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Opinión

Desenmascarando al consumidor de drogas

La aceptación de la verdad es un paso fundamental para salir de la prisión de las drogas.

27 de agosto de 2023 Por: Carlos E. Climent
Carlos E. Climent

Quien recurre frecuentemente a una droga de abuso, incluyendo el alcohol, tiende a justificar su consumo para disfrazar la verdad. Las justificaciones incluyen entre muchas otras: el derecho a disfrutar, la presión social, el libre desarrollo de la personalidad, el derecho a experimentar, la reducción de las inhibiciones sociales, la liberación sexual, etcétera.

Pero el abusar de cualquier droga siempre tiene un costo. En el caso de los jóvenes que se están iniciando en la experimentación con psicoactivos, sus padres no entienden por qué lo ven evasivo, ausente, irritable o decaído.

Preocupan su deterioro académico o laboral y las amistades desconocidas, entre otros dolores de cabeza. La incertidumbre sobre lo que está ocurriendo aumenta con la falta de comunicación de los hijos con los padres.

Las posibles causas de los comportamientos mencionados son muy variadas. Una crisis de la edad, una depresión de la cual nadie se ha dado cuenta, un conflicto que ha decidido resolver sin intervención de su familia, o un trance sentimental que prefiere mantener en secreto. Ante esas conductas es necesario sospechar que este joven pueda estar abusando de alguna sustancia.

Pero los padres, a la manera del cónyuge engañado, son los últimos en darse cuenta por el miedo paralizante de ir a comprobar sus sospechas.

Los padres usan mecanismos de protección para no sufrir o para no “ir a dañar la relación con los hijos”. Por ejemplo, muchos padres hacen “la del avestruz”, abordan los temas espinosos “por los laditos” sin entrar en materia, minimizan las situaciones, buscan explicaciones tranquilizadoras que no corresponden a la realidad, o se creen (así sea a medias) todas las historias que el hijo les cuenta.

Otra circunstancia común entre estos padres tiene que ver con los absurdos sentimientos de culpa que los lleva a buscar las causas de la dificultad en ellos mismos.

“¿Será que no le hemos dedicado el tiempo suficiente? ¿En vez de ponernos a sospechar cosas que a lo mejor no son, debemos tenerle más confianza, pues eso le mejora la autoestima?, etcétera”.

La situación suele ser clara para los allegados por fuera de la casa, pues los problemas ajenos se ven con más facilidad que los propios. Para desenmascarar al consumidor hay que proceder a confrontarlo, entendiendo que la conducta evasiva es su forma de pedir auxilio.

La manera de ayudar al joven a abandonar el consumo de las drogas es utilizar las pistas que va dejando y actuar con claridad, determinación, afecto y firmeza. Pero contrario a la creencia generalizada, amor no es mimo y permisividad, sino el ejercicio responsable de la función parental que incluye la imposición de límites consistentes.

El farmacodependiente tiene que empezar su proceso con la aceptación de su problema. No echándole la culpa de sus conductas a otros. Los padres, además de reflexionar sobre las resistencias para aceptar lo que han sentido como amenazante, son los que deciden las conductas a seguir. Y entienden que la aceptación de la verdad por parte del hijo es el primer paso para mejorar la calidad de vida de quien está abusando de las drogas.

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