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El proyecto del ferrocarril

Cali -sobre todo esta Cali estancada- está exigiendo la adopción de un proyecto de tal magnitud que le permita recuperar el liderazgo

17 de marzo de 2022 Por: Vicky Perea García

Si algo me alegra de los resultados de las elecciones del pasado domingo es que hayan sido elegidos en el Valle cinco parlamentarios que por haberlo sido por el Pacto Histórico doy por hecho que están comprometidos con el proyecto de construir un ferrocarril que una a Buenaventura con Barranquilla, al océano Pacifico con el mar Caribe, proyecto que formulé en esta columna antes que lo hiciera suyo Gustavo Petro y que espero reciba el apoyo de todos los vallecaucanos interesados en el porvenir de nuestra región.

Ante él no caben ni sectarismos ni mezquindades partidistas porque de lo que se trata es de realizar una obra que es lo suficientemente ambiciosa como para despertar entusiasmos y unir esfuerzos y voluntades precisamente ahora, cuando a la depresión de la pandemia le suceden el desasosiego y la incertidumbre generados por la guerra de Ucrania.

Cali -sobre todo esta Cali estancada- está exigiendo la adopción de un proyecto de tal magnitud que le permita recuperar el liderazgo a escala nacional que alguna vez llegó a ejercer. Es responsabilidad de los caleños convertir el ferrocarril Buenaventura/Barranquilla en un propósito nacional que involucre al país entero, pero ante todo a las ciudades y departamentos que serán los directos e inmediatos beneficiarios de este formidable medio de comunicación y transporte.

Y ahora que lo pienso el ferrocarril debería llamarse de Los 2 mares y concebirse no como una simple vía férrea sino como un sistema ferroviario integral que, aparte de enlazar estos dos grandes puertos, incorpore los ramales que lo unan con Santa Marta, Cartagena, Medellín, Manizales, Cali y Popayán.

Y que combine de la manera más eficiente posible los trenes de pasajeros con los de carga, los cortos, los medianos y los largos recorridos y los distintos horarios y velocidades exigidas por las diferencias en tales recorridos. Tiene que ser, obviamente, un sistema movido por energía eléctrica y no por carbón ni por diésel para que a sus muchos beneficios sume el dejar una huella de carbono muchísimo menor de la que dejan los carros, camiones y buses y los aviones.

Sé que a quienes están instalados en la apatía o en la cultura de la queja este proyecto les puede parecer delirante, un sueño inalcanzable que solo traerá nuevas decepciones. A todos ellos les digo lo que ya dijeron Obama en Estados Unidos y Unidas Podemos en España: ¡Sí se puede!

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