Somos una encrucijada
Cuando nos vendieron la idea de los tratados de libre comercio como la panacea, sus propagandistas insistieron mucho en que debíamos descubrir cuáles eran nuestras ‘ventajas comparativas’.
Cuando nos vendieron la idea de los tratados de libre comercio como la panacea, sus propagandistas insistieron mucho en que debíamos descubrir cuáles eran nuestras ‘ventajas comparativas’. Aquellas que tenemos y no tienen otros, y que por tenerlas nos permiten sobrevivir al brutal impacto en nuestra economía de su apertura sin cortapisas al mercado mundial.
La verdad es que entonces hicimos poco o nada por descubrirlas y que debemos de poner remedio de inmediato a esta desidia, porque los gravísimos problemas que hoy atenazan a Cali y al resto de las ciudades del departamento exigen respuestas a la altura de los mismos. Ventajas que estaban allí desde antes de los dichosos tratados y que siguen allí, a la espera de que las aprovechemos y que nos las ofrece la misma geografía. Se condesan en una fórmula: somos una encrucijada. Porque si Cali -tal y como lo recuerda el informe Los ejes urbano-regionales de Cali, elaborado por un equipo de trabajo del que forma parte Benjamín Barney - llegó a ser la ciudad que actualmente es, fue porque se encontraba en el cruce de caminos entre Popayán y Buga y entre Palmira y Buenaventura.
Y si en realidad quiere tener un futuro debe plantearse que tanto ella, como el resto del departamento, lo tendrán si de nuevo vuelve a ser encrucijada. Esta vez no una a escala simplemente regional sino a escalas nacional y continental. Porque Buenaventura conservará y reafirmará su condición de principal puerto del Pacífico colombiano si es capaz de conectarse directamente con tren con Barranquilla. El medio de transporte más eficaz, económico y ecológico entre todos los existentes, capaz no solo de unir al mar Caribe con el Océano Pacifico sino de vertebrar una red vial que una a la Costa con todo el occidente del país, siguiendo el curso del río Cauca. Ese es el eje Norte Sur que potenciaría al Valle.
El eje Oriente Occidente lo formaría la autopista que una a Cali con Florencia, Caquetá, que, aparte de su importancia nacional, tiene una continental porque uniría a la Amazonía con el océano Pacífico, el océano del futuro, a donde se ha desplazado el centro de gravedad de la economía mundial.
Los peruanos ya son conscientes de la importancia de esta conexión y están estudiando el proyecto de unir a Iquitos con Lima. El problema que tienen es su orografía, que es más ardua y difícil que la nuestra. No permitamos que se nos adelanten.
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