CAUCA
La odisea que vivió El País para atravesar el enorme derrumbe que bloqueó la vía Panamericana
El País acompañó a los pasajeros de 65 vehículos que durante 49 horas permanecieron atrapados entre el corredor veredal que habilitaron las autoridades como alternativa al derrumbe de la Panamericana en el municipio de Rosas, Cauca. Una vía terciaria que quedó convertida en una trampa de barro y lodo.
Algún grado de consanguinidad debe tener el cotoco con la paella española. Eso explicaría porqué esta sencilla receta de arroz caliente con sardina, ofrecida gratuitamente por los habitantes de la vereda Los Árboles a las 400 personas retenidas durante más de dos días en un trancón en la vía alterna Rosas-La Sierra-El Bordo, desprendía ese sabor inconfundible a frutos de mar.
Algunos creen que fue una ilusión gastronómica producida por el hambre, porque para entonces lo más parecido a una comida que habían probado los pasajeros de los 65 camiones, buses, chivas y carros particulares que completaban 33 horas entre el camino veredal desprovisto de restaurantes era el café con masitas de harina que salían a ofrecer los campesinos. Una dieta que no distinguió edad, raza, sexo ni estrato socioeconómico.
La aventura inesperada en la que quedó también atrapado un equipo periodístico del diario El País inició el pasado miércoles con el anuncio de que la vía alterna sería cerrada desde el jueves a las 6:00 de la mañana y durante cuatro días, para hacerle mantenimiento ante el claro deterioro que mostraba, tras una semana de ser habilitada como alternativa al derrumbe de la carretera Panamericana.
Desde ese mismo miércoles la Policía de Carreteras detuvo el tráfico en la dirección Popayán-Pasto, a la altura del municipio de Rosas, Cauca. Los vehículos que lograron pasar llegaron hasta La Sierra y luego tomaron la vía destapada durante algunos kilómetros, hasta que a las 2:00 de la tarde surgió el imprevisto que serviría de prólogo a la travesía: un camión de diez toneladas cargado con concentrado para animales resbaló hacia una cuneta y quedó a punto de volcarse.
Retornar era imposible y en medio de la congestión quedaron 65 vehículos como ‘elegidos’ en una especie de casting para iniciar la aventura en la que la solidaridad estuvo por encima del hambre, la desesperación y el frío. Con el paso de las horas surgió la amistad y luego una hermandad con el único propósito de llegar a El Bordo (Cauca) y esquivar en conjunto las dificultades.
Siete horas después se logró con palos y piedras improvisar un corredor para desenterrar las ruedas traseras del camión y finalmente pudo salir del riesgo, pero en el trabajo con una barra para liberar las ruedas se dañó una de las llantas y con lluvia, de noche y con un suelo inestable, era imposible ubicar bien un gato hidráulico para levantar el vehículo y desvararlo.
“Este camión, por fortuna, logramos sacarlo, pero esta vía no debió ser utilizada para carro pesado en las condiciones en que está. Ya vamos a arrancar de nuevo, pero dice la comunidad que hay dos carros más enterrados allá adelante”, explicó Jorge Castro, quien va de Villa Rica hacia Pasto con cuatro mil panales de huevo.
Antes de reiniciar, los esfuerzos de todos se centraron en acopiar troncos y rocas para improvisar un sendero que evitara que otros camiones queden atascados en el mismo lugar. Hacia las 8:00 de la mañana pasó el último carro y retomaron todos la marcha, luego de 18 horas con el tráfico detenido.
Don Édgar Hormiga se lamentaba mientras observaba la manera cómo el tráfico destruyó el camino. “Por acá pasan en el día 10 o 20 carros livianos para sacar cacao, café, yuca o plátano, que es lo que producimos, pero esto es exagerado para una vía tan pequeña, que es de tierra y que ni siquiera le regaron balastro para fortalecerla”.
La esperanza cae por segunda vez
La caravana de vehículos patinando entre el barro no logró avanzar siquiera cuatro kilómetros y en la vereda Los Árboles el deterioro pasó de nuevo factura. A las 10:30 de la mañana una zanja enorme cubierta de lodo obstaculizó de nuevo el paso.
El desespero convirtió a los 400 pasajeros en ingenieros viales y cada uno ofrecía sus alternativas. Finalmente, se impuso la idea de talar algunos árboles con las motosierras que ofrecieron los campesinos para intentar rellenar la zanja y dar solución al segundo trancón del recorrido.
El primer intento por cruzar sobre la improvisada obra la realizó a las 12:15 un motociclista que terminó inevitablemente acostado en el lodo y las ramas tendidas. Cinco minutos después, y con la certeza de que la buena suerte no acompañaba al camión que punteaba la caravana, el que los tuvo tantas horas retenidos a punto de volcarse, otro tomó la delantera para probar la efectividad de la improvisada obra, pero los mismos troncos lo frenaron abruptamente y la esperanza de salir pronto de la vía alterna quedó tan maltratada como el bómper y la tracción delantera del vehículo.
“Esto ya me preocupa porque venimos cargados con pollo congelado desde Popayán hasta El Mango, en Argelia (Cauca) y me da miedo que se nos dañe. A este paso no vamos a salir hoy tampoco”, dijo la acompañante de uno de los conductores mientras se aferraba de nuevo al café con masitas de harina para suplir el almuerzo.
Pero no eran solo los pasajeros. Cuatro cerdos pequeños que venían atados entre una canasta a una chiva que se dirigía a Bolívar (Cauca) debieron también comer lo que resultara, y lo único que apareció para ellos en esta travesía fue un puñado de cuido para pollos de engorde. Ya el olor a frutas y verduras que había empezado a dañarse circundaba varios de los camiones.
Con el ruido de una enorme oruga verde que se acercaba por el frente de la vía alterna renació la ilusión de salir pronto de la trocha. Habían pasado 23 horas, pero de nada servía que la máquina sacara el camión y raspara el camino si no había material de río para rellenar y nivelar el paso para que los 65 carros pudieran continuar.
A las 2:50 de la tarde llegó una segunda máquina retroexcavadora que niveló el suelo y, mientras se estaba a la espera del material, surgió lo inesperado: a las 3:45 se soltó de nuevo un aguacero que convirtió el arreglo en una piscina de lodo. Ya el trancón estaba cerca de completar las 26 horas.
“Esto se llama improvisación. Esta vía jamás debió ser utilizada para tráfico pesado. ¿Dónde está la Policía de Carreteras que no controló el paso? ”, se preguntaba Hernando Cáceres, quien viajaba en su moto en contravía desde El Bordo con destino a Rosas.
Un aire de tranquilidad en los pasajeros, para entonces convertidos en huéspedes obligados de la vía, trajo la presencia en el sitios del alcalde de La Sierra, Miyer Hurtado, y del director regional del Invías, Jorge Adrián Valencia, asegurando que permanecerían en el sitio hasta que el último de los 65 carros hubiera salido a la vereda Depresión, donde se conectaba de nuevo con la vía Panamericana.
“Nos falló la vía alterna entre la vereda Depresión y el municipio de La Sierra, que son 15 kilómetros, debido al desorden porque estaba restringida para que solo pudieran pasar vehículos de hasta tres toneladas. Desafortunadamente, dejaron pasar camiones y hasta doble troques de mayor peso y con el clima y el alto tránsito generó el atascamiento de vehículos”, explicaba el director regional del Invías.
A las 6 de la tarde, luego de que el aguacero redujo la intensidad, el desespero de los conductores los llevó a increpar a los maquinistas para que empezaran a empujar con las palas uno a uno los vehículos para ir saliendo mientras llegaba el material.
“Hubo una mala planificación porque hasta ayer la vía estaba transitable, pero se dejó ingresar vehículos de mayor peso y eso nos colapsó la vía y la dejó en las condiciones en las que está en este momento”, señalaba el alcalde de La Sierra, Miyer Hurtado.
A las 7:10 de la noche, más de 29 horas después de que la odisea iniciara, y cuando ya muchas personas creían que más que viajeros se convertirían una vez más en huéspedes de la vía, llegó la primera volqueta con el material para ir acondicionando el paso, pero la noticia arribó acompañada de otra desilusión: no era seguro que llegara el material y, si lo hacía, podría tomar varias horas.
Esta vez el alcalde Miyer Hurtado calmó los ánimos y personalmente se desplazó con el director del Invías en moto para conseguir la cantidad de material necesario para garantizar el restablecimiento del paso.
Un plato caliente
La primera de las dos únicas alegrías que tuvieron los pasajeros en este vía crucis corrió por cuenta de los campesinos de la vereda Los Árboles. Los lugareños reunieron recursos e invitaron a los pasajeros a la finca La Esperanza, la de don Jesús Hernán Noguera, para compartir un plato caliente de cotoco, como llaman al arroz con sardina, o arroz a la macarena, como jocosamente lo conocen otros.
Niños, ancianos y adultos hicieron la fila para ir recibiendo su porción mientras afuera el clima arreciaba de nuevo. “A mí la sardina no me gusta, pero me la comí con un deseo enorme. La voy a seguir comiendo, porque me supo deliciosa”, sonreía Amalia, una venezolana que se transportaba en uno de los buses con destino a Ipiales para luego ir a encontrarse con su familia en Quito. Eran las 9:00 de la noche y el recorrido completaba ya 31 horas.
Con el estómago lleno y agotados tras otro día empujando carros, los silos de algunas fincas sirvieron de hotel a muchos de los pasajeros, mientras otros se acomodaron en los buses hasta las 3:00 de la mañana, cuando el ruido de la maquinaria amarilla anunciaba que estaba casi listo el paso. Ya la travesía completaba 37 horas.
Hacia las 7:00 de la mañana, y con el anuncio del personal de Invías de que estábamos muy cerca a la vía principal, arrancaron de nuevo los 65 vehículos , sorteando a poca velocidad el suelo pantanoso. Antes de las 9:00 de la mañana apareció el tercer trancón.
Con la vía totalmente destrozada, había que esperar de nuevo a que avanzara hasta el frente la maquinaria amarilla para tratar de hacer carreteable el paso. Mientras la retroexcavadora intentaba reparar un tramo , luego de 43 horas de drama en la vía alterna, empezó a circular el video en el que el Viceministro de Agricultura aseguraba que en diez días estará esa vía alterna lista para paso de tractomulas.
“A ese Viceministro lo tienen mal informado. Ojalá se pase por acá y se dé cuenta la vulgaridad de vía que hay”, decía con algo de enojo Gustavo Padilla, mientras intentaba desenterrar su zapato atrapado en el fango.
A las 11:00 de la mañana la retroexcavadora había empujado los dos camiones que quedaron atorados y de nuevo la vía estaba utilizable, aunque los primeros que lograron pasar se veían detenidos en la montaña del frente, en otro trancón.
Finalmente, el pasado viernes a las 3:00 de la tarde, y tras 49 horas de una travesía con visos de pesadilla interminable, los aplausos de los pasajeros de buses y el sonar de los pitos de los camiones y vehículos particulares anunciaron el fin del drama. Esa fue la segunda alegría.
Los huéspedes de la vía alterna lograron salir a la vía Panamericana en la vereda Depresión, del municipio de Rosas. Pese a su solidaridad, todo lo que les quedó a las comunidades campesinas de las veredas La Taruca y Los Árboles, conectadas por un camino graduado de la noche a la mañana como vía alterna, fue una carretera destruida y adornada de basura.
Luego de que fueron evacuados los últimos vehículos en la colapsada vía alterna, Invías inició las labores de recuperación de la misma.
El derrumbe graduó a los campesinos de comerciantes
¡Moto con wifi y Netflix! ¡Moto con Netflix y wifi para El Bordo o La Sierra!, grita Julio César Calvache, el campesino convertido en ‘motorratón’ y quien le arrancó la única sonrisa a los 400 pasajeros retenidos en la vía alterna durante 49 horas entre los trancones que generó el deterioro de la ruta ya destruida por el paso de vehículos.
Desde que un derrumbe arrastró parte de la banca en la vía Panamericana el pasado 9 de enero, a la altura de la vereda Chontaduro, en Rosas (Cauca), los campesinos de las veredas entre La Sierra y el peaje de El Bordo abandonaron sus actividades agrícolas para dedicarse a labores nuevas y más fructíferas económicamente para ellos.
Algunas de las casas se convirtieron en tiendas, otras acondicionaron cuartos como habitaciones de hotel y algunos más se convirtieron en vendedores ambulantes de cigarrillos, café, masitas de harina papas y jugo.
Doña Esperanza vive en la vereda La Taruca, en La Sierra, y vio la oportunidad de hacer un caldo de hueso y lo vendió todo. Sin embargo, se lamenta porque el trancón que le dio un impulso a economía le impidió a su esposo salir para comprar más insumos para ampliar el improvisado negocio.
Al otro lado del derrumbe también mucha gente decidió no llorar sino vender pañuelos. El ingeniero agropecuario Berlín Hernández decidió también ir en contra de las autoridades y, con la comunidad de apoyo, instaló dos tarabitas que son hoy por hoy la única manera de conectar las comunidades que quedaron aisladas por el derrumbe en la Vereda Chontaduro.
En principio solo se pasaba mercancía, mercados humanitarios, donaciones y medicamentos, pero ahora pasa personal médico, organizaciones humanitarias y animales de lado a lado en busca de sus amos.
Los dos muertos en la vía
Sin que hubiese cesado la lluvia en la noche del segundo día de travesía, el inspector de Policía del municipio de La Sierra llegó despertando a todos los conductores para que le abrieran paso a su vehículo.
En una carroza fúnebre intentaba pasar con el cuerpo de Delia Alicia Banguero, de 41 años de edad, una de las dos mujeres que fallecieron entre los trancones de la vía alterna, esperando llegar a su destino.
El féretro debía llegar a Tumáco, en Nariño, antes de que el cuerpo, ya preparado por segunda vez, pudiera empezar a dañarse.
Pese a las condiciones de la vía, se logró buscar el espacio entre los vehículos para que el cadáver continuara con su recorrido.
La carroza logró llegar a Tumaco y regresar, y todavía los 65 carros con 400 pasajeros continuaban en el trancón. La otra mujer fallecida era una palmirana de 74 años, quien tampoco resistió el viaje.
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