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El hijo de Changó, una entrevista con Darío Henao Restrepo sobre Manuel Zapata Olivella

La Universidad del Valle inició la publicación de las obras de Manuel Zapata Olivella, una colección de 27 títulos con libre acceso para lectores de todo el mundo. Darío Henao Restrepo, director editorial de la colección, habla sobre los cien años del autor de ‘Changó, el gran putas’.

2 de agosto de 2020 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, periodista de Gaceta
Ceremonia de entrega del Doctorado Honoris Causa en Literatura a Manuel Zapata Olivella, 2003. “Haberle dado el doctorado a Manuel fue una de mis mayores satisfacciones en la vida, recuerdo que cuando dio su discurso, dijo que lo único que él pedía a la posteridad era que leyeran su obra, porque él sentía que no era leída”, Darío Henao Restrepo. | Foto: Foto: Especial para Gaceta

Darío Henao Restrepo recuerda que su primer contacto con un libro de Manuel Zapata Olivella ocurrió hacia finales de los años 60, cuando aún estaba en bachillerato. “Tuve un profesor que nos hizo leer ‘Chambacú, corral de negros’, aunque más por su propio interés”. Sin proponérselo, esa sería la primera lectura de muchas relecturas que, muchos años después, convertirían a Darío en un crítico literario especializado en la obra de Manuel Zapata Olivella. Por lo tanto, cuando se cumplió el primer centenario de nacimiento del autor, el pasado 17 de marzo, y el Ministerio de Cultura decretó que 2020 sería un año dedicado a exaltar la vida y obra del autor de ‘Chango el gran putas’, Darío Henao Restrepo sintió que había llegado el momento indicado para redescubrir a los colombianos, y al mundo, el legado literario del más importante escritor afrocolombiano cuya obra ayudó a construir la identidad pluriétnica del país. Una identidad mestiza (afro e indígena) que, aún hoy, no es reconocida en toda su riqueza y complejidad.

Ese legado consta de 27 obras fundamentales de Manuel Zapata Olivella, que se rescataron del olvido con motivo de sus 100 años y ahora se están publicando en formato virtual bajo el cuidado editorial de su más devoto lector, Darío Henao Restrepo. A la fecha ya se han publicado siete obras de esta colección de homenaje: los relatos de viajes ‘Pasión vagabunda’ (1949) y ‘He visto la noche’ (1953), las crónicas de ‘China 6 a.m.’ (1952), las novelas ‘Tierra mojada’ (1947), ‘La calle 10’ (1960), ‘Chambacú, corral de negros’ (1963) y ‘En Chimá nace un santo’ (1964). Todos estos libros, cada uno acompañado de cuidadosos artículos críticos y biográficos, producto del grupo de estudios afrolatinoamericanos que lidera Henao Restrepo en Univalle, son de libre acceso y pueden descargarse desde la página web: www.zapataolivella.univalle.edu.co, en esta misma plataforma se irán publicando las obras restantes a lo largo del año.

“Esa es la gran contribución que debíamos hacer, y creo que por primera vez la academia colombiana (las universidades del Valle, Cartagena, Córdoba y la Tecnológica de Pereira) y el Ministerio de Cultura, ayudamos a saldar la deuda con la obra de Manuel Zapata Olivella, que hasta ahora había sido poco y mal publicada”, expresa Darío Henao Restrepo, quien también es decano de la Facultad de Humanidades en Univalle.

No obstante, para que un crítico se dedique por más de 20 años, como lo ha hecho Henao Restrepo, al estudio ‘monacal’ de un autor en particular, debe ocurrir ese milagro laico que pedía Harold Bloom como condición para valorar la verdadera literatura, que la obra influya en la vida. Así fue como, a lo largo de su vida, Darío fue descubriendo las claves secretas para acceder a esa gran “catedral afroamericana” que se llama ‘Chango el gran putas’.

“En los años 70, cuando entré a Univalle a estudiar literatura, tuve contacto de una forma más académica con su obra, pero fue después, cuando me fui a estudiar al Brasil que lo releí con más rigor, estudiando sobre todo su obra mayor que es ‘Changó’, de tal forma que ya cuando regresé a Colombia, después de 14 años, sabía que Manuel Zapata Olivella ocupaba un lugar fundamental entre todos los autores de la tradición literaria afroamericana”.

Pero, antes viajar a Brasil para realizar una maestría y luego un doctorado en letras, Darío tuvo la oportunidad de conocerse con Manuel, como él lo llama por derecho propio. “Yo en 1978, siendo un joven egresado de literatura, trabajaba en Santa Marta como profesor. Cuando un día la directora cultural del Banco de la República me llamó a preguntar si conocía la obra de Manuel Zapata Olivella, para ese momento yo había leído algunas de sus obras, por lo que me contrataron de inmediato para acompañar a Manuel durante las dos semanas que estaría en la ciudad como parte de una gira cultural, junto a un grupo de cantaoras de Quibdó. Desde que llegó al aeropuerto lo acompañé, hasta que partió nuevamente por allí”.

Desde esa época, el crítico caleño inició una prolongada amistad, por más de 25 años, con el escritor nacido en 1920, en Santa Cruz de Lorica (Córdoba), y fallecido en Bogotá, un 19 de noviembre de 2004. “Para mí fue maravillosa esa experiencia, yo tenía 24 años y él 48, quedé asombrado por su conocimiento de la religiosidad africana que, me contó, sería fundamental para la escritura de ‘Changó’, libro que estaba terminando por esa época. Aunque me contó y enseñó mucho durante esos días, nuestra amistad nació cuando supo que yo era ávido lector de Jorge Amado y Joao Guimaraes Rosa, autores brasileros que ambos admiramos”.

En Brasil, nación con la mayor población afrodescendiente del continente y donde la religiosidad de origen africano está viva y se practica abiertamente, Darío empezó a leer con otra perspectiva la obra de Zapata Olivella, aplicando su experiencia inmediata de la cultura brasilera, y de la tradición literaria afroamericana que conoció en la Universidad de Río de Janeiro. “Él me había contado cosas que hasta ese momento no entendía, como las investigaciones que lo habían llevado por Cuba, Trinidad y Brasil, asistiendo a ceremonias religiosas de matriz africana en las que él se inició, y por eso afirmaba que era hijo de Changó”.

De modo que Darío buscó comprender, a través de su obra, cómo Manuel había logrado convertirse en un hijo de Changó, “que ya no le tiene miedo nada”, como le dijo. Y aunque encontró muchos indicios en obras como ‘En Chimá nace un santo’ (1963), fue cuando publicó su obra maestra: ‘Changó el gran putas’ (1983) que el crítico descubrió su secreto. En esta obra, Manuel Zapata Olivella logra fundir en un ritual literario, “toda la historia de la diáspora africana desde que salen del puerto esclavista hasta su llegada a Cartagena, y después su historia en el continente en países como Brasil, Cuba, Haití, y que termina en las guerras independentistas en Latinoamérica, en el siglo XIX, y con los movimientos libertarios en los Estados Unidos durante el siglo XX”. Narrando la lucha épica por la libertad de todos los pueblos africanos traídos al continente americano, Zapata Olivella unió la mitología Yoruba y la filosofía Bantú, con la historia moderna, asegurándose que sus orígenes africanos se mantengan vigentes, con el arte literario, hasta hoy.

De hecho, gracias a los trabajos de crítica literaria realizados por Darío Henao Restrepo, entre ellos ‘El código Changó: los misterios del Muntú’, y a su importante labor como divulgador de la vida y obra de Manuel Zapata Olivella, la Universidad del Valle decidió concederle al escritor el doctorado Honoris Causa en Literatura en 2003, un año antes que falleciera. El mismo Darío estuvo en la ceremonia y entregó personalmente el título a Manuel.

“Haberle dado el Honoris Causa fue una de mis mayores satisfacciones en la vida, recuerdo que cuando dio su discurso, dijo que lo único que él pedía a la posteridad era que leyeran su obra, porque él sentía que no era leída. Desde ese momento me quedó el compromiso intelectual y académico de promover su obra”. Según esto, se puede afirmar que Darío es un crítico que ya no le tiene miedo a nada, sabe muy bien que leer a Manuel Zapata Olivella es ganarse el favor de Changó.

Los libros pueden descargarse libremente en la página web: www.zapataolivella.univalle.edu.co 

—¿Considera que se lee poco a Manuel zapata Olivella?

Yo cuento en los dedos de mis manos los escritores jóvenes y de mediana edad que hayan leído ‘Changó el gran putas’, quizá porque el libro está escrito en unos códigos de la mitología yorubana que no es común, algo que explico en mi libro ‘El código Changó’, para leerlo es necesario hacer un esfuerzo por comprender sus referentes. En esto llevo más de 20 años, estudiando la obra de Manuel, y he aprendido que lo primero que debemos hacer con el que no la conoce es enamorarlo de la obra, basándose en su fondo mitológico africano, para que entienda quién es Changó, Yemayá, Ogún, Eleguá.

Sin embargo, en la Universidad del Valle tenemos una línea de estudios afrolatinoamericanos en los cuales hemos dedicado mucho esfuerzo a estudiar la obra de Manuel Zapata Olivella, un fruto de eso son estas obras que estamos publicando y el documental ‘Zapata, el gran putas’ del director Marino Aguado, del cual yo soy el investigador principal, y que se estrenará en octubre por Telepacífico.

—¿Cómo fue la relación de M.Z.O. con Cali?

Esa relación empieza en Bogotá, cuando Manuel estudiaba medicina en la Universidad Nacional, allí conoce a Raúl González Mina, hermano mayor de Leonor, y conoce a otros caleños y caucanos que estudiaban en esa ciudad, entre ellos a Enrique Buenaventura y Helcías Martán Góngora. Pero quien lo trae por primera vez a Cali es Natanael Díaz, también lo llevó a Puerto Tejada, y desde entonces Manuel siguió visitando la ciudad. A él le debemos que en una de esas visitas haya descubierto el talento de Leonor González Mina, cuando la escuchó cantar en fiestas de navidad. Por eso la invitó a unirse como cantante a una gira que tenía con el grupo de danzas de su hermana, Delia Zapata Olivella. Manuel le mandó el dinero a Leonor para el pasaje a Bogotá, y la Negra Grande se vuela de su casa para dedicarse a la música. Ella dice que se convirtió en una gran artista gracias a Manuel.

También es muy importante su presencia en Cali cuando su hermana Delia estaba en Instituto Popular de Cultura y realizan la expedición por Guapi, y otras investigaciones sobre danzas y cultura por el Pacífico. Manuel la acompaña y descubren toda esa riqueza, en esa época hace amistad con Mercedes Montaño, Teófilo Potes, entre otros músicos y folcloristas del Pacífico.

Además acá en Cali vivían varios de sus amigos, por lo que mantuvo una estrecha relación con la ciudad, por eso en 1977 cuando Manuel no encontró suficiente apoyo para realizar el Congreso de la Cultura Negra de las Américas en Cartagena, decidió hacerlo en Cali donde tuvo una mejor recepción la iniciativa, el segundo se realizó en Panamá y el tercero en Brasil, y en todos participó él. Manuel siempre tuvo muy claro que las dos regiones más importantes de la presencia negra en Colombia, eran el caribe y el pacífico, pero Cali representó para él un punto de referencia porque tenemos la mayor concentración de afros del país.

—¿Cómo ha sido el trabajo editorial para publicar estas 27 obras?

Esa historia comienza cuando le dimos el doctorado Honoris Causa en Univalle, yo habñia llegado de Brasil, donde ya le habían dado a ‘Changó el gran putas’ el Premio Francisco Matarazzo Sobrinho de Ficción Latinoamericana. Nosotros fuimos la primera universidad colombiana en reconocer en vida el legado de Manuel Zapata Olivella, desde ese momento empezamos a estudiar su obra, comprobando que estaba muy mal publicada. Ya para el 2010, con motivo de la creación de una biblioteca de obras afrocolombianas del Ministerio de Cultura, proyecto en el cual participé, logramos publicar una edición muy cuidada de ‘Changó el gran putas’ con una introducción mía. También se publicó en esa colección el libro ‘Por los senderos de los ancestros’, una recopilación de ensayos de Zapata Olivella.

Después, creamos en Univalle un doctorado en Estudios Afrolatinoamericanos desde el cual comenzamos a estudiar su obra, yo he tenido la oportunidad de dirigir más de 10 tesis sobre Manuel Zapata Olivella y he asesorado a investigadores de África, Brasil y EE. UU., pero el trabajo era muy precario porque de su obra solo se disponían ediciones muy viejas y a veces hasta con fotocopias. Por eso ahora, con motivo del centenario, la Universidad del Valle lideró, junto con las universidades de Córdoba, Cartagena y la Tecnológica de Pereira, y apoyados por el Ministerio de Cultura, logramos desarrollar el proyecto editorial de las obras de Zapata Olivella.

A mí me parece que este es el mayor acontecimiento literario y cultural del país, ya que estamos publicando las principales obras de un autor, intelectual e investigador de gran influencia, no solo en la cultura colombiana, porque estas obras están teniendo resonancia en universidades norteamericanas y del caribe, en institutos africanos y europeos. De hecho, la página web dedicada a la vida y obra de Zapata Olivella, que nosotros diseñamos, va a estar enlazada con el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, el Centro Virtual Cervantes de Madrid y la Universidad de Vanderbilt, esta última donde guardan los archivos personales del escritor.

La apuesta principal para que llegue a todo es que sean libros virtuales, pero se va a publicar una edición impresa en octubre que el Ministerio de Cultura distribuirá por las bibliotecas públicas de todo el país. Otros ejemplares serán para las universidades que participan del proyecto y algunos tal vez lleguen a las librerías, pero la apuesta masiva son los libros virtuales. Ya superamos los 10.000 usuarios virtuales en la página web de Zapata Olivella, lectores de diferentes lugares del mundo.

—Pero el legado de Manuel Zapata Olivella no se reduce solo a lo literario…

Manuel fue un hombre polifacético, su profesión era la medicina. Trabajó como médico rural, y también investigó sobre medicina social y psiquiátrica, todo esto le sirvió para una de sus novelas. Pero siempre tuvo interés por la literatura, desde muy joven escribía para periódicos y ganó concursos literarios.

Otra parte importante de su legado fue el trabajo cultural que realizó con su hermana Delia Zapata Olivella, juntos crearon el Centro de Investigaciones Folclóricas de Colombia en los años 40. Este centro jugó un papel muy importante en el rescate de las tradiciones del folclor colombiano, ellos recorrieron todo el país conociendo a través de trabajos etnográficos estas expresiones, incluyendo las regiones del Caribe y Pacífico. Cabe mencionar que fue Delia quien fundó el área de danzas folclóricas en el IPC de Cali.

Manuel también hizo un importante aporte a nivel sociológico, sus estudios de campo en diferentes poblaciones, indagando cuáles son las vertientes étnico-raciales de la cultura colombiana, están reunidas en su libro ‘El hombre colombiano’ que es quizá su más importante aporte intelectual. Además escribió ensayos de carácter histórico sobre los vínculos de América con África, la trata negrera y la diáspora, los movimientos abolicionistas, textos muy bien documentados que podríamos decir son el soporte de ‘Changó el gran putas’.

—¿Cuál es la vigencia de ‘Changó el gran putas’?

Hoy todo el mundo está indignado por el racismo y la violencia en Estados Unidos, una secuela social que no termina desde que inició la diáspora africana hace 400 años, algo que Manuel sabía muy bien, por eso el último capítulo de ‘Changó el gran putas’ está dedicado a las luchas de los afroamericanos por los derechos civiles. La novela termina con un homenaje a las figuras de Malcolm X y Martin Luther King, además como me contó el mismo Manuel, que Agne Brown, la narradora de ‘Changó’, está inspirada en la líder y filósofa negra Angela Davis, que aún vive. Esta obra tiene hoy una actualidad impresionante, todo lo que está sucediendo es el capítulo siguiente que no escribió Manuel.

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