Columnistas
A liberar el Centro caleño
La tarea acometida por el municipio da respuesta a un reclamo desoído desde tiempos pasados.
La Administración Municipal tiene una visión transformadora sobre el Centro de Cali y se ha comprometido con devolverle a los ciudadanos el disfrute de las calles, plazas y aceras hoy ocupadas abusivamente. De forma paralela se busca renovar y peatonalizar algunas de las vías en el entendido de que ese recurso de gestión urbana, exitoso en centenares de urbes, garantiza la permanencia de los espacios liberados, genera nuevos flujos comerciales y abre la posibilidad de integrar en forma organizada una proporción importante de los comerciantes informales.
De paso, cabe mencionar que el Centro ya está peatonalizado pero de la peor manera imaginable. Lo han ocupado con tenderetes y ventorrillos que ofrecen mercancías de dudosa procedencia. En buena proporción los propietarios son personajes que viven al día y deben pagar derechos de uso o regalías a estructuras que se creen propietarias del espacio público. Esto mientras crece el perjuicio a los comerciantes organizados quienes pagan impuestos, dan empleo y ven afectado el libre acceso a sus establecimientos.
La tarea acometida por el municipio da respuesta a un reclamo desoído desde tiempos pasados. Y es que para llegar al actual estado de abandono y postración del Centro conspiraron durante largos años la indiferencia, la conveniencia politiquera, la connivencia con la ilegalidad e incluso la pereza y el facilismo administrativo.
Los dos millones y medio de caleños que hemos sido víctimas del despojo de una parte de nuestra ciudad, nos encontramos ahora con que ciertos oficiantes políticos de la izquierda, con el presidente a la cabeza, le decretaron la muerte anticipada a esta solución necesaria. Es la estratagema conocida de convertir los victimarios en víctimas para mover pueblo y obtener réditos electorales.
En el origen del caos callejero que hemos venido afrontando se encuentra la informalidad económica propiciada por un régimen laboral que desestimula la creación de puestos de trabajo. También la presión migratoria representada por colectivos provenientes de los municipios y departamento vecinos, a lo cual se suma la avilantez de ciertas redes dedicadas al oficio ilegal de explotar el espacio público.
Sobre la consideración migratoria cabe observar que Cali ha sido una ciudad generosa, pero carece de capacidad para echarse encima la solución de problemáticas asociadas a la guerra persistente, la inmigración desbordada, el desplazamiento incesante, el narcotráfico creciente. Unas situaciones cuyos efectos crecen ante la política de paz errática y la ineficacia de quienes nos gobiernan.
La acción de la Alcaldía permitirá rescatar aquellos espacios donde se forjó la identidad caleña; hacer posible que propios y visitantes transiten libres y seguros gozándose el ambiente evocador de los barrios San Pedro, Santa Rosa, San Nicolás y Obrero; eliminar los riesgos que el caos crea para los proyectos de renovación urbana. La liberación deberá acompañarse de una estrategia para facilitar ocupaciones alternativas o la reubicación de los informales, tal y como se intentó a finales del siglo pasado, cuando el alcalde cívico Edgar Lenis concibió una solución integral para el Centro.
Llegó la hora de movilizarnos en defensa de esta iniciativa transformadora, antes de que los intereses mezquinos de la politiquería acaben con ella.