Las operaciones de la Nasa fuera del planeta siguen dando resultado. Esta vez, porque el instrumento que desplegaron hacia el espacio y que tiene como fin producir oxígeno está arrojando respuestas positivas. “Esta misión ha sido mucho más exitosa de lo esperado”, manifiesta la entidad.
De acuerdo con La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, el rover Perseverance que se mueve por el cráter Jezero en Marte, con el instrumento Mars Oxygen In-Situ Resource Utilization Experiment, Moxie, ha demostrado ser una tecnología viable para que los astronautas puedan producir oxígeno como combustible y así tener la posibilidad de respirar cuando lleguen al este planeta.
Es de recordar, que desde que Perseverance aterrizó en Marte en el año 2021, se han generado un total de 122 gramos de oxígeno, lo que respira un perro pequeño en 10 horas. Además, desde la Nasa explican que de manera eficiente, Moxie fue capaz de producir 12 gramos de oxígeno por hora, con una pureza del 98%.
Asimismo, cabe señalar que este instrumento completó satisfactoriamente con todos los requisitos técnicos y funcionó con éxito durante todo un año en el Planeta Rojo. Razón por la cual, los desarrolladores de Moxie aprender más sobre su tecnología.
El funcionamiento de Moxie, se basa en la producción de oxígeno molecular, a través de un proceso electroquímico que separa un átomo de oxígeno de cada molécula de dióxido de carbono bombeada desde la delgada atmósfera de Marte.
Marte tuvo un clima cíclico, propicio para la vida
Marte tuvo en algún momento un clima con estaciones cíclicas, propicio para el desarrollo de la vida, según deducen los expertos a partir de indicios hallados en la superficie del planeta rojo por el robot explorador Curiosity.
El planeta, cuyo clima actual es extremadamente árido, tuvo hace miles de millones de años abundantes ríos y lagos, ya evaporados. A diferencia de la Tierra, la superficie de Marte no se renueva por los movimientos tectónicos de placas, y los yacimientos de esos suelos antiguos se han conservado perfectamente.
El robot Curiosity de la NASA ha estado explorando uno de estos sitios desde 2012: el enorme cráter Gale y su montaña de 6 km de altura, hecha de capas sedimentarias.
“Rápidamente comprendimos que estábamos trabajando en depósitos de lagos y ríos pero no sabíamos a qué tipo de clima vincularlos”, cuenta William Rapin, investigador del CNRS y autor principal de un estudio publicado en Nature.
Marte podría haber sido un planeta helado donde una erupción volcánica calentó repentinamente la atmósfera y provocó la formación de agua líquida, agrega este planetólogo de la universidad de Toulouse III (Francia).
Este experto realizó la investigación junto con el laboratorio de geología de Lyon y colegas estadounidenses y canadienses. A medida que subía lentamente la ladera de la montaña, Curiosity se encontró con depósitos de sal de formas hexagonales, en un suelo que databa de 3.800 a 3.600 millones de años.
Si este proceso se repite con regularidad, las grietas se organizan de tal manera que forman hexágonos, de forma similar a los patrones observados en las antiguas cuencas terrestres que se secan estacionalmente.
El modelado del lodo terrestre sometido a ciclos secos y húmedos ha demostrado aún más “matemáticamente” esta formación hexagonal específica.
Pasar de lo inerte a lo vivo
Se trata de “la primera prueba tangible de que Marte tenía un clima cíclico”, según el investigador. Al igual que en la Tierra, las estaciones seca y húmeda se sucedieron a intervalos regulares, hace más de tres mil millones de años, y durante un período lo suficientemente largo, varios millones de años, para que apareciera la vida.
Un clima de este tipo es una de las condiciones para que la materia orgánica pase de inerte a viva. “Curiosity ya había detectado la presencia de moléculas orgánicas simples que pueden formarse por procesos geológicos o biológicos”, detalla el centro de investigaciones científicas francés CNRS en nota de prensa.
Por ejemplo, los aminoácidos, que a veces se combinan para formar moléculas más complejas y constitutivas de los organismos vivos, como el ARN o el ADN.