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Secuestro de iglesia La María, 15 años de un cautiverio que unió a los caleños

El 30 de mayo de 1999, el ELN secuestró a 165 personas en la Iglesia La María. Hoy, sus víctimas cuentan cómo les cambió la vida.

30 de mayo de 2014 Por: Oriana Garcés Morales | Reportera de El País

El 30 de mayo de 1999, el ELN secuestró a 165 personas en la Iglesia La María. Hoy, sus víctimas cuentan cómo les cambió la vida.

En menos de una hora, el 30 de mayo de 1999, a más de 150 personas les cambio la vida. Estaban en medio de la misa dominical cuando un hombre, vestido de camuflado y con fusil, se acercó al sacerdote para pedirles que evacuaran porque había una amenaza de bomba.Afuera, ningún explosivo ponía en peligro a los feligreses, sino varias decenas de guerrilleros armados que los montaron en dos camiones y se los llevaron hacia los Farallones. Así comenzó la historia del primer secuestro masivo que realizó el ELN en Colombia, un plagio que conmocionó al país y que unió a los caleños en una sola voz: “¡Los queremos vivos, libres y en paz!”Hoy, 15 años después, algunas de las víctimas de este hecho coinciden en que fue después que se dieron cuenta de lo mucho que el cautiverio afectó sus vidas. “Éramos una familia antes y otra completamente distinta ahora”, cuenta Isabella Vernaza, secuestrada junto a su esposo y sus dos hijos, de 10 y 13 años en ese entonces. En la noche de ese 30 de mayo, a Isabella la separaron de su familia. Su hijo menor fue liberado inmediatamente, el otro a los 15 días y a su esposo lo volvió a ver casi a los seis meses, cuando recuperó la libertad dos semanas después que ella.“Allá me dí cuenta de que en mi vida le daba prioridad al trabajo y no a mi familia. También fui consciente de que buena parte de lo que estaba pasando en el país en ese momento era por el abandono en el que están los campesinos”, recuerda Isabella. Cuando regresó a la libertad, afirma que hubo ocasiones en las que entró en pánico. “El primer día queda grabado en la memoria: volver a abrazar, a sentir a la familia y ver, además, la cantidad de gente que se movilizó en Cali en solidaridad con nosotros”. Sin embargo, dice, luego comienza lo difícil. “Duré cuatro días en volver a manejar el carro. Uno llega con la autoestima destruida y cuesta mucho trabajo volver a adaptarse a la rutina”. Para Guillermo Zuñiga, quien fue secuestrado junto a su esposa, el regreso significó empezar de cero, pues durante los seis meses de su cautiverio perdió la empresa de la que vivían y se encontró lleno de deudas. “Eso hizo más difícil que nos recuperáramos, pues no hay un apoyo a la víctima luego de su liberación”. Cuenta, además, que al principio se encontró con que su condición de exsecuestrado se volvía un obstáculo a la hora de, por ejemplo, solicitar un préstamo en un banco. “Nos demoramos trece años restaurando nuestra empresa”. Guillermo dice que ahí está el reto de Colombia si se llega a una etapa de postconflicto: “somos cinco millones de víctimas directas que han perdido sus tierras, sus ingresos y por las que el Estado no ha hecho lo suficiente”.Sin embargo, afirma que él, personalmente, espera que en el país se pueda alcanzar un proceso de reconciliación que permita poner fin al conflicto armado, así quienes cometieron los crímenes no paguen las penas que deberían. “Cuando regresen a la vida civil estarán en su propia cárcel, la de su consciencia, que es aún más fuerte. Lo que espero es que digan dónde están las víctimas de las que no se sabe nada”.El grupo ‘La María’Isabella explica que uno de los aspectos más difíciles del secuestro, cuando las víctimas son un grupo, es la convivencia. “Es una vivencia muy intensa. Me tocó estar con once personas que en mi vida había visto y con las que compartía limitaciones de espacio. Es como ir en el MÍO y pelear por el milímetro disponible para poner el pie y no caerse al suelo”, dice. La dificultad de las circunstancias hizo que, al principio, discutieran “hasta por cuál emisora íbamos a sintonizar para escuchar los mensajes de nuestras familias”. Sin embargo, con el paso de los días se dieron cuenta de que debían llegar a acuerdos, “con lo poco o nada que teníamos, y nos unimos como grupo”. Esa unión persiste y, asegura, fue la que les permitió superar el secuestro y todas las secuelas que quedan al recuperar la libertad. Guillermo dice que el hecho de reunirse semanalmente durante casi cinco años, y luego cada mes, hizo que recordaran sus experiencias con personas que podían comprenderlas. “Todos nos consideramos hermanos, hay mucha camaradería, a pesar de las diferencias que podamos tener en las concepciones de la vida y de la política. Haber convivido en una desgracia de ese nivel hizo que nuestras almas se juntaran”, señala.Ahora, se reúnen en cumpleaños, a ver partidos de fútbol, competencias deportivas o a trabajar por quienes también han sufrido las consecuencias del conflicto. De esta forma, han apoyado a otras víctimas del secuestro y a sus familiares, o a comunidades “en zonas de conflicto que intentan salir adelante”. Un ejemplo de ese trabajo es el apoyo que hoy hacen a la construcción de una escuela en El Paraíso, Cauca. Esa labor parece ser un agradecimiento a la movilización contra el secuestro que se gestó en Cali a raíz de su caso. “Nunca nos imaginamos la dimensión de lo que pasaba en la ciudad”, recuerda Isabella.

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