La glucosa está asociada a la diabetes, pero esto no puede dejar olvidar que su función en el organismo es fundamental, puesto que es la encargada de producir la energía en las células del cuerpo humano, principalmente de la energía que consume el cerebro. El trabajo de la glucosa consiste en metabolizar los carbohidratos que consumen las personas en azúcares, que luego son transformados en energía por la insulina que libera el páncreas.
Sin embargo, la glucosa de acuerdo a la dieta de cada persona, cuando es alta en carbohidratos y alimentos dulces (con azúcar industrial), puede generar cantidades de azúcares que el organismo no puede transformar completamente en energía. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS), estableció un rango de la cantidad de azúcar que debe consumir una persona a diario, esta debe mantenerse entre el 10% de la ingesta calórica total, incluso si se puede reducir al 5% podría mejorar la salud.
Por su parte, el Ministerio de Salud de Colombia, explicó que “el azúcar añadido no debe superar un rango entre el 6% y el 10% de la ingesta calórica total (esto es si el requerimiento calórico diario del individuo es de 2000 calorías, en la que máximo 200 calorías, pueden ser proporcionadas por el azúcar añadido a los alimentos). Los alimentos y bebidas azucarados deben consumirse de manera moderada y jamás entre comidas”, advierten.
En este sentido, la glucosa debe mantenerse en niveles equilibrados, porque como señala el doctor Rodrigo Enríquez Meza, profesor de la Universidad CESMAG de Nariño (Colombia), “cuando sus niveles en la sangre disminuyen por debajo de los valores del equilibrio (homeostasis) se conoce como hipoglicemia y cuando sus valores en ayunas sobrepasan el valor de 126 mg/dl, en dos mediciones diferentes, se presenta la enfermedad conocida como diabetes”.
Al respecto, una alternativa para mantener los niveles de azúcar moderados y que ha cobrado notoriedad en los últimos años, es la llamada dieta cetógena o cetogénica, que consiste en invertir la dieta común occidental, aumentando las grasas y bajando el consumo de carbohidratos (los generadores de azúcar), buscando con ello que el organismo genere unas moléculas conocidas como cetonas, que a diferencia de la glucosa, no necesitan azúcar para producir la energía que requiere el cuerpo en sus actividades. Cabe aclarar que, en este caso, el encargado de transformar estas moléculas en energía es el hígado.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud, de Estados Unidos (NIH), “las cetonas circulan por la sangre y se convierten en la fuente principal de energía para muchas células del cuerpo. Una dieta cetógena se utiliza en el tratamiento de algunos tipos de epilepsia y está en estudio para el tratamiento de algunos tipos de cáncer”. No obstante, esta dieta solo puede ser recomendada por un médico especialista, puesto que debe responder a las condiciones metabólicas y necesidades energéticas de cada persona, no puede tomarse a la ligera.