. La hebra de un costal. Una fotografía. Una figura precolombina. Detrás de cada uno de estos objetos hay una historia. Dolorosos recuerdos de años que no se hubieran querido vivir, pero de los que quedaron lecciones que debería aprender todo el país.
Son algunos de las quince cosas que sobrevivientes del secuestro o familiares de víctimas fatales de ese delito donaron para un museo interactivo que justamente tiene el propósito de preservar la memoria de quienes padecieron en el Valle del Cauca a causa del accionar de las guerrillas del ELN y las Farc.
Así se los propuso la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, a instancias de la cual hoy se reunirán quienes sufrieron las tragedias que significaron los tres plagios más emblemáticos que han ocurrido en el departamento: El de la María, el 30 de mayo de 1999; el del Kilómetro 18, el 17 de septiembre de 2000, y el de la Asamblea del Valle, el 11 de abril de 2002.
Ellos se encontrarán con el mayor (r) de la Policía Guillermo Javier Solórzano, quien fue secuestrado por las Farc en el municipio de Florida.
“Desde el mes de marzo de 2019, la territorial Valle de la Comisión ha trabajado en más de veinte encuentros preparatorios para garantizar la dignidad y honrar los relatos de quienes han atravesado por estos hechos del conflicto armado colombiano, buscando proyectar las bases para la No Repetición de este y otros hechos en contra de la vida, la libertad y la dignidad”.
Así se explicó de la entidad creada a instancias del Acuerdo de Paz firmado entre las Farc y el Estado colombiano, presidida por el padre Francisco de Roux.
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También resaltaron que, tras dos décadas de olvido institucional, la Comisión y el Centro Nacional de Memoria Histórica, Cnmh, reconocieron la dignidad y la memoria de los sobrevivientes y víctimas fatales del Kilómetro 18, en evento realizado el 19 de septiembre de 2020 en la Iglesia El Templete en Cali.
La cita de hoy será en el Museo Casa de las Memorias del Conflicto y la Reconciliación, de la capital del Valle, entre las 9:00 a.m. a 1:00 p.m., y podrá ser seguido por las redes virtuales de la Comisión de la Verdad y la página de Facebook del diario El País: @diarioelpaiscali
“El secuestro ha dejado afectaciones sicológicas y físicas que perduran en el tiempo para las víctimas y para sus familias; personas del núcleo familiar le han contado a la Comisión cómo tuvieron que dejar proyectos de vida, cambiar rutinas y perder todo con el único propósito de poner a salvo a sus seres queridos”, se indicó igualmente.
Según datos del Cnmh, entre 1958 y 2016 un total de 1281 personas fueron secuestradas en el Valle, las cuales serán honradas con el museo virtual Señales de vida y libertad, que también será presentado hoy
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señalesdevidaylibertad.com es una experiencia digital transmedia 360° elaborada con los aportes de 25 sobrevivientes y familiares de los tres secuestros masivos ocurridos en el Valle. Esta es la imagen de entrada a la apuesta museográfica que será presentada en el evento de hoy.
"La muerte de tres compañeros, lo más duro"
Marcela Betancourt fue liberada el 1 de noviembre de 2000. Un costal similar al que usó en el cautiverio fue el objeto que ella le entregó al museo que construyó la Comisión de la Verdad.
"Mi esposo y yo llevábamos seis meses de casados cuando nos secuestraron; ya teníamos un proyecto de vida construido, así que, al recobrar la libertad, decidimos dejar esa pesadilla atrás, recuperarnos física y emocionalmente, para embarazarnos y así fue como en diciembre del 2001 nació nuestra primera hija.
Fuimos secuestrados con tres personas más del grupo familiar. En los medios de comunicación nos llamaban ‘El Grupo de los Cinco’. De alguna forma fue mejor para nosotros que para los que tuvieron que vivir solos esta experiencia.
Hablando de detalles de lo vivido, sabemos que los seres humanos, por lo general, somos muy higiénicos. Sin embargo, durante el secuestro no teníamos la posibilidad de asearnos porque teníamos largas y extenuantes caminatas y no contábamos con elementos de aseo para hacerlo. En el camino recogíamos plásticos, costales, cualquier cosa que nos sirviera para cubrirnos de la lluvia y el frío. Yo tenía un costal del que saqué un hilito y con él me limpiaba los dientes, lo usaba como sea dental, lo limpiaba y lo guardaba en un bolsillo, pero no podía cepillarme.
Una semana después de haber sido secuestrados le dije a una guerrillera que si podía conseguirme un cepillo de dientes. Ella me dijo que no podía conseguirme uno nuevo, pero que me regalaba el de ella. Usé mi ‘seda dental’, tomé el cepillo y la crema que me regaló y pude cepillarme. Mi esposo también me pidió prestado el cepillo y luego de cepillarse había una fila de muchos más secuestrados esperando su turno para cepillarse.
Esto, en la vida cotidiana, creo que nadie lo haría, pero son esas cosas a las que nos vemos obligados en situaciones tan precarias como las que se viven en un secuestro.
Sentimientos de impotencia y miedo nos acompañaron permanentemente durante esos 45 días. Los peligros en las montañas, los combates con el Ejército, que siempre trató de rescatarnos, y, lo más duro que nos tocó vivir, la muerte de tres compañeros. Murieron en cautiverio Miguel Nassif, cardiólogo de la Fundación Valle del Lili; Carlos Alberto García, comerciante, y Alejandro Henao, ingeniero electrónico. Esto fue lo más duro, aún los recuerdo con mucho dolor.
En la conmemoración de los 20 años hicimos un sentido homenaje para ellos y sus familias. Homenaje en el que recibimos todo el apoyo de la Comisión de la Verdad. Tiempo atrás no podía hablar de este tema sin llorar. Hoy, afortunadamente, pienso que de tanto hablarlo y procesarlo, lo hemos venido superando. Sin embargo, aún se siente mucha tristeza saber que pasamos momentos tan difíciles y que no hemos sido los únicos, han sido miles los colombianos que hemos padecido de este flagelo del secuestro.
Por eso, buscamos visibilizar esta situación, para lograr que se tome conciencia de que esto tiene que parar y que esta guerra se tiene que acabar.
Las víctimas tenemos la responsabilidad de levantar nuestras voces y exigir que nos garanticen la no repetición y quienes aún están en armas deben entender que lo único que han logrado con tanta violencia es sembrar tristeza y dolor”.
"Nunca perdí la esperanza
de que mi padre volviera"
Juliana, hija del diputado Nacianceno Orozco, compartió un objeto recogido por él en la finca donde pasaba su tiempo libre.
El secuestro afectó absolutamente todo. A mi papá le tocó empezar a vivir su cotidianidad en la selva y el cambio más drástico fue para mi madre, la mujer que más admiro en el mundo, porque le tocó, al igual que a las demás esposas de los diputados, ser unas berracas y mirar de qué manera iban a sacar a sus hijos sin esa figura del hombre proveedor que tenían. En el caso de mi mamá, me acuerdo que el fin de semana siguiente al secuestro estaban los trabajadores de las fincas esperando que les pagaran el jornal y ella no tenía ni idea de qué hacer. Pasó de ser una ama de casa a cafetera, agricultora, administradora de fincas y lo más grande, se hizo abogada y empezó a suplir la curul de mi papá en la Asamblea.
Nuestra vida empezó a girar entorno a dos cosas: dar entrevistas y participar en marchas con el botón de mi papá, con el que salíamos para todo lado, y en poder mandarle mensajes tres veces al día: a las 6, a las 2 y a las 12 de la noche, por La Carrilera, Las Voces del Secuestro y Radio Súper, que estaban colapsadas porque la cantidad de secuestrados en Colombia ha sido absurda. El sonido de colgar el teléfono y hundirle el redial lo tengo grabado en mi mente...
Mi hermano y yo buscábamos que mi papá supiera qué estábamos haciendo y, sin hablarlo, acordamos ser un orgullo para él. Mi hermano empezó a tocar piano y le tocaba en los mensajes y yo le decía que había ganado la mención de honor en el colegio por ser la mejor estudiante.
El secuestro fue el 11 de abril y el 4 de mayo cumplí 9 años. Mi mundo era jugar con mis amigos y de un momento a otro me tocó levantar la mirada y darme cuenta que estoy en un país violento donde secuestran la gente por dinero o para manipular al Estado para liberar guerrilleros, algo que no entendería en su momento. Acuerdo humanitario y canje fueron palabras que llegaron a mi vida y se quedaron, porque me utilizaban, por así decirlo, para dar discursos donde estaba el Gobernador o el Presidente para ver por medio de un niño se lograba la sensibilidad del Gobierno.
Yo nunca perdí la esperanza de que mi padre volviera y el país nunca se imaginó el desenlace que esta historia tuvo. Tampoco imaginé que fuera a durar tanto tiempo, porque todo el mundo los veía como los huevitos de oro que tenía que cuidar las Farc. Sí teníamos el temor de que un intento de rescate del Gobierno generara un cruce de disparos que pudiera matarlos o que dieran la orden de asesinarlos, como sucedió. Tener que pasar tanto dolor durante tanto tiempo para nada, fue bastante frustrante. Tras tener que enfrentar la muerte, pasó para nosotros una etapa de aceptación muy grande, de saber que la historia ya tenía un punto final”.
"Volver a la libertad es respirar"
Adriana Tafur fue liberada el 13 de noviembre de 1999, tras ser secuestrada por el ELN. Esta foto, junto a su madre, tomada ese día, fue su donación para el museo creado por la Comisión de la Verdad.
El día de la liberación fue de mucha ansiedad. Veníamos caminando durante varios días a un ritmo bastante fuerte, porque íbamos camino a la libertad. Fue el día más duro de mi secuestro: ver a mi mamá fue impactante. Siempre que pienso en eso, no deja de conmoverme, porque, cuando la vi, entendí la magnitud del secuestro. Dije: ‘esto realmente fue en serio’. Mi mamá estaba muy acabada, se le veía la cara de angustia. Yo me había engordado 10 kilos y verla a ella, que estaba en los huesos, fue muy duro….
Eran caminatas muy duras, de diez o doce horas. Generalmente era de noche, porque en muchos momentos entrábamos en algunos caseríos donde había personas y ellos no querían que nos vieran. Tengo una anécdota: cuando ya íbamos a la libertad, después de cinco meses, estábamos listos para caminar, pero era una ruta muy dura, entonces me dijeron que todos íbamos a ir a caballo y a mí siempre me ha dado mucho temor, pero me dijeron: ‘es mejor, para que se te facilite’. Entonces empezamos a las seis de la tarde, eran subidas, bajadas, y a las once de la noche íbamos por una montaña donde había un caminito supremamente estrecho y a la derecha había un abismo. Un guerrillero me dijo: ‘pase’, y yo le dije: ‘no soy capaz’, pero él me dijo que no había problema. Mi compañero Alfredo Otoya pasó y me dio confianza y pasé, pero el caballo y yo nos fuimos al precipicio. Fue un momento de muchos nervios, yo pensé que me iba a morir, el caballo siguió rodando, pero para mí ese día ocurrió un milagro, porque sentí que alguien me cogió. Mis compañeros y los guerrilleros gritaron: “se cayó la niña” (yo tenía 20 años) y empezaron a buscarme, hicieron una cadena humana y me sacaron.
Las caminatas eran extremadamente difíciles, no parábamos, no teníamos comida en ese momento. Si llovía, nos mojábamos. La mayoría de las personas que estaban allí, eran niños. Podría decir que entre los 14 y 18 años. Me impactó muchísimo porque pensaba: yo estoy en esta situación, pero sé que algún día, sean meses o años, voy a estar en mi casa, pero esta gente está prácticamente secuestrada. Porque ellos viven en la montaña, estos niños a veces se ponían a jugar entre los árboles y muchas veces no sabían ni cómo usar un fusil. Recuerdo que una vez estábamos durmiendo y a un chico se le fue un tiro dentro del cambuche, entonces uno se da cuenta de que realmente ellos están en la guerrilla ya sea obligados o porque en su casa reciben maltrato o no tienen los tres golpes, como decían ellos: ‘por lo menos aquí tenemos los tres golpes, mientras que en mi casa aguanto hambre’. Eso me impactó muchísimo, porque hay muchos niños en la guerrilla, por lo menos los que nos cuidaban a nosotros...
El escolta Yaslin Durán, quien intentó impedir el secuestro, murió aquel 30 de mayo de 1999, cuando el ELN se llevó a más de cien feligreses de la Iglesia La María.
Volver a la libertad es respirar aire nuevo, es un comienzo para la vida de uno. Hay muchas enseñanzas. A pesar de todas estas adversidades, uno ve que hay una nueva oportunidad, la perspectiva cambia, la forma de ver la vida.
Cuando me llaman a entrevistarme para que cuente cómo fue todo, mi esposo a veces me dice: ‘¿Porque sigues con esto?, el ELN nunca se va arrepentir del secuestro’. Y yo entiendo que no voy a sacar nada por parte de la guerrilla, pero sigo en este proceso porque es bueno que la gente se de cuenta de que este país tiene muchas dificultades, pero que también hay un futuro y que nosotros tenemos que seguir adelante. Que las nuevas generaciones y nuestros hijos conozcan mi historia y la de mis compañeros y todos los secuestrados, que sepan que Colombia tuvo una historia nada buena en cuanto a los secuestros y el sufrimiento de las personas, porque hoy en día la juventud lo quiere todo muy fácil y dicen ‘nosotros tenemos derechos’ pero ¿a costa de qué?”.
"Me quedó una fortaleza indescriptible”
Mayor de la Policía Guillermo Solórzano: secuestrado por las Farc el 4 de junio de 2007. Liberado el 16 de febrero de 2011.
Rodolfito era un muñeco de más o menos 35 centímetros de largo, hecho en tela de uniforme de la guerrilla, que me permitió soportar el tiempo de castigo que las Farc me impusieron por una fuga fallida.
La orden era que no me hablaran y así estuvieron casi ocho meses. Entonces decidí elaborar este muñeco, con aguja e hilo que me prestaron y rellenarlo con lo que tuviera, para poder sentir que hablaba con un ser o ejercitaba mi léxico, así fuera con un objeto.
Esta es una réplica casi exacta, pero el Rodolfito original, que se quedó allá y al que le puse así en honor al amigo imaginario de mi hija Laura, fue la figura significativa que me acompañó en los momentos más difíciles del secuestro, especialmente el primer año...
Yo recargaba mi corazón a través de los mensajes enviados cada ocho días a través de los dos programas radiales que existían. Para nosotros significó mucho, porque fue poder conocer de nuestros familiares lo que ellos nos pudieran enviar, a pesar de que era un monólogo la comunicación.
En mi caso, permanecía contento y tranquilo, a pesar de las circunstancias, cuando escuchaba a mi hija, a mi madre, a mis hermanos, y a toda la familia en general que de alguna manera enviaba mensajes a sus seres queridos, porque todos éramos una sola familia y si por alguna circunstancia no me mandaban mensajes, pues escuchaba los otros y eso me permitía siempre resistir y fortalecerle.
Al año y medio de estar secuestrado, al programa Voces del Secuestro, de Caracol Radio, llegó una estudiante de comunicación social como voluntaria y creó la sección Ángeles de Libertad, que permitía grabar los mensajes de los niños hijos de los secuestrados y enviarlos en la madrugada, porque durante el programa, que iba de las 12:00 de la noche hasta las 5:00 de la madrugada, nosotros podíamos escuchar los mensajes de nuestros familiares adultos, pero los niños siempre se dormían y cuando los despertaban, nosotros lo notábamos y eso no era sano ni tranquilo, pero ella pensó en eso, con mucho sentido humano, y así yo podía escuchar a mi hija Sofía, que para la época tenía 8 o 9 años.
Ya liberado, nos conocimos con esa voluntaria, puse mis ojos en ella y hoy estamos casados y tenemos una niña llamada María José. Le agradezco mucho a Dios, porque siento que, a pesar de haber vivido ese secuestro, que fue terrible, me quedó una fortaleza indescriptible en el corazón, pues pude entregar ese sufrimiento desde la fe, sabiendo que siempre hay una esperanza, que en mi caso fue la libertad.
Hoy estamos muy felices y paradójicamente siento que si no hubiera estado secuestrado, no la conocería y tampoco habría nacido mi hija María José. El secuestro era algo que Dios tenía destinado para mí”.