Columnistas
El gran engaño de la constituyente
Debería causar inmensa indignación es la mentira repetida durante más de cuatro años por parte del presidente, quien tantas veces negó la posibilidad de una constituyente.
Quien diga estar sorprendido es porque no quiso ver. El anuncio del presidente Petro de su intención de convocar una asamblea constituyente puede causar una enorme ola de reacciones, pero nadie puede estar sorprendido.
Hay que empezar por los hechos. El presidente Petro duró más de una década impulsando el llamado a una asamblea constituyente desde el debate público. Aunque durante toda su carrera ha asegurado con enorme ambigüedad que hizo parte del proceso constituyente del 91 y ha defendido muchos de sus logros en materia de instituciones y derechos, en varios momentos de su carrera política ha sido una de las caras más visibles en la defensa de una nueva constituyente.
Lo increíble es que luego de defender la constituyente, Petro de un momento a otro abandonara esa propuesta como candidato en 2018. Muchas veces prometió en sus discursos y entrevistas de 2018 y 2022 que no convocaría a una constituyente, lo cual ya sabemos que era mentira. ¿Para qué buscaba Petro calmar las aguas de una preocupación ciudadana tan grande como la de una posible constituyente, cuando en el fondo nunca la descartó como posibilidad?
Nadie debería estar sorprendido por el llamado del presidente a una constituyente, dado que durante tanto tiempo defendió esa idea. Lo que sí debería causar inmensa indignación es la mentira repetida durante más de cuatro años por parte del presidente, quien tantas veces negó la posibilidad de una constituyente. Hoy sabemos que mientras negaba esa posibilidad en cada entrevista y debate, en el fondo la guardaba como una carta para jugar cuando la necesitara. Fue un engaño inaceptable.
Lo curioso es que ni el propio presidente que la convoca tiene claro para qué se necesita la constituyente, más allá del llamado a la movilización social para defenderla y alcanzarla. Desde que abrió esa puerta llena de riesgos la semana pasada, Petro ha puesto sobre la mesa toda clase de ideas sobre la constituyente que, lejos de mostrar una estrategia política seria, evidencia una vez más el enorme desorden ideológico que protagoniza el gobierno a diario.
La presidencia de la República ha iniciado una campaña desafortunada y llena de desinformación sobre el motivo de convocar a la constituyente. Han llegado al punto de compartir publicaciones que sostienen que la constituyente no busca reformar la constitución, sino garantizar derechos como la educación y la educación. No solo es la mentira más deliberada, porque por supuesto que la constituyente no será para eso, sino también desconoce que esos derechos ¡ya están en la constitución actual!
Todo esto en el fondo revela el peligroso concepto que desde el actual gobierno se tiene de la constitución, hasta el punto de creer que debe reformarse para lograr aprobar reformas o para permitir que el presidente gobierne sin contrapesos. Lejos de ser una vía libre a los excesos, precisamente la constitución debe ser un conjunto de reglas de juego que este y todos los presidentes deben aceptar. Ni los caprichos políticos ni las acrobacias retóricas del presidente cuando dice interpretar “al pueblo” pueden pasar por encima de la institucionalidad democrática.
Además de mala idea, también es verdaderamente problemática porque desde su inicio no tiene un rumbo claro. El gobierno ha lanzado esta propuesta sin la más mínima claridad sobre su contenido, sus prioridades, su alcance o el proceso del trámite. Más pareciera ser el máximo llamado del presidente para dividir a la ciudadanía –y capitalizar, como siempre, la enorme división–, antes que cumplir un objetivo real de construir un documento desde la política pública. La historia tendrá que preguntar por ese deseo obsesivo del presidente por dividir permanentemente a una nación en vez de buscar caminos para reconciliarla.