Columnistas
Acompañamiento afectivo de calidad
El disfrute de la convivencia en pareja depende de una multitud de factores
Las personas que se unen para constituir una relación de pareja han vivido, por regla general, orígenes y circunstancias muy disímiles. Así mismo, todos tenemos rasgos de personalidad únicos que no son claramente identificables, o que los ignoramos por conveniencia, en los comienzos de la relación pero que el paso del tiempo va haciendo cada vez más evidentes. Lo realmente importante es que haya compatibilidad en los valores fundamentales. Si bien las diferencias pueden resultar atractivas, y hasta excitantes, al comienzo de una relación, pueden llevar al desgaste y eventual agotamiento. Por el otro lado, una compatibilidad entre las partes generalmente fortalece la relación, gracias a la madurez y a la solidez del compromiso.
Una buena relación de pareja, en cualquier edad y en cualquiera de sus modalidades (matrimonio o unión libre), puede tener un impacto importante en la salud física y mental. También puede convertirse en la base para la estabilidad, especialmente en la medida en que las personas envejecen.
El disfrute de la convivencia en pareja depende de una multitud de factores que varían en cada etapa de la vida. Al comienzo cada quien está en lo suyo y la vida de pareja es un complemento de un todo variopinto de actividades y distracciones. Pero cuando ya no hay hijos en casa, cuando las personas ya no tienen las obligaciones que las mantenían tan ocupadas y cuando la soledad y las limitaciones empiezan a aparecer, entonces la compañía de una buena pareja se convierte en algo fundamental.
A lo largo de todas las etapas de la vida de pareja, pero en especial cuando la relación es madura, los factores de mayor peso para mantener la estabilidad en la pareja guardan relación con la calidad del afecto, la capacidad para expresar sentimientos y la facilidad para manifestar y resolver diferencias.
Un acompañamiento afectivo de calidad determina que los chances de disfrutar consistentemente en una relación de pareja sean altos ya que puede ser muchas cosas al mismo tiempo:
*Ese alguien que siempre está presente para transmitir tranquilidad, seguridad y apoyo.
*La confianza para abrirse afectivamente, que permite mostrar vulnerabilidad, sin sentirse humillado.
*El oído compasivo que escucha con atención.
*El disfrute, el placer, la intimidad y la comodidad.
*La certidumbre de que las diferencias van a continuar, pero no se van a convertir en batallas sino en diálogos francos, que, aunque incómodos, son necesarios para mantener la vitalidad en la relación (no hay nada más nocivo que los “guardados” o “secretos inconfesables” que nunca salen a flote pero que siempre están ahí presentes, afectando la calidad de la relación).
*El entendimiento mutuo que los desacuerdos y las crisis, lejos de ser un problema son oportunidades para limar asperezas y permitir un crecimiento de la relación. Tanto las familias “perfectas” como las parejas que “jamás tienen un desacuerdo” muy probablemente están acumulando rencores que tarde o temprano explotarán.
*La transparencia de las palabras, acciones, reacciones y sentimientos que siempre están acompañadas de amor verdadero.