GUSTAVO PETRO
Democracia, la gran derrotada con la guerra sucia de las campañas presidenciales
Analistas explican que esta cruzada de mentiras y desinformación empobrece el debate público, hace que la gente esté yendo a las urnas a votar con odio, afecta el pluralismo, la tolerancia y en un futuro, la gobernabilidad.
Llegó el día en el que los colombianos elegirán al próximo Presidente del país. Muchos ciudadanos comentan que “por fin” se acabará ese gran nivel de estrés, incertidumbre, nerviosismo y rabia que produjo la guerra sucia y la polarización que se ha vivido en nuestra nación a raíz de la campaña presidencial, especialmente en esta recta final.
Hermanos peleados, amigos de colegio o de la universidad distanciados, compañeros de trabajo enemistados… en general, toda una sociedad dividida por cuenta de la ya famosa guerra sucia electoral, que tal como lo explica el politólogo de la Universidad del Rosario Mauricio Jaramillo es aquella que tiene que ver con toda esa cantidad de mentiras, desinformaciones e informaciones inexactas con las que se pretende combatir a un candidato y desacreditarlo. También, con las descalificaciones a las que de manera sistemática se recurre.
Para el analista político, esta situación se ha incrementado por el desespero de cada uno de los candidatos, ya que, en la medida en que la campaña se presentó más cerrada de lo que se pensaba, se recurrió a este tipo de estrategias que son éticamente reprochables.
“Interceptar una campaña y poner a circular un video (como el de Roy Barreras) es guerra sucia; lo que se ha dicho sobre la hija de Rodolfo Hernández, poniendo en tela de juicio que él sea una víctima del conflicto, es guerra sucia; revictimizarlo, es guerra sucia; poner a circular información inexacta de Gustavo Petro, es guerra sucia”, puntualiza Jaramillo.
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La directora de posgrados de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana Bogotá, Patricia Muñoz Yi, advierte que una comunicación negativa dentro de las campañas es válida. Esa información que se da sobre las decisiones, hechos o actores que han involucrado a un candidato, investigaciones, determinaciones de él que en el pasado favorecieron a ciertos actores, sus promesas incumplidas, esa sí es aceptada en aras de informar a los electores, para que ellos tomen la decisión más conveniente.
Pero otra cosa es la guerra sucia, agrega la docente investigadora, ese uso del rumor, de la desinformación, de la información falsa que se viene utilizando como estrategia por parte de algunas campañas electorales es censurable, pues enturbia el ambiente al instalar información falsa de un candidato, lo que atenta contra su honra, su imagen personal, su carrera, todo, con el propósito de construir una percepción negativa que provoque que algunos de sus seguidores se desentusiasmen y decidan votar por otras opciones.
El politólogo Santiago Londoño destaca que en esta campaña, apenas terminó la primera vuelta, Gustavo Petro salió a despotricar de Rodolfo Hernández y durante esos tres primeros días le dio durísimo. Y empezaron a salir cantidades de memes, videos y cosas negativas sobre el empresario. “Pero no le sirvió esa forma de proceder, porque, que el mismo candidato haga eso es todavía más feo, por eso le tocó moderar su discurso contra Rodolfo”.
Generalmente, la cruzada de desinformación no la hace directamente el aspirante, anota Londoño, “porque pierde credibilidad como candidato”, pero “sí la hace un influencer, alguien anónimo que envía su video o mensaje por Whatsapp o se utilizan terceros que se suponen no están en su campaña”.
Como está mal visto que los candidatos salgan a hacer guerra sucia, añade Londoño, comienzan a utilizar a gente que le pagan, o que es cercana y está dispuesta a dar ese tipo de mensajes porque, además, les ayudan a multiplicar esas audiencias a las que ellos no llegarían de forma natural.
Las campañas saben que un Tik ToK u otra pieza audiovisual ‘pegan’. Y tienen sus bodegas de videos, de memes, para hacerlos divulgar. “Eso no es pura gente desocupada que los hace, sobre todo, hay unos videos bien editados. Eso no es gratis”, indica Londoño.
También, con este tipo de guerra desinformativa lo que se pretende es explotar los miedos y la rabia. “Lo que nos han demostrado las campañas políticas es que la gente sale más convencida a votar por alguien cuando está brava, berraca, más que cuando lo hace desde el conocimiento, el discernimiento. Eso se demostró claramente en el plebiscito de la paz. La gente salió a votar berraca contra ese acuerdo, justamente, por la campaña que estuvo plagada de mentiras”, argumenta Santiago Londoño.
Graves consecuencias
Este fenómeno tiene preocupantes consecuencias a diferentes niveles. Para la politóloga Martha Useche, docente investigadora del programa de Sociología de la Universidad del Areandina, en un proceso electoral tan visceral y pasional en el que se fomenta el desprestigio y el odio desde el lado político contrario, son los candidatos y sus familias las primeras víctimas. Padecen matoneo y han llegado a sufrir agresiones físicas por electores intolerantes. La profesional pone de manifiesto que en Brasil apuñalearon a Jair Bolsonaro y en Colombia, en el 2019, fueron agredidas en Cauca, una candidata liberal, y en Antioquia, un candidato del Centro Democrático.
La gran perdedora con esta situación de guerra sucia y polarización es la democracia, opina el politólogo Mauricio Jaramillo, porque la gente no está votando con conocimiento de causa, sino que está yendo a las urnas a votar con odio y lo más grave, continúa el analista, se está afectando el pluralismo, es decir, esa opción que tiene una persona de pensar distinto, el respeto por las opiniones ajenas, la tolerancia, que debe marcar la democracia. Sin eso no hay posibilidad de diálogo “y lo más grave al futuro es que esto va a afectar la gobernabilidad: quien sea elegido Presidente, va a tener a la mitad del país odiándolo, aborreciéndolo”, comenta el docente.
La guerra sucia, acota la investigadora Muñoz, termina acentuando la polarización, la defensa de posiciones extremas, cada vez más alejadas, que, primero, empobrecen el debate público, las intervenciones de los candidatos van orientadas a visibilizar los errores, los comportamientos, los hechos negativos de las otras campañas y descuidan lo que verdaderamente interesa: las propuestas, cómo van a adelantarlas, cuáles son esos grandes problemas que deben ser privilegiados para solucionar dentro de la sociedad. “Ese extremo de las posiciones termina afectando los consensos y dificultando la búsqueda de soluciones a los problemas comunes”, manifiesta la docente.
En opinión de la docente Martha Useche, la cruzada engañosa de las campañas daña los ideales de la democracia, ya que ella busca es que los candidatos debatan sobre sus planes de gobierno y administraciones públicas anteriores. “Se deben debatir los argumentos, no sobre las personas, esta es la base no solo de la discusión política, sino para resolver los conflictos. Entonces, esta guerra sucia en vez de promover la equidad y la paz, afecta el proceso democrático”.
¿Soluciones para una próxima campaña?
El politólogo Santiago Londoño considera que la guerra sucia “es sinceramente, inevitable”. Es imposible que no se dé “porque cualquiera con un Tik Tok , con un Face, un Instagram, hace un video y lo publica”.
Además, la ley colombiana no es la mejor aliada para este tipo de situaciones y menos, en segunda vuelta presidencial. “No importa que tú o el otro salga a decir una injuria, una calumnia. Tú o el otro pueden demandar, tienen que ir a una conciliación, un juez tiene que fallar y mientras ocurre todo eso, ya pasó la segunda vuelta. La ley está, pero los tiempos no dan y el desgaste, tampoco”.
Sobre este particular, comenta la docente Muñoz, hay que hacer un frente común desde la sociedad civil, los medios masivos de comunicación y la academia para que las informaciones falsas no enturbien más el ámbito de lo político, donde los ataques, las ofensas, las mentiras, parecen haberse apoderado del mismo.
“Los medios masivos de comunicación tienen la obligación, más allá de sus intereses económicos y de sus posiciones políticas, tienen el deber de ser rigurosos al informar, denunciar y formar y en ese sentido de formación deben ser muy estrictos a la hora de comprobar la información que difunden y no ser caja de resonancia, con intención o no, de falsas noticias”, comenta la investigadora Muñoz Yi.
Los dueños de redes sociales, indica, por su parte la profesora Useche, se han quedado atrás a la hora de no permitir que se reenvíe información falsa, “pues no solo se demoran en identificarla y bloquearla, sino que no hacen lo suficiente para rectificarla”, aunque, por lo menos, algunos portales independientes se dedican a chequear cuál es la información veraz.
Useche, investigadora del Observatorio de Humanismo Digital de Areandina, manifiesta que es necesario que los medios de comunicación tradicionales logren más visibilidad en los espacios digitales, pues están bastante quedados, aunque algunos ya han incursionado con reels y Tik Toks en cuentas oficiales. Deben mostrarse como generadores de noticias serias y fiables, corroborando los datos varias veces y no aumentando la polarización, sino mostrando los diferentes lados de la situación, buscando que la línea política no le dé más atención a los aspectos personales de los candidatos que a sus proyectos de gobierno.
Los consumidores de información también deben asumir su papel, resalta Useche, buscar fuentes veraces, y desde la academia se debe reforzar la enseñanza de estrategias de búsqueda de información asertiva entre los estudiantes y sus familias.
Lo que podemos sugerir desde la academia, complementa Muñoz, es que debemos construir más ciudadanos digitales, que se relacionen con las redes sociales de una mejor manera, que puedan aprovecharlas positivamente para nuestra democracia, que tengan mayor capacidad de reflexión y de discernimiento, para poder consultar muchas fuentes, tomar la decisión y no dejarse influenciar solo por una información puntual. “Eso es lo que hemos llamado ciudadanía digital, pero que va de la mano de toda la construcción de ciudadanía, de valores democráticos, que debemos recuperar en nuestra sociedad”, concluye Muñoz Yi.