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Gitanos
Me pregunto cuándo han tenido papeles los gitanos, si son los indocumentados más famosos de mundo.
El recuerdo más remoto que tengo de gitanos tiene que ver con una carpa que instalaron a pocas cuadras de mi casa en el puerto de Buenaventura; no traían imanes gigantescos, ni llegaron con alboroto de pailas y sartenes, ni cerca de ellos fluía un río manso entre piedras prehistóricas, pero sí aterraron a la población con tres sorpresas circenses: una gorda en el trapecio, un perro con diente de oro y un gallo de tres patas.
Venían desde Ecuador, en barco y aprovechaban cualquier baldío para vivir ahí por varios días, y luego desaparecían. De estas riadas gitanas sólo quedó una mujer enigmática que pasea aún por el puerto, con falda larga, pañoleta en la cabeza, labios muy rojos y un mazo de baraja española ya estropeado por el tiempo, en el que adivina el futuro. Hace unos 35 años me dijo que sería muy rico; que el asunto tardaría, pero al final llegaría la fortuna. Sigo esperando. Quizá se dé el año próximo cuando reciba los 500 mil euros del Premio Planeta de Novela.
Tengo buena onda con los gitanos, desde que los vi aparecer en el Romancero de García Lorca con aquel Toñito El Camborio, “moreno de verde luna/ que anda despacio y garboso/ con una vara de mimbre/ va a Sevilla a ver los toros…”.
Los he visto en las plazas de Sevilla, en los veranos de Salamanca, y en la ‘Graná’ de Lorca, donde continúan vendiendo mantillas y pidiendo varios duros por adivinar la suerte, valiéndose de sus conocimientos de cartomancia y quiromancia. Las agencias de viaje piden a los turistas mantener a los gitanos ‘a distancia’, cuidar los bolsos de mano, no comprarles nada, no recibirles romero, pero ellos se acercan con su ramito en la mano, y logran convencer al viandante con una labia que les viene de lejos, de la vieja Rumania, de Bulgaria, a donde los desterró hace unos años Sarkozy, porque “no tienen papeles…”.
Me pregunto cuándo han tenido papeles los gitanos, si son los indocumentados más famosos de mundo. Además, Bulgaria y Rumania están en la comunidad europea, y esto les permite errar en libertad. No obstante, ya Francia manifiesta que no podrán quedarse, e Italia hace lo propio, aunque muchos niños gitanos tienen esas nacionalidades.
La denominación ‘gitano’, viene de ‘Egipciano’, pues se creía que los primeros en llegar a Europa, provenían de Egipto. En realidad llegaron de India. Fue el Rey Juan II de Aragón, quien les permitió entrada a España en 1425. Poseedores de un saber antiguo, fueron relegados a vivir en los extramuros de la península, en los ‘barrios chinos’, entre la ilegalidad y la exclusión.
Existe hoy en España un cartel gitano que trae hachís desde Marruecos. En este tránsito de ‘bajar al moro’, como se denomina en argot al proceso de traer droga desde ahí, cientos de ellos han ido a parar a las cárceles. Se calcula que hay más de 3.500 zíngaros presos en España. Ya no por tratar de vender un caballo pintado con tiza, como si fuera una cebra, sino por delitos tales como robo a mano armada, narcotráfico, homicidios, estafa.
Lola Flores y su marido ‘El Pescaílla’ dieron cierta dignidad a la raza Calé con esos cantos que hablan de Jerez de la Frontera, de una tal Zarzamora, una mujer que entró en trance de celos cuando descubrió que su amante llevaba ‘anillo de casao’. Ella que siempre reía y presumía que partía los corazones.
Ese mundo de cuchillos en cruz y sal en las ranuras de las puertas, de gitanos que persiguen a un noble para darle muerte en la noche, como ocurre en el trágico romance de ‘El Caballero de Olmedo’, seduce la imaginación, desde la música y la literatura, pero la realidad de hoy es bien dura para los gitanos.
Europa quiere desterrarlos. ¿También España?