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Visita al 'maestro' Jairo Arboleda

Jairo Arboleda acaba de lanzar una biografía en la que, entre otras cosas, aclara que nunca jugó un partido de fútbol con resaca, como tantas veces se ha dicho.

8 de mayo de 2016 Por: Santiago Cruz Hoyos | Periodista de GACETA

Jairo Arboleda acaba de lanzar una biografía en la que, entre otras cosas, aclara que nunca jugó un partido de fútbol con resaca, como tantas veces se ha dicho.

- Lidiar al maestro es cosa seria, dice Blanca Rojas, la esposa de Jairo Arboleda mientras, de pie,  organiza las fotos de su esposo en la época en la que era  futbolista profesional. 

Las fotos están esparcidas en el comedor de un apartamento al  sur de Cali, junto a recortes de periódicos y revistas que ella ha conservado durante décadas.  

- Me ha tocado duro. Tengo que estar detrás de él. Es que esos amigos que tiene…  dice Blanca en susurros, con una sonrisa cómplice. Como una madre que, en el fondo, disfruta la picardía y travesuras de un hijo. O que por lo menos las entiende. 

‘El maestro’ permanece en su cuarto, atento a la radio. Está vestido como si en contados minutos tuviera que saltar al campo de nuevo: camiseta y pantaloneta del Deportivo Cali. En la ciudad se rumoró que él podría ser el nuevo técnico del  equipo tras la salida de Fernando ‘Pecoso’ Castro, lo que al final no se dio.  Por eso,  cuando escuchaba  a un periodista deportivo,  se retiraba del comedor hacia donde estaba la grabadora. 

- A veces ustedes los periodistas se enteran primero que uno de las noticias, había dicho.  

Blanca sigue organizando las fotos con esa sonrisa cómplice, a veces una mueca con la que reprocha con ternura a ciertos amigos de Jairo. Dice que, como le ha tocado lidiar tanto al ‘maestro’ -  ella le dice así, ‘maestro’, con la misma admiración de un hincha – es que él escribió en la biografía que acaba de publicar lo siguiente: “Blanca me marcaba más que Eduardo Retat o ‘El pescadito’ Oswaldo Calero. Todavía lo hace”. 

A Jairo, tal vez, le gusta eso: ‘gambetear’ para que Blanca lo ‘marque’.

 - A ella le gusta el fútbol. Por esta razón nos hemos entendido muy bien. 

***

-Me molesta que se inventen cosas de mí que no son, dice Jairo. 

La intención de su biografía - ‘Jairo Arboleda, el maestro’ -  en parte es eso: aclarar verdades a medias que se han dicho sobre su vida. 

En el libro reconoce que, a los 21 años, y jugando para el Deportivo Pereira, probó el licor por primera vez. 

 -Y, la verdad, me gustó. La fuente de soda Don Pepe y el Café La Bolsa, donde íbamos a jugar billar con compañeros y amigos, fueron los sitios más frecuentados. 

Sin embargo aclara que jamás jugó un partido enguayabado, como se ha dicho, mucho menos borracho. Ese es justamente su mito: que Jairo Arboleda era tan buen jugador, le sobraba tanto talento, que incluso ebrio podía hacer ganar a cualquier equipo. 

Al periodista Óscar Luis ‘Chango’ Cárdenas, durante la noche del lanzamiento de la biografía,  le contó una anécdota al respecto. En una ocasión un taxista le preguntó:

- Maestro, ¿te acordás que un domingo te recogí a las 10: 00 de la mañana en una discoteca de Juanchito, para llevarte al estadio?

- Eso nunca pasó, no exagerés, le respondió. 

¿Cómo unas instituciones tan serias como el Deportivo Cali o el Deportivo Pereira se iban a aguantar que un  futbolista jugara borracho, o que se desapareciera diez días como también se dijo?, se pregunta Jairo sentado de medio lado en un asiento del comedor, el cabello completamente blanco de quien roza los 70. Es cierto que lo multaron con frecuencia por algunos actos de indisciplina como no llegar a tiempo a un entrenamiento, dice, pero los domingos siempre estaba en condiciones óptimas para los partidos. 

En su tiempo libre, eso sí, hacía lo que quería. Cuando jugaba en el Cali se escapaba hasta Pereira a hacer de las suyas y a veces llegaba a las prácticas después de lo convenido. O si se quedaba en la ciudad se iba para Sanandresito – fue allí donde conoció a Blanca, quien era comerciante -  o se pasaba por los cafés del centro para jugar billar. 

Hubo días en los que solo fue a eso, a jugar, o a ver jugar, asegura, pero los hinchas que lo reconocían a lo lejos con un taco en la mano inevitablemente concluían: está borracho. Así que su fama de indisciplinado y tomador se esparció en Cali  y en el resto del país sin que él pudiera hacer nada al respecto. 

Nadie, en cambio, decía una palabra cuando Jairo asistía a los teatros. El cine, cuenta en su biografía,  fue su otra afición,  sobre todo las películas de Charles Bronson, el Agente OO7, “acción y espionaje”. 

-Siempre jugué al fútbol en mis cabales. 

***

Jairo Arboleda nació el 20 de septiembre de 1947, en Tuluá. Tiene 69 años. A los tres su madre, Susana, se trasladó con él y el resto de la familia a Palmira, en ese entonces una ciudad de carruajes halados por caballos que atraían a los turistas. -Ahí crecí-. 

No era un niño rebelde, malcriado. Por lo menos no se recuerda así. Sin embargo protestaba cuando, como todo niño, debía hacer algún mandado en la tienda. Tampoco le gustaba estudiar. Su objetivo fue siempre el mismo, así alguna vez aprendiera construcción mecánica: jugar al fútbol profesional.

Para lograrlo buscó la ayuda divina. Jairo le oró al Señor de Los Milagros para que le diera la oportunidad de jugar en un equipo de primera división. Si eso sucede, le prometió, caminaría desde Palmira hasta La Basílica de Buga, donde está el santuario del ‘Milagroso’. 

Después de su debut oficial ante Independiente Medellín el 10 de marzo de 1968 -  habían pasado  solo  tres semanas desde que fuera aceptado por el Deportivo Pereira– Jairo cumplió su promesa. Llegó a Buga con llagas en los pies, los zapatos desechos,  pero no le importó. 

-Soy muy creyente. 

Cuando hacía parte del cuerpo técnico de Cortuluá hizo lo mismo: caminó hasta Buga junto con un hincha acérrimo para pedirle al ‘Milagroso’ que el equipo no descendiera. Cortuluá no descendió, por lo menos no con Jairo en el cuerpo técnico.

Su primer equipo en todo caso fue Atlético Nacional. No precisamente el de Medellín, sino una escuadra aficionada del barrio Colombia, en Palmira. Tenía 12 años.  Después jugó para el Fluminense del barrio La Emilia, e hizo parte de  Metálicas Palmira. 

Fue su tío Jaime el que le dijo que probara en el Deportivo Cali. El técnico era Víctor Celorio. Cuando vio a Jairo en la primera practica, ese tranco largo, la visión panorámica para hacer pases que dejaban a los delanteros de cara al arquero, los túneles a los rivales -  Jairo fue llamado el ‘Rey del Túnel’ - Celorio  lo aceptó sin chistar. Poco tiempo después ascendería a  la categoría juvenil del equipo, pero el ‘maestro’ terminó aburriéndose. El Deportivo Cali no le cumplía con los auxilios para el transporte hacia los entrenamientos. 

-Muchas veces tuve que salirme de las ventanillas de Expreso Trejos porque solo tenía para pagar un viaje, y prefería cancelar en el regreso. 

Entonces decidió no volver. Si no es por Pedro ‘Cachetes’, un amigo de infancia, quizá no hubiera jugado nunca al fútbol, por lo menos no a nivel profesional. Pedro lo convenció de viajar a Pereira, después de que escuchara que el equipo estaba haciendo convocatorias para probar jugadores. Jairo fue, no muy convencido. Al fin y al cabo, pensaba, a esas convocatorias se presentan decenas de futbolistas aficionados y de muy buena calidad. 

‘El maestro’, sin embargo,   ni siquiera tuvo que entrenar aquella vez para quedarse. El técnico del Deportivo Pereira era el paraguayo César López Fretes, quien ya lo había visto jugar en torneos amateur. Cuando lo reconoció en la cancha, antes de la práctica, le dijo: te espero el viernes. 

En la biografía, el capítulo de López Fretes se titula ‘El papá’. Jairo Arboleda nunca conoció a su padre.

***

Entre algunos periodistas el ‘maestro’ tiene fama de “difícil”.  - Le saca el cuerpo a las entrevistas - dijo una reportera. Escabullirse de los reporteros como lo haría en la cancha con sus rivales es en realidad un mecanismo de protección. A Jairo lo pone nervioso hablar ante la prensa o en un auditorio repleto. No es que sea un hombre engreído o que quisiera permanecer alejado de la prensa – le gusta escuchar los programas deportivos del mediodía  incluso -  sino que simplemente, si por él dependiera, evitaría hablar en público. - Me siento más cómodo escuchando que hablando.  La noche en que presentó su biografía, junto al reconocido comentarista deportivo Hernán Peláez Restrepo, le temblaban los labios; en su época de jugador activo, en Bogotá se tenía como costumbre entregarle un reloj a la figura del juego. Jairo ganó por lo menos cuatro y cuando los reporteros lo entrevistaban por su buena actuación – era inevitable dar una entrevista una vez se recibía el premio, -  él respondía con frases cortas, a veces un simple sí, o un no. Como respondería alguien que es interrumpido mientras lee un libro que lo ha atrapado o trata de conciliar el sueño. -No daba ‘papaya’ para  que la charla se extendiera. Yo no es que sea un hombre estudiado, entonces las ruedas de prensa me dan nervios. Pero si debo hablar me defiendo. Con mis muchachos, cuando  dirijo, es diferente.  El maestro sueña con ser técnico en propiedad  de un equipo de primera división. Ya lo ha hecho, pero en condición de interino.   En la radio, precisamente, se vuelve a mencionar su nombre. Después le entra una llamada  a su celular, un  aparato que solo sirve para eso, hacer y recibir llamadas. Nada de pantallas táctiles, chats, aplicaciones. El ‘maestro’ es un hombre sencillo.  - Listo, voy el domingo como técnico del Cali, contra Pasto, dice después de colgar y mira a un lado en silencio, como quien empieza  a  asimilar un cambio importante.  El equipo, con él en el banco,   volvió a ganar después de varias fechas. ***En la sala hay una foto de Jairo con la Selección Valle; un portarretrato en el que aparece con Blanca y Óscar, uno de sus hijos y quien lleva su primer nombre. Jairo en realidad se llama Óscar Jairo.  También se ve   una bandera que dice ‘Deportivo Cali Campeón’. Con el equipo  dio la vuelta olímpica en 1970 y 1974. Además jugó la Copa Libertadores y con la Selección Colombia fue subcampeón de América en 1975.  Así que el único sueño que no cumplió fue jugar un mundial. Eran tiempos en los que Colombia tenía un buen equipo, pero los brasileros  eran unos magos. Cada que jugábamos ante ellos en las eliminatorias  perdíamos por goleada. También éramos inferiores a los peruanos, a los uruguayos, a los argentinos.  - Hoy es distinto. El fútbol se ha nivelado. Aunque sucede una cosa  cierta que  dicen los viejos, que fueron los que jugaron bien al  fútbol: ahora se corre más y se piensa menos. El ‘maestro’ pensaba en la cancha. El periodista Gonzalo Valencia escribió alguna vez que “ Arboleda ya agotó todos los adjetivos posibles para calificar sus actuaciones; parece un Manolete en todo el esplendor de su capote, dejando contrarios en el camino como si fuera a rematar una faena gloriosa. Tiene estampa de crack”. Un aficionado escribió en la página web de El País cuando se publicó un resumen de su historia que “en la época en que el fútbol era una poesía, Jairo compuso los mejores versos. Nadie rimaba como él”.  Era tal su calidad, que además de ganar títulos era capaz, con la pelota, de lograr que sus compañeros consiguieran novia. Sucedió así: antes de un clásico ante el América, el jugador argentino del Deportivo Cali  Jorge Olmedo se le acercó para pedirle que lo ayudara a convertir un gol. Se lo iba a dedicar a Ana Lucía Agudelo, la reina de Colombia en ese momento, quien le había prometido  que, si anotaba, serían novios.  -Tenés que ayudarme Jairo, le suplicó Olmedo. En el juego, Jairo le hizo un pase preciso. Olmedo solo debió empujar el balón en el arco. En la celebración el ‘maestro’ lo abrazó y le dijo sonriendo: “Te cumplí”.  Unas horas más tarde Olmedo y Ana Lucía eran novios. Meses después se casaron. Jairo Arboleda es considerado el mejor jugador del Deportivo Cali del Siglo XX. *** El ‘maestro’ no se ha retirado del fútbol. Por lo menos no del todo. Todas las semanas se le puede ver jugando un ‘picadito’ en el barrio Olímpico, junto a sus excompañeros. Las lesiones de rodilla que lo sacaron del profesionalismo hace 35 años no le impiden  desbaratar, de vez en cuando, defensas contrarias.  -Todavía conservo la condición técnica. Eso no se pierde. El resto de su tiempo se lo dedica a recorrer el Valle en busca de nuevos talentos. Jairo trabaja como veedor de jugadores del Deportivo Cali. Se fija, sobre todo, en la técnica de los muchachos. Porque no solo el diez tiene que ser técnico, dice. Todos, desde el arquero, deben serlo. -Hacemos énfasis en los centrales, que en divisiones menores hay pocos; y laterales por ambos lados. Pero siempre buscando el talento, la visión de juego, la habilidad. Ese es mi trabajo hoy. Yo soy un agradecido con el fútbol y con el  Cali. Me lo han dado todo, sobre todo los amigos.  La vida de Jairo ha estado relacionada con el equipo desde siempre, incluso después de que revelara un secreto que no le gustó a nadie. Tras una rueda de prensa, y reunido con algunos socios, un periodista le preguntó:  - ¿Usted de qué equipo es hincha? - Del América. Los socios que acostumbraban a hacer colectas para que el ‘maestro’ tuviera dinero de sobra,  desde ese día dejaron de hacerlo.  Ahora, en el comedor de su apartamento, Jairo está en aprietos de nuevo, como si lo rodeara toda una defensa contraria.    -¿Aceptaría cumplir el sueño de ser técnico en propiedad dirigiendo al América? Jairo se carcajea, sonrojado. 

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