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Consejo de oro de Uribe

Hay que regresar a la sensatez y entender que el pueblo no tiene ningún otro instrumento para decir su inconformidad, que la protesta en calles y avenidas.

29 de septiembre de 2022 Por: Vicky Perea García

No, no fue una entrevista pedida por el expresidente Uribe, como tampoco lo fue la anterior. Fue el presidente Petro quien tomó la iniciativa ambas veces, para oír el consejo de su frontal contradictor en la contienda política de ayer. Petro aparentemente lo odió, enfrentó y zahirió en la larga campaña, pero todo era pensando en que, si gracias a las mañosas acciones del señor Iván Cepeda lograban menoscabar la imagen de Uribe, el camino lo tendría despejado para llegar al poder. Tal como pasó.

Pero ahora, no hay duda, el Primer Magistrado estaba haciendo reconocimiento al talento de aquel estadista de alto vuelo, hoy en la oposición. O sea que ese gesto -de Petro- constituye, por sí mismo, un reconocimiento de respeto y admiración. Pretende en el fondo escuchar el consejo de un ser superior hoy a las pasiones, con esas altas calidades de hombre de estado que ha demostrado ser. Lo invita pues no para mostrarle su poder o su capricho, sino buscando el bien de una nación cuyos destinos le han sido confiados. Naturalmente Petro muestra la humildad de un gobernante y su deseo de acertar, que no es fácil; y eso lo enaltece.

La frase de Bolívar que dice que solo es amigo del gobernante el que le dice la verdad y le aconseja el bien, tiene un espacio para su práctica en este caso. Y a pesar de lo discreto del encuentro de que hablamos, se sabe que Uribe le indicó a Petro que no llevara a cabo la brutal reforma tributaria, que iría a golpear los sectores de la producción en momentos de grave crisis económica mundial, con una inflación galopante, una pandemia que reaparece con frecuencia y que tuvo al país por espacio de más de un año en enclaustramiento, mientras el dólar sube sin control alguno. Agregue la recesión que se ve venir y sobre todo el golpe rasero a las clases media y populares de menores ingresos, con los altos gravámenes a las ganancias ocasionales y a los derechos de sucesión.
Esto, de verdad, sería grave y muy duro para una nación.

Qué tal las invasiones estimuladas por la fiereza de unos indígenas -que creen gozar del apoyo de Petro- y con violencia despojan de la tierra a quienes, conforme a la ley, son los dueños. Ser indígena no da derecho superior al de los triétnicos y aquí nacimos y laboramos para obtener los bienes que dan trabajo y ayudan a la economía. No existe un derecho de los indios por encima de quienes durante quinientos años aquí nacieron,
Es entendible que el presidente Petro, quien ciertamente ofreció el oro y el moro en la campaña, desee cumplir esas promesas. Pero ello no calza en el derecho para arruinar a nadie con una reforma tributaria arbitraria que llegue al despojo. Y con toda seguridad puede decirse que la gente no está llamada a encorvar la espalda tranquilamente. Lo que acaba de ocurrir el 26 pasado le indica al doctor Petro que los papeles se pueden cambiar y que cuando él era el promotor de la inconformidad, ahora puede volverse el objeto de la misma en las calles del país. Este primer anuncio, pacífico como ninguno otro anterior, volverá a repetirse con nuevos líderes que van surgiendo en el fragor de la lucha.

Hay que regresar a la sensatez y entender que el pueblo no tiene ningún otro instrumento para decir su inconformidad, que la protesta en calles y avenidas. Eso, naturalmente, tiene que estarlo sintiendo el doctor Petro, que sí sabe de estas cosas. Como lo sintió el doctor Duque con las marchas violentas cuando y retiró en su momento el proyecto de reforma tributaria. De modo que cuidado con los excesos. Así lo imploramos por el bien de la patria, millones de colombianos y aún es tiempo.

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