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¡Auuú!
Nos queda para el recuerdo su manada colorida, de distintas edades, acentos y razas, unirse en torno a la grandeza de esa mujer de 1.57 m. de altura, “de pies descalzos y de sueños blancos”...
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La Shakira que Gabriel García Márquez describe en un artículo memorable para la revista Cambio, en junio de 1999, cuando la artista apenas tenía 22 años, sigue siendo, en esencia, la mujer incansable que si no canta muere; la que vive entre aviones, giras y estudios; la dueña de un sigilo perfeccionista; y la que cuando deja de correr, de un lugar a otro, simplemente es porque está viviendo.
Lo que sin duda cambió en casi 26 años, luego del mítico perfil del nobel de Literatura, es la alucinante carrera de la barranquillera, en la que son muchos los éxitos alcanzados, los premios obtenidos y el dinero facturado. Shakira, la mujer llena de gracia, decidió en el 2009 dejar salir del armario a la ‘Loba’ que la habita, convirtiendo esa metáfora en un símbolo de empoderamiento femenino, incapaz de encerrar tanta fuerza y libertad.
Hoy, cuando sale de casa para reencontrarse con su manada, la ‘Loba’ exhala sensualidad y resiliencia; sus heridas y sanación, tras vivir la más dura de sus batallas, están aún a flor de baile y de piel, pero nos hablan de otra cosa, que sus seguidores entendemos claramente. La Loba tiene ganas de salir, “deja que se coma el barrio, antes de irte a dormir”. Ahora anda con sus diez mandamientos ya vistos en Brasil, Perú y Colombia, pantallazo tras pantallazo, casi al final de la cita con su público y antes de que un aullido potente le recuerde al mundo de lo que está hecha.
El jueves 20 de febrero fue un día inolvidable para quienes acudimos a su encuentro, provenientes de distintos rincones del país y del continente. Ese día, desde muy temprano, la ciudad que vio nacer a la hija de Nidia Ripoll Torrado y William Mebarak Chadid, lucía distinta y agitada, ‘en modo Shak’. Los vuelos aterrizaban entonando estrofas como “baila la calle, de noche, baila la calle, de día”. Y el anuncio visible en uno de los corredores del aeropuerto, con la imagen de La Loba, daba la bienvenida a la primera cita en Colombia de #LMYNLWorldTour (Las mujeres ya no lloran). En la emisora Olímpica, la Shakira de ‘Yo me llamo’ cantaba en vivo y contaba su historia; mientras el tráfico colapsaba, desde poco antes del mediodía, y las colas en el Metropolitano se veían desde los vehículos.
Lo que vino después fue un carnaval ‘shakiresco’, en medio de la larga espera. Las ‘comparsas’ de seguidores aguardaban en las filas, con trajes que nos hablaban de las tantas metamorfosis vividas por la cantante. Había mujeres vestidas de colegialas y pelucas de cabello azul, evocando a ‘Las de la Intuición’; decenas de caderas luciendo el pareo de la danza del vientre de ‘Ojos así; rubias de cabello liso, con trajes dorados, de los días en que la barranquillera fue tras la conquista del mundo anglo; otras más desenfadadas, de minifalda pequeña y cabello revuelto, como la Shaki de tiempos recientes, y un grupo más, de corsé metalizado o los pequeños top, que también ha lucido.
Ya adentro, en la segunda espera y en medio del concierto, vimos cientos de estilos de camisetas inspiradas en temas y frases de su repertorio, incluso, alguna recopilaba en su espalda momentos cumbre, como el Super bowl, el tour de la Mangosta, el Waka Waka mundialista, el Hips don’t lie; el Ciega, Sordomuda, y así, muchas más. Vimos la inclusión y la diversidad en su máxima expresión, con una manada gay, libertaria y bella, dispuesta a rendirle culto a su diva, luciendo, de lejos, los outfits más impactantes y originales de la noche. Fue imposible no contagiarse de su alegría y autenticidad.
Vimos, también, coreografías planeadas e ‘instagrameables’; amigas abrazarse y cantar a pulmón herido; postales de un estadio iluminado de diversos colores en medio de la noche; las niñas y niños de la Fundación Pies Descalzos en la tribuna, ovacionando a su benefactora… decenas de instantes que quedaron grabados en la memoria de un concierto, en el que vivimos una explosión en torno a la figura de Shakira Isabel Mebarak Ripoll.
Por infortunio, la mayoría de quienes estábamos en gramilla no la vimos, ni siquiera de lejos, más que en las pantallas a las que les faltó tamaño, así como le faltó altura a la tarima, con una producción que no pensó en todos los asistentes y que dejó mucho que desear. Al final, con todo y lo molesto que ello fue, hubo más razones para celebrar el haber estado ahí, en su tierra, cantando junto a ella ‘En Barranquilla me quedo’, y el himno del Carnaval, ‘Te olvidé’.
Nos queda para el recuerdo su manada colorida, de distintas edades, acentos y razas, unirse en torno a la grandeza de esa mujer de 1.57 m. de altura, “de pies descalzos y de sueños blancos”, que a dos años de llegar a sus 50 está más vigente que nunca.
La ‘Loba’ está de regreso y se pasará el año recorriendo el continente, adoctrinando con su decálogo, cuyo primer mandamiento es ‘cuidarás a tu manada sobre todas las cosas’; el segundo, ‘no pedirás permiso para ser tú misma’, y el tercero, ‘bailarás y cantarás, cuando necesites sanarte’. Honrémosla, entonces, cumpliendo su cuarto mandamiento: ‘aullarás, porque nadie te puede callar’, en ovación a quien es un hito de la cultura pop latina, siendo, además, un fenómeno cultural que le ha dado la vuelta al mundo. ¡Auuú! @pagope
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