Cultura
Se estrena el documental sobre Edy Martínez, el legendario músico colombiano que dejó huella en la salsa y el jazz latino
El documental Viva Edy: la historia de una música indestructible, del director caleño Carlos Ospina, rinde homenaje a Edy Martínez, quien a sus 81 años es una leyenda viva de la música latina.
Por L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País
Existe una disputa cultural —entre muchas otras cosas más urgentes— con la que se pretende dirimir cuál ciudad de Colombia aportó más a la música afrolatina conocida como Salsa. Esas dos ciudades, como en la novela de Dickens, que dicen tener mayor injerencia en el destino de la rumba actual, son: Cali y Bogotá. Algunos expertos postulan que la primera es, sin discusión, la trinchera final de la salsa en Latinoamérica, pista ardiente de bailadores frenéticos, hogar de la Orquesta Guayacán y del Grupo Niche, tumba de Jairo Varela, eximio compositor chocoano. Para otros, disidentes de este consenso, la capital colombiana fue fundamental para la salsa, puesto que allí empezaron su carrera Jairo Varela y Alexis Lozano, y sostienen que quizá sus festivales salseros son menos llamativos que las verbenas caleñas, pero están mejor organizados.
Cabría preguntarse, ¿qué pasó con Buenaventura? Aunque podría alargarse más la discusión, hasta llegar al fundamentalismo más radical entre la provincia, el puerto y el centro. Pero, para zanjar de una vez la cuestión, reconozcamos a la ciudad que aportó más a la salsa, y esa fue sin duda: Pasto (Nariño).
El aporte de Pasto a la cultura salsera tiene nombre propio. Se llama: Eduardo Martínez Bastidas, más conocido en el mundo de la música como el maestro Edy Martínez. Su historia, desconocida por muchos, y su indiscutible influencia en la salsa y el jazz latino, son rememoradas en el documental Viva Edy: la historia de una música indestructible (2023), del cineasta caleño Carlos Ospina, que se estrenó este jueves, 28 de septiembre, en las salas de cine colombianas.
En esta producción, la trayectoria de Edy Martínez es comentada por algunos de los artistas salseros más reconocidos de Latinoamérica, quienes compartieron escenario y estudio con el músico colombiano, entre ellos, Luis ‘Perico’ Ortiz, Adalberto Santiago, Tito Allen, Bobby Valentín y Willie Rosario. Aparte de estos testimonios, están las apreciaciones de músicos que en su momento descubrieron el estilo musical de Edy Martínez y los cautivó por su originalidad, aquí encontramos a Yuri Buenaventura y a Gilberto ‘El Pulpo’ Colón.
El documental también mueve el foco y hace hincapié en el otro lado de la cultura musical. Así como narra la historia desde el protagonismo de los artistas, deja escuchar otra voz fundamental, la de los espectadores, que en este caso son algunos melómanos caleños, como Gary Domínguez, Isidoro Corkidi, Alejandro Ulloa, Orlando Montenegro y Rafael Quintero, quienes con apuntes muy pertinentes demuestran cómo Edy Martínez contribuyó a la música latina.
Es meritorio para el director que haya creado este juego de voces que aportan diferentes aspectos sobre la vida y obra del protagonista, un hombre con un genio musical inmenso que, contrario a algunos de sus contemporáneos que lograron el estrellato acomodándose en la vertiente más comercial de la música latina, se arriesgó mucho más, llevando su arte como pianista, compositor y arreglista a territorios insospechados en su momento, por eso algunos consideran que Edy Martínez hizo por la salsa tanto como por el jazz latino.
Nacido el 2 de enero de 1942, en San Juan de Pasto (Nariño), creció en una familia donde la música era un lenguaje común, madre y padre fueron músicos con fundamentos en el folclor, pero apasionados por la música clásica y moderna. Como cuenta en el documental, a los 9 años, su padre los descubrió, a Edy y a su hermano, escuchando el “Estudio de Jazz No. 2″ de John Grass, una “música rara pero linda” que lo fascinó para siempre.
El inicio de su trayectoria fue como percusionista, en la orquesta de su padre y luego en otros conjuntos de música tropical, con los que viajó por el Caribe. Hasta que en Nueva York, a principios de los años 60, se entregó por completo al piano, causando una gran impresión en los músicos neoyorquinos de la época. Primero, por ser un colombiano, quizá el único capaz de interpretar música afrocaribeña y jazz con igual virtuosismo, talento que le permitió tocar al lado de los grandes directores y en los templos musicales de la Gran Manzana.
Pero, antes de entrar en contacto con la movida latina en Nueva York, Edy Martínez tuvo la oportunidad de tocar con una orquesta en Nueva Orleans, cuna del jazz, donde consumó su amor por este género musical y llegó a las raíces negras de su sonido, lo que sería esencial para definir su estilo. Cuando se instaló en Nueva York no estuvo mucho tiempo desempleado, empezó como pianista de reemplazo en la famosa Asociación de Músicos Americanos (ASCAP por sus siglas en inglés) y, en pocos meses, la fama del pianista colombiano llegó a oídos de los grandes. El primero en buscar a Edy Martínez fue Ray Barreto, con cuya orquesta Martínez grabó discos básicos para la música latina: Señor 007 (1965), El Ray Criollo (1966), Latino con Soul (1967), The other road (1973), Indestructible (1973), entre otros.
La lista de orquestas a las que fue convocado y de arreglos magistrales que Edy Martínez fue dejando en discos, puede ser interminable. Además de Ray Barreto, el colombiano acompañó a Mongo Santamaría, Tito Rodríguez, Tito Puente, Celia Cruz, Willie Colón, Ángel Canales, Pete ‘El Conde’ Rodríguez, Luis ‘Perico’ Ortiz y Justo Betancur. Cabe destacar que tocó el piano, e hizo arreglos, para orquestas cuyos directores eran los mejores pianistas latinos, Eddie Palmieri y Larry Harlow, quienes no dudaron en ceder su lugar al colombiano.
En los años 70, cuando estaba en la cúspide de su carrera, brillando entre los grandes músicos latinos, Edy Martínez sintió que podía llegar más lejos a nivel musical, y que la tendencia de la salsa de algún modo limitaba su creatividad, por eso aceptó la oferta del músico argentino Leandro ‘Gato’ Barbieri para integrar su grupo de jazz. Así, el colombiano entró de lleno a experimentar con total libertad en la música contemporánea, aunque nunca abandonó del todo los ritmos afrolatinos.
En el disco Unfinished Masterpiece (1975) de Eddie Palmieri, como cuenta Gilberto ‘El Pulpo’ Colón en el documental, el pianista puertorriqueño invitó a Edy Martínez para hacer el arreglo de la pieza instrumental “Resemblance”, y dejó que el colombiano no solo dirigiera y tocará el piano, sino también su famoso bajo Fender Row. Este disco ganaría un Premio Grammy en 1976.
El documental no se limita al inventario musical, como trasfondo aborda la personalidad tímida y solitaria de Edy Martínez, un artista de genio que, sin embargo, optó por darle protagonismo a su música y no a su persona. Edy Martínez huyó siempre del foco de atención, pero dejó por el camino una serie de piezas musicales ineludibles para la cultura latina. El documental de Carlos Ospina logra reunir las piezas, vitales y artísticas, para componer un mosaico que retrata al maestro colombiano en toda su humildad y grandeza.
A lo largo Viva Edy, como un leitmotiv onírico, se ve a un niño caminando por un desierto. En el camino observa representaciones de sus mayores amores y miedos: los tambores africanos, el piano, la mujer y la muerte, que son una metáfora de la gran ambición artística de Edy Martínez, hacer una música indestructible, una que pueda superar a la extinción.
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