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SECRETARÍA DE SALUD DE CALI

Así es la vida en los barrios con más casos de Covid-19 de Cali

Las comunas del centro y el oriente registran más positivos. Aglomeraciones, movilidad y las dudas que aún muchos tienen sobre la enfermedad, entre las explicaciones del contagio.

7 de junio de 2020 Por:  Santiago Cruz - editor de Crónicas de El País
Este es el puesto de Adrimar Durán, en Aguablanca, uno de los barrios que registran más contagios. En la zona los negocios exigen el uso del tapabocas. | Foto: Foto: Bernardo Peña / El País

El coronavirus es escurridizo. Llegó a Cali el 15 de marzo de 2020 en un hombre de 48 años proveniente de España. Fue el primer caso confirmado. Desde entonces, ha viajado silencioso entre diferentes barrios.

Al principio lo hizo justo donde viven quienes acostumbran a viajar al exterior por turismo o negocios: las comunas 17 y 19 reportaban la mayoría de positivos. Ahora los infectados -y los fallecidos– se encuentran en las comunas del centro y el oriente: 10, 11, 13, 14 y 15. Los epidemiólogos los llaman “sitios de alta densidad poblacional”.

En el mapa donde se le sigue el rastro al virus se observan cinco enormes puntos rojos, como si se tratara de las pistas para cazar a un asesino invisible. Son las zonas de calor o los “puntos calientes” donde hace presencia el Covid–19 en Cali. Uno de los puntos está sobre Santa Elena y los barrios aledaños: San Cristóbal, Aguablanca, El Jardín.

También hay un enorme punto que abarca El Vergel, El Diamante, El Poblado II, Alfonso Bonilla Aragón y Mojica. Otro más cubre la Autopista Simón Bolívar, a la altura de los barrios Calipso, Yira Castro, El Pondaje, Villa Blanca y Comuneros II. Los otros dos puntos corresponden a El Vallado y El Retiro, y a los barrios Mariano Ramos y República de Israel.
Sí: el coronavirus es escurridizo. Esta semana puede estar en un lugar y la próxima, quién sabe. La epidemióloga Lyda Osorio, encargada de evaluar la curva epidémica del Covid–19 en la ciudad, lo sabe bien.

– Es muy importante tener en cuenta los focos que hay en este momento en el oriente. Si las personas continúan generando movilidad, pueden diseminar el virus a otras zonas que no han tenido focos grandes, como el norte y el oeste. Entonces es importante controlar esos focos del oriente porque así impedimos que el virus se disemine simultáneamente en otros sectores. Las comunas que no tienen los focos deben seguir con las medidas del distanciamiento social, higiene de manos, uso de tapabocas, teletrabajo, para evitar que se conviertan en zonas de transmisión alta.

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Desde su puesto de arepas, Adrimar Durán combate al coronavirus en la medida de sus posibilidades. Ella sabe que su barrio, Aguablanca, contiguo a Santa Elena, aparece en el puesto siete entre los 25 barrios con más casos confirmados con covid, según el boletín epidemiológico de la Secretaría de Salud. Allí se lee que Aguablanca registra 43 personas con el virus.

Se trata de uno de los barrios más famosos de Cali. Fue fundado por sobrevivientes de la explosión del 7 de agosto de 1956, a quienes les entregaron casas prefabricadas de aluminio donadas por Canadá. Por eso al barrio siempre le han dicho ‘pueblo de lata’.

El toldo donde saca sus arepas Adrimar está frente a una de las pocas casas de aluminio que aún quedan, cuya fachada es de un azul cielo. Ella llega allí todos los días a las 6:00 de la mañana, hasta las 10:00 a.m., y después vuelve a las 4:00, hasta las 8:00 de la noche. Lo primero que hace es cercar el toldo con una especie de cordón negro, para que a nadie le vaya a dar por comerse la arepa dentro del puesto y así evitar aglomeraciones. Después cuelga un cartel de letras rojas que dice: “sin tapabocas, no se atiende”.

En la mañana del pasado miércoles 3 de junio, un adulto mayor que llegó al puesto como quien acaba de levantarse, en chanclas y pantaloneta, debió recorrer sus pasos hasta su casa para ponerse el tapabocas porque no lo atendieron.

Adrimar, que llegó a Cali proveniente del estado de Trujillo, en Venezuela, dice que hay vecinos que se molestan por sus restricciones, pero no le importa. Cuidarse es proteger a sus hijos y de paso a las demás personas.

En el barrio, además, hay rumores de que Fulanito, Sutanito y Perencejo dieron positivo de coronavirus, pero como no sienten síntomas, andan muy orondos por ahí, en la tienda o en el puesto de jugos, a veces sin tapabocas. Por eso en las tiendas, en las farmacias, en los graneros, en las heladerías y hasta en las casas donde se anuncia la venta de hielo o alcohol, se exige lo mismo: nadie es atendido sin los implementos de bioseguridad. En algunos locales se prohíbe el ingreso.

– Los vecinos que al parecer están contagiados niegan que estén enfermos porque no sienten nada –dice Adrimar, que jamás se quita su tapabocas negro.

Jimmy Dranguet, el subsecretario de Inspección, Vigilancia y Control de la Alcaldía, un cubano nacionalizado colombiano que recorre a diario las calles haciendo operativos para que se cumpla la cuarentena, advierte algo parecido: en Cali aún hay gente que no cree en el Covid–19 y por lo tanto, no se cuida. Esa es una de las razones que explica los altos niveles de contagio.

Hace unos días Jimmy llegó hasta un asadero de pollos ubicado cerca del barrio Santa Mónica Popular. Allí detuvo a un hombre que había resultado positivo con coronavirus y que había roto la cuarentena. “No siento nada”, dijo, como quien se defiende. El hombre tocó las barandas del establecimiento, las mesas, el servilletero, conversó con el cajero. Los funcionarios de la Alcaldía lo llevaron hasta un hotel para que cumpliera con el aislamiento y quedó vinculado a un proceso penal.

Un comerciante de Santa Elena me contó que en la galería muchos piensan, como él, que detrás del coronavirus “hay un negocio”. Enseguida revisó su celular. Entre sus 300 contactos, la mayoría trabaja en la plaza de mercado o en los alrededores. A unos 20 la prueba de covid les salió positiva. Y sin embargo, aseguraba, ninguno está enfermo. “No sienten nada”. Después agregó:

– Mi rey, yo como comerciante de la galería, tengo muchas dudas. A quienes les hicieron la prueba en la plaza no les entregaron ningún papel donde se dijera que tenían coronavirus. Simplemente les avisaron por teléfono. Algunos están trabajando en la calle, sin dejarse ver, porque están bien, no tienen ningún dolor. Los científicos dicen que hay asintomáticos, pero no sé. Yo por lo menos no conozco a nadie que haya fallecido por coronavirus. O que esté hospitalizado. No sé qué está pasando. Si es un tema político, o si es un negocio. Tengo muchas dudas.

Una de las trabajadoras de la plaza de mercado que resultó positiva con el virus pidió la reserva de su identidad. Dice que solicitó la prueba tras todas las noticias que escuchaba sobre la galería, a la que se considera uno de los focos de contagio más grandes por las aglomeraciones y la cantidad de gente que va y viene. El rumor en la plaza era que había un muchacho que estaba enfermo de Covid–19 y que había ido a trabajar.

Cuando le pidió el examen a los funcionarios de la Secretaría de Salud que estaban en el sector, debió insistir. Como no tenía ningún síntoma, le dijeron que no era necesario. Al final accedieron. Cinco días después la llamaron para decirle que tenía coronavirus. No le enviaron ningún documento que lo certificara, asegura.

Después le explicaron que debía aislarse en un hotel que dispuso la Alcaldía. Ella dijo que vivía sola, así que no había riesgo de contagiar a nadie. Sin embargo, los funcionarios insistieron en que debían llevarla al hotel. Allí permaneció dos semanas.

– En el hotel todo era muy aburrido, todo el tiempo encerrada aguantando calor, la alimentación se traía del hospital y el cambio es drástico. La comida era muy medida, muy simple, sin sal, sin azúcar. Me tocaban la puerta para recibirla. Era la única razón por la que podía abrir la puerta, porque ni medicamentos me daban porque no tenía síntomas. Los compañeros de la galería que conozco han pasado por lo mismo. Ninguno tiene síntomas. Me parece raro. También me parece extraño que a nadie le hayan entregado un papel con el diagnóstico. No sé si detrás de todo haya algo más. O si hay problemas con las pruebas rápidas. Sigo aislada ya en mi casa, a la espera del resultado del segundo examen.

Las dudas se acrecientan por lo que se dice tanto en las calles como en las redes sociales: habría un cartel del covid. Hay denuncias de pacientes que fueron a algún hospital por otras enfermedades y resultaron diagnosticados con coronavirus. El ministro de Salud, Fernando Ruiz, denunció que hay hospitales y clínicas que están dejando más tiempo del necesario en las unidades de cuidados intensivos a los pacientes con Covid-19 para obtener mejores beneficios económicos por parte del Gobierno. Pero hasta el momento nada de ello se ha comprobado.

Lo que sí es cierto, le recuerda la epidemióloga Lyda Osorio a quienes no creen en el coronavirus, es que solo en Cali ya son más de 100 los muertos por la pandemia, mientras que en el resto del país la cifra supera los 1000 fallecidos.

Se sabe, también, que el 80 % de las personas infectadas en el mundo o no tendrán síntomas o serán muy leves. Por eso la enfermedad se disemina tan fácil. La mayoría se siente con bríos para ir a trabajar, estudiar, salir, y le transmite el virus a otras personas, exponiendo a la población con mayor riesgo de morir: los que pasan de los 60 años o los que tienen enfermedades previas (obesidad, diabetes, fallas cardiacas).

– Es parte de nuestra cultura pensar que si no tenemos algo al frente, no existe. Ojalá se viera, ojalá uno pudiera mostrarles el virus a las personas. Y también que uno pudiera ver las gotas cuando respira, habla, tose, canta, para ver todo lo que está expulsando con virus y le cae a otros en la cara, en las manos, en la ropa. Me gustaría que hubiera un color que pudiera pintar y mostrarles a las personas un virus que no se ve, pero que sigue ahí afuera –dice la doctora Lyda Osorio.

La cifra de contagiados en Colombia se acerca a los 40.000.

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En los barrios con más casos confirmados de coronavirus –como en el resto de Cali– se observan aglomeraciones. En Santa Elena, pese al cierre de la galería, aún hay carreteros en labores y conductores que protestan porque no estaban enterados de los desvíos.

En El Jardín hay filas en los corresponsales bancarios, parejas que se besan en un puesto de chance, vecinos desayunando en las fritanguerías.

En Antonio Nariño, señores de prominente barriga juegan cartas en una esquina, mientras que en El Poblado pareciera que todo está como siempre: locales abiertos, ciclistas y peatones en calles y andenes, adultos mayores que conversan con una bolsa de ajos recién comprada en el granero pese a la orden presidencial de quedarse en la casa.

Tanto la secretaria de Salud de Cali, Miyerlandi Torres, como Jimmy Dranguet, el subsecretario de Inspección, Vigilancia y Control, coinciden en que las excepciones del Gobierno a la cuarentena han permitido que más gente salga para reactivar la economía, lo que genera una movilidad más alta, más contacto social, más usuarios en el transporte público, y todo ello ha generado un aumento de los contagios en el oriente de la ciudad.

Con un problema adicional: en la mayoría de las casas hay hacinamiento. Familias numerosas o viviendas alquiladas por inmigrantes venezolanos que duermen de a tres o más en un solo cuarto. Una de las hipótesis de las autoridades, además de las aglomeraciones en los mercados y donde se reciben las mesadas del exterior, es que muchos se contagian en sus viviendas.

Jimmy Dranguet agrega que en los barrios con más casos de covid “sus habitantes se fatigaron de la cuarentena”. Eso ha hecho que decidan escapar del tedio celebrando la fiesta del cumpleaños o la primera comunión o el Día de la Madre. Hace unos días en una cuadra hicieron un asado para festejar el cumpleaños “atrasado” de varios vecinos.

– He visto algo curioso. Hace un mes la mayoría de las reuniones que desactivábamos eran fortuitas. Es decir: gente que salía a tomar al andén y se le sumaba un vecino o un familiar. Pero en la última semana nos encontramos con fiestas organizadas. Había bombas, decoración, todos vestidos para la ocasión. Nos decían que era una manera de descansar del encierro, y lo entendemos. Pero desarticulamos esas fiestas porque cuando se consume licor se relajan las medias de bioseguridad. Un señor me dijo: “pero venga, aquí en esta fiesta tenemos tapabocas y nos estamos cuidando”. Yo le dije: “sí, eso es porque son las 8 de la noche. A las 3 de la mañana será diferente” –comenta Jimmy, quien está seguro de que la ciudad que supere la pandemia no será la que más controles haga, sino aquella cuyos ciudadanos se cuiden entre sí.

Algunos de los que están en la calle, por cierto, o no tienen tapabocas o lo utilizan en la cumbamba o en la frente o colgando de la oreja como si fuera un arete, o con la nariz descubierta “porque me ahogo”. La epidemióloga Lyda Osorio reconoce que interiorizar las medidas de autocuidado es un proceso que toma tiempo, pero aquel es el único pico al que ella aspira a que Cali llegue.

– Si todos aplicamos las medidas de bioseguridad como la higiene de manos, el distanciamiento social, el tapabocas, aislarnos si tenemos contacto con alguien con síntomas, la curva del coronavirus va a bajar. Depende de nuestro comportamiento. Pero esperar que vamos a tener un pico de infectados y fallecidos es pensar que no vamos a ser capaces como sociedad de hacer un control de esta enfermedad. Por eso lo más importante es que haya un pico, pero de adherencia a las medidas de protección personal.

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